Gestión de comercio exterior desde zonas francas: beneficios, desafíos y usos recomendados

Melisa Arce, fundadora de un estudio especializado en comercio internacional, propone herramientas para decidir mejor en contextos con plazos, volumen y recursos limitados

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Melisa Arce es fundadora de
Melisa Arce es fundadora de un estudio especializado en comercio internacional (Foto: Movant Connection)

A veces la carga llega antes de lo previsto y no tenés cómo nacionalizarla: ahí entra en juego la zona franca”, explica Melisa al analizar escenarios reales en la operatoria del comercio exterior. En esta entrevista, reflexiona sobre el uso de estas áreas, los beneficios operativos y económicos que pueden ofrecer y los cuidados que deben tenerse en cuenta frente a las normativas vigentes.

¿Cuáles son, desde tu mirada, las particularidades de gestionar comercio exterior desde una zona franca?

En un principio, se usaba mucho la zona franca cuando no aprobaban las SEDI, SIMI, DJAI y demás. Era la única forma real de poder trabajar. Las cargas llegan por vía marítima o terrestre, porque para cargas aéreas es más complejo: son chiquitas y requieren mucho manejo de papeles, traslados y tránsitos. Es bastante operativo.

Lo importante es entender que una zona franca tiene condiciones muy distintas a una operación común.

¿Qué diferencias encontrás entre una zona franca y una operación fuera de ella?

Los costos son muchísimo más bajos. En zona franca, por ejemplo, podés vender dentro de la misma zona. Si ingresás una carga en zona franca, a diferencia de dejarla en una terminal común, los costos de almacenaje son abismales.

En zona franca podés retirar parcialmente las cargas, descomprimir los gastos que generan los contenedores —que hay que devolver rápido para evitar cargos— y reducir los costos de almacenaje. En terminal tenés siete días para sacar la carga y, aunque se hable de “forzoso”, se paga igual. En zona franca, dependiendo del depósito y el volumen, te pueden cobrar la mitad.

Podés tener una carga uno, dos o tres meses y aún así pagar menos que en una terminal por la misma cantidad de días.

¿En qué casos recomendás usar zona franca? ¿Por qué no todo se maneja directamente por ahí?

La recomiendo, por ejemplo, para un importador que quiere traer un contenedor lleno de mochilas. Si no tiene los fondos para nacionalizar todo de una en puerto, trasladar la mercadería a zona franca es una solución. Ahí no necesitás pagar la nacionalización inmediata y podés ir retirando parcialmente según tengas fondos disponibles.

En esos casos, zona franca es muy útil. No solo por almacenaje, también por tiempos: a veces la carga llega antes de lo previsto y no hay fondos, entonces trasladarla a zona franca permite ganar tiempo y flexibilidad.

¿Y qué diferencia hay entre una zona franca y un depósito fiscal?

Un depósito fiscal es como una terminal, pero para cargas de menor volumen. Ahí desconsolidás y mandás la carga, pero el régimen es el mismo: hay que nacionalizar igual. No hay grandes diferencias más allá del volumen.

¿Cómo impacta operar con zona franca en los resultados de una empresa?

Creo que el impacto es positivo. La logística siempre busca reducir costos con buenos resultados. Además del ahorro, tenés espacio y tranquilidad.

A veces un contenedor de 40 pies no entra en tu depósito, pero en zona franca podés almacenarlo y retirar a medida que vendés. No es solo una cuestión económica, también es estratégica.

Para Melisa, "si ingresás una
Para Melisa, "si ingresás una carga en zona franca, a diferencia de dejarla en una terminal común, los costos de almacenaje son abismales" (Foto: Shuttertock)

¿Qué rol juega el transporte interno en estos movimientos parciales?

Primero se ve qué quiere retirar el cliente. Una vez que se desconsolida, se separa la carga y se pide el transporte interno para el retiro. Ahí influye el canal de despacho, la disponibilidad del camión, los horarios y demás. Todo juega.

También hay que tener en cuenta esos fletes internos. Después de nacionalizar en zona franca, la logística sigue, pero es más simple.

¿Cómo ves hoy el panorama del sector? Se habla mucho de flexibilización normativa y apertura.

Sí, se flexibilizó bastante. Algunas normativas se relajaron, como en seguridad eléctrica o regulaciones sanitarias, pero hay que tener cuidado.

Muchos creen que se puede importar cualquier cosa y no es así. Recibo consultas todo el tiempo por paquetes retenidos, sobre todo productos eléctricos. No todo llega. Hay que saber qué se puede traer. Se abrió, pero no es “compro y me llega”.

Cuando se eliminó la figura obligatoria del despachante, muchos pensaron que podían importar solos. Pero no es tan simple. Me consultan por paquetes retenidos, especialmente productos eléctricos. Podés comprarte una planchita de pelo o un secador, y después Secretaría de Comercio lo retiene.

Aduana no controla el certificado, pero después te lo piden. Para ropa o zapatillas, puede que sí lleguen, pero no es tan sencillo como piensan.

¿Con qué productos hay que tener especial cuidado?

Con eléctricos, alimentos y cantidades. Muchas veces la gente compra en volumen, sin saber que está usando un régimen de envíos particulares. Si superás ciertos límites, se interpreta como comercial y ahí se complica. Se pueden traer hasta tres objetos; si pasás de eso, te lo pueden retener.

Siempre depende del Gobierno. En el anterior no se podía traer ni acero. Ahora sí, y eso da alivio. Tengo clientes que traen insumos clave, incluso medicamentos. Antes ni repuestos se podían importar. Hoy se puede proyectar. Si seguimos así, vamos por buen camino.