
El comercio exterior argentino atraviesa, una vez más, un proceso de reconfiguración. Después de años de operar bajo un esquema marcado por regulaciones dinámicas, controles y requisitos que variaban frecuentemente, en los últimos meses comenzó a observarse un giro en algunas políticas que, si bien aún generan ciertos desafíos, abren al mismo tiempo una ventana de oportunidades tanto para los operadores como para los nuevos actores del sector.
Durante los últimos tiempos, los operadores de comercio exterior debimos adaptarnos a un esquema complejo: pagos al exterior con validaciones previas —incluyendo los denominados “semáforos” que autorizaban o limitaban las operaciones según criterios de prioridad definidos por el sistema—, licencias de importación no automáticas, cupos de autorización, permisos con plazos de vigencia muy acotados y una permanente necesidad de consulta con los bancos, la aduana y los organismos de control.
Era habitual tener que solicitar calendarización de hasta 24 horas para pagos al exterior, presentar documentación física y, en muchos casos, realizar gestiones administrativas de largo recorrido. Además, nos veíamos obligados a realizar un constante análisis y seguimiento de la normativa, principalmente la cambiaria, que variaba de forma continua, lo cual demandaba una actualización permanente para poder operar correctamente.
Desde mi experiencia, y tras más de una década trabajando en la industria, puedo afirmar que el nivel de presión operativa y normativa era tan elevado que muchas veces generaba un fuerte agotamiento mental, tanto en los usuarios como en los analistas que gestionábamos las operaciones diarias. Esta presión constante de adaptación y resolución frente a cambios normativos permanentes, sumada a la carga operativa, terminaba impactando en una alta rotación de recursos dentro de las empresas del sector.
Un escenario más flexible para importar, operar y competir
Desde fines de 2023 y durante 2024, el escenario comenzó a mostrar algunos signos de flexibilización a partir de distintas medidas adoptadas. La unificación del tipo de cambio para exportadores, la eliminación de los SIRAs (Sistema de Importaciones de la República Argentina) y, hasta su eliminación definitiva en mayo de 2025, la implementación transitoria del Sistema Estadístico de Importaciones (SEDI), la reducción progresiva de percepciones impositivas en las operaciones de comercio exterior, y la ampliación de plazos para acceder al mercado de cambios para ciertos sectores, generaron cierto alivio operativo.
Más recientemente, el esquema de flexibilización incluyó también medidas de reducción arancelaria en diversos rubros. A través del Decreto 236/2025, se redujeron los aranceles de importación de ropa y calzado del 35% al 20%, telas del 26% al 18%, y diversos hilados entre el 12% y el 16%, retornando a los niveles arancelarios vigentes en 2007.
Asimismo, se implementaron reducciones significativas en sectores electrónicos: los aranceles de celulares bajaron del 16% al 8% (con eliminación total prevista para enero de 2026), los de consolas de videojuegos pasaron del 35% al 20%, mientras que los impuestos internos sobre celulares, televisores y aires acondicionados importados descendieron del 19% al 9,5%.
También se eliminaron impuestos internos para productos fabricados en Tierra del Fuego, y se extendieron las reducciones a rubros como neumáticos, motocicletas y otros insumos industriales. Además, el Impuesto PAIS, implementado en 2019, fue eliminado completamente para las operaciones de comercio exterior a partir del 23 de diciembre de 2024. Estas medidas no solo mejoran la competitividad de diversas cadenas productivas, sino que además simplifican la planificación de costos logísticos, financieros y de abastecimiento de las empresas.
A su vez, durante febrero de 2025, se implementaron modificaciones en los regímenes de Seguridad Eléctrica a través de la Resolución 16/2025, que permitió la aceptación de certificaciones internacionales y eliminó la obligación de realizar ensayos locales cuando los productos ya cuentan con certificados de laboratorios acreditados en otros países.
También se autorizaron nuevos criterios para la comercialización de productos eléctricos con adaptadores homologados, eliminando la obligatoriedad exclusiva de la “ficha argentina”. Estos cambios impactan directamente en los tiempos y costos de homologación, reduciendo barreras administrativas para importadores y fabricantes.

Un nuevo horizonte para exportadores en un escenario aún desafiante
En el sector exportador, la posibilidad de liquidar un porcentaje de las divisas en cuentas propias en el exterior también constituye un incentivo que puede favorecer la captación de nuevos clientes internacionales y la reinversión de los ingresos de exportación. Para algunas industrias, como la agroexportadora, el sector del conocimiento o la minería, estas flexibilizaciones permiten planificar inversiones de mediano plazo con un marco de reglas algo más previsible.
Además, desde la cadena de suministro, el hecho de contar con procesos más simples, previsibles y calendarizables permite a las empresas acercarse a modelos de planificación logística más eficientes, como esquemas Just-In-Time, donde los flujos de ingreso y salida de mercaderías pueden programarse con mayor precisión. Esto no sólo mejora la eficiencia operativa, sino que también contribuye directamente a la reducción de costos logísticos y financieros, al minimizar tiempos de almacenamiento innecesarios, stock de seguridad excesivos y costos de financiamiento por demoras.
Por supuesto, estos cambios no eliminan del todo las dificultades. Todavía persisten aspectos sensibles: la deuda comercial acumulada por importadores, la escasez de divisas, y la necesidad de seguir adaptándose a un marco regulatorio que continúa en evolución. Sin embargo, la lectura general es que, en comparación con los años previos, existe una mayor predisposición a revisar y actualizar ciertos esquemas, permitiendo un funcionamiento operativo más previsible en determinados aspectos.
En este escenario, surgen también oportunidades para nuevos actores: pequeñas y medianas empresas que hasta hace poco desistían de exportar ante la complejidad burocrática, hoy comienzan a evaluar su inserción internacional; startups tecnológicas que encuentran un marco más ágil para facturar servicios al exterior; y operadores logísticos que se reconvierten ofreciendo asesoramiento especializado ante la creciente necesidad de acompañamiento técnico de los operadores de comercio exterior.
Ventanas de oportunidad en un contexto que demanda resiliencia
De cara al futuro, los principales desafíos estarán en profundizar la digitalización de los procesos aduaneros, lograr mayor estabilidad normativa y fortalecer los sistemas de financiamiento a largo plazo para fomentar inversiones sostenibles. Sin dudas, el comercio exterior argentino sigue transitando un camino de transición, aún lejos de una estabilidad definitiva, pero con un cambio de dinámica que es percibido por quienes estamos dentro de la industria.
Como todo escenario en transformación, sigue presentando desafíos y exige atención permanente. Pero también ofrece una oportunidad concreta: la de profesionalizarnos, construir capacidades internas sólidas, adaptarnos con rapidez a los cambios y estar preparados para capitalizar las ventanas de oportunidad que, en un mercado global cada vez más competitivo, suelen abrirse por períodos limitados.
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