
En un contexto de aperturas comerciales y desregularizaciones, para Alejandro “es clave que los productos mantengan un estándar de seguridad”. En esta nota, recorre las mutaciones del comercio internacional argentino, su incidencia en la industria de la construcción y en la sociedad en general.
¿Cómo sentís que fue evolucionando el rubro del comercio exterior?
Bueno, Argentina es muy dinámica. Desde 2003 hasta hoy fueron cambiando mucho las políticas, con mayor o menor nivel de restricciones. Siempre hubo desafíos en el comercio exterior: licencias para importar, trabas para girar pagos al exterior. Hoy me parece que estamos en una etapa con reglas un poco más claras, intentando lograr una estabilidad macroeconómica que permita aprovechar mejor las oportunidades que ofrece el comercio exterior.
Desde el rubro de la construcción, ¿qué incidencia tiene el comercio internacional en nuestra vida cotidiana?
Yo creo que es altísima, un 80% o 90%. Argentina importa muchos insumos que luego se utilizan para producir localmente. Incluso los productos nacionales suelen tener algún componente importado. En cualquier casa vas a encontrar productos totalmente importados o nacionales con partes del exterior. Sin darnos cuenta, el comercio exterior está muy presente en nuestra vida diaria.
No es algo que la gente suela pensar cuando compra un producto. Para quienes no están en el rubro, no es una preocupación. En cambio, los que trabajamos en esto solemos mirar de dónde viene cada cosa, nos interesa el origen. Pero en general, no es algo que esté en la cabeza de todos.
¿Qué impacto tienen las normativas sobre los productos que gestionás y cómo afectan a la dinámica operativa?
Las regulaciones cambiaron con la nueva gestión. Muchas se flexibilizaron. No desaparecieron, pero el trámite es menos burocrático. Eso tiene un lado positivo: bajan los costos, se acelera la certificación, y eso ayuda tanto al importador como al fabricante local. Hablamos de productos que necesitan certificaciones eléctricas, de eficiencia energética o relacionadas con gas. Ahora se aceptan algunas certificaciones del exterior, y eso simplifica bastante.
Lo negativo sería que esta flexibilización no venga acompañada de controles. Es clave que los productos mantengan un estándar de seguridad. Veremos cómo se controla en la práctica. En el pasado, estos procesos eran muy costosos y lentos, así que en ese sentido se avanzó.
¿Qué aspectos considerás clave al elegir un proveedor logístico?
Tiene que ser parte del equipo. En comercio exterior es fundamental contar con un buen equipo de trabajo, y los operadores logísticos forman parte de eso. Se necesita flexibilidad, capacidad de adaptación a distintas urgencias y tipos de operativas. No es lo mismo un insumo para una fábrica que puede frenar una línea de producción, que un producto terminado con una urgencia comercial distinta.
El operador logístico debe aportar información precisa y adaptarse a variables constantes: clima, conflictos internacionales, regulaciones que cambian. Por ejemplo, cuando Brasil implementó medidas para autos eléctricos, la demanda de contenedores aumentó y eso afectó toda la ruta Asia-Sudamérica. Todo incide: tarifas, espacios en buques, disponibilidad. Por eso es clave que el proveedor sea proactivo, que trabaje en conjunto y se anticipe a los problemas para reducir demoras y costos.
¿Qué es el dumping y cómo se maneja desde el sector?
El dumping ocurre cuando un país exporta un producto a otro a un precio menor que el que vende en su propio mercado. Eso puede dañar a la industria local del país que lo recibe. Para aplicar una medida antidumping tienen que comprobarse esas dos condiciones: subsidio en origen y daño a la industria local.
Desde el lado del importador, nos ha tocado gestionar productos alcanzados por estas medidas. Antes, esas medidas podían renovarse ilimitadamente cada cinco años. Ahora, con la nueva normativa, duran tres años y pueden renovarse por dos más. Me parece positivo que no se usen como barreras proteccionistas permanentes. Deberían servir para que el productor local mejore sus procesos, invierta, y logre ser competitivo.
Pero también hay factores estructurales que influyen: infraestructura, logística, transporte, rutas. Si logramos estabilidad macroeconómica y resolvemos esos temas, el productor local va a poder competir mejor.

¿Cómo ves hoy el movimiento de importaciones en tu sector?
Los volúmenes están creciendo, tanto en bienes finales como en insumos y bienes de capital. Pero todavía no crecieron significativamente. A pesar de cierta flexibilización, el sistema no está 100% operativo para todos. Por ejemplo, hoy no se puede pagar por anticipado, y eso complica a nuevos importadores que no tienen historial ni confianza con proveedores del exterior.
Creo que el año próximo habrá más competencia, tanto en este rubro como en general. Vamos a tener que adaptarnos, trabajar nuestros procesos, incorporar tecnologías y fortalecer los equipos de trabajo para poder competir.
Creo que estamos en buen camino con la desregulación del comercio exterior. Eso nos puede volver más competitivos. Pero me parece fundamental remarcar que no hay que perder de vista la necesidad de mantener ciertos controles que aseguren un estándar en los productos que ingresan al país.
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