Mercados abiertos, puertas cerradas: el caso de la chatarra argentina

El Decreto 1/2025 habilitó la exportación de chatarra, pero la falta de definiciones impide que Argentina aproveche mercados globales y promueva el reciclaje

Guardar
René Bodin es despachante y
René Bodin es despachante y socio gerente de un estudio aduanero (Foto: Movant Connection)

La situación de la exportación de residuos no peligrosos en Argentina, especialmente en lo que respecta a la chatarra, se encuentra en un punto crítico. A pesar de la alta demanda de productores locales y el interés de compradores internacionales, la falta de definiciones impide que se realicen estas exportaciones.

Desde 2009, se imponía una prohibición permanente a la exportación de chatarra y residuos metálicos no peligrosos, inicialmente con un decreto de 180 días que luego se renovó indefinidamente por múltiples instrumentos, con el fin de proteger la industria siderúrgica nacional y asegurar la materia prima local.

Sin embargo, esta restricción terminó desincentivando el reciclado, generando sobreoferta local, promoviendo basurales y encareciendo la infraestructura de recuperación.

En enero de 2025 entró en vigor el Decreto 1/2025, que derogó las prohibiciones vigentes y habilitó la exportación de residuos valorizados.

De todas formas, aunque se establecieron lineamientos reglamentarios y se designaron autoridades (Ministerios de Economía y Ambiente), hasta julio de 2025 aún no se publicó el reglamento ni de qué manera se podrán realizar las operaciones de exportación, si habrá un registro de las mismas, etc.

De esta manera, la larga prohibición a la exportación de chatarra ha generado y sigue generando pérdidas significativas de divisas para el país.

Vender al mundo sin descuidar el abastecimiento local

Mercados potenciales en países como Turquía, India, Italia, China, Estados Unidos, Alemania y Japón están siendo ignorados, lo que representa una oportunidad de negocio perdida para diversas industrias nacionales. Exportar chatarra no solo podría ser ventajoso para las industrias nacionales, sino que también tendría un impacto positivo en el medio ambiente.

La gestión adecuada de residuos no peligrosos y su reutilización en el mercado internacional pueden generar ingresos significativos para el país. Sin embargo, es fundamental encontrar un equilibrio entre la exportación de chatarra y su uso en el mercado interno, considerando las regulaciones internacionales que rigen este tipo de comercio.

Turquía ha sido un importante comprador de chatarra durante varios años, con una alta demanda de acero reciclado. China también juega un papel importante en el mercado global de chatarra, especialmente para la chatarra de aluminio.

En 2023, Turquía importó casi 19 millones de toneladas de chatarra, lo que la convirtió en el mayor importador. La industria siderúrgica turca depende en gran medida de la importación de chatarra, ya que es una materia prima esencial para la producción de acero mundial.

Una práctica rentable y sustentable

El reciclaje de chatarra se ha convertido en un pilar esencial para promover la sostenibilidad y proteger los recursos naturales. En un mundo donde el consumo de materiales y la producción de desechos crecen a un ritmo acelerado, esta práctica no solo reduce la presión sobre los recursos finitos, sino que también disminuye el impacto ambiental generado por la extracción de materias primas y la acumulación de residuos.

El reciclaje de chatarra consiste en recolectar, procesar y reutilizar materiales metálicos desechados, como acero, aluminio, cobre y otros metales. Este proceso transforma residuos que de otro modo terminarían en vertederos o contaminando ecosistemas en nuevos materiales listos para ser utilizados en la industria.

Retirar los buques abandonados en
Retirar los buques abandonados en estado de oxidación y procesarlos para la exportación de chatarra sería conveniente, tanto para el medio ambiente como para darle una finalidad comercial al problema (Foto: Shutterstock)

La importancia de esta práctica radica en que los metales son recursos no renovables. Aunque abundan en la naturaleza, su extracción requiere grandes cantidades de energía y agua, además de generar residuos tóxicos. Reciclar estos materiales evita que sean extraídos de manera continua y garantiza su disponibilidad para las generaciones futuras.

Por ejemplo, reciclar una tonelada de acero ahorra 1,5 toneladas de mineral de hierro, 0,5 toneladas de carbón y reduce significativamente las emisiones de CO2 en comparación con la producción desde cero.

A la espera del visto bueno definitivo

Mientras tanto, no poder exportar lo que no llegamos a reciclar continúa generando pérdidas de ingresos genuinos de divisas.

Sectores como el naval, que generan grandes cantidades de residuos, podrían beneficiarse enormemente de la posibilidad de exportar, lo que a su vez podría impulsar la economía local y crear nuevos empleos.

En Mar del Plata, por ejemplo, se pueden ver grandes cantidades de barcos en estado de oxidación que contaminan el mar. Retirar estos buques y procesarlos para la exportación de chatarra sería conveniente ya que, de esta forma, dejamos de perjudicar el medio ambiente y le damos una finalidad comercial al problema.

Esperamos que pronto se avance con la resolución pendiente que habilite efectivamente la exportación de chatarra, un paso clave para aprovechar tanto las oportunidades comerciales como los beneficios ambientales que este sector puede generar.