
Cada vez que nieva en la alta cordillera, el Paso Internacional Cristo Redentor se convierte en el epicentro de una escena repetida: miles de camiones varados, demoras en exportaciones, sobrecostos operativos y redes de abastecimiento alteradas a ambos lados de la frontera.
Si bien estos fenómenos meteorológicos se repiten cada invierno, las interrupciones prolongadas evidencian la alta dependencia de esta vía y la falta de alternativas equivalentes en la red logística regional.
Situado a casi 3.200 metros sobre el nivel del mar, este corredor conecta Mendoza con la región central de Chile y cumple una función vital: canaliza cerca del 70% del tránsito terrestre bilateral. La ruta forma parte del corredor bioceánico que une el Atlántico con el Pacífico, y es considerada uno de los ejes logísticos más relevantes de Sudamérica.
Las condiciones climáticas extremas, con acumulaciones de nieve que superan los 50 centímetros, hielo sobre la calzada y viento blanco, obligaron a interrumpir nuevamente la circulación en junio. Más de 1.200 camiones permanecen detenidos del lado argentino, activando protocolos de emergencia.
Nevadas que paralizan la logística
Durante la temporada invernal, las condiciones meteorológicas en la cordillera suelen provocar cierres preventivos del Paso Cristo Redentor debido a la acumulación de nieve, la baja visibilidad y el riesgo de congelamiento de frenos. Estas interrupciones afectan directamente la continuidad operativa del principal corredor terrestre entre Argentina y Chile, con impacto en los tiempos de tránsito y cumplimiento de entregas.
Las consecuencias logísticas se amplifican ante cargas sensibles a la temperatura, como alimentos frescos o medicamentos, que pueden deteriorarse tras largos períodos de inmovilización. A esto se suman mayores consumos de combustible para calefacción, la necesidad de mantener condiciones mínimas de seguridad para los choferes y la reprogramación de rutas y plazos. La detención de cientos de camiones en la zona de frontera genera, además, desajustes en los flujos logísticos de ambos países.
Una complejidad en la cadena de abastecimiento
No se trata solo de una interrupción vial. El cierre del Paso Cristo Redentor tiene una gran repercusión en cadena que alcanza a centros de distribución, rutas provinciales, aduanas, puertos y otros nodos logísticos de ambos países. La congestión se extiende a los accesos a la cordillera y obliga a reprogramar operaciones, lo que implica mayores costos para las empresas y dificultades para cumplir con los plazos establecidos.
La logística de última milla también experimenta complicaciones: cuando los centros de acopio intermedios no reciben mercadería en tiempo y forma, las cadenas de comercialización enfrentan faltantes y las industrias que dependen de insumos importados deben ajustar su producción. En algunos casos, las demoras se traducen en aumentos de precios o en la necesidad de redefinir esquemas de distribución.

Falta de alternativas ante una vía saturada
Si bien existen otros pasos fronterizos a lo largo de la cordillera, la mayoría no tiene capacidad operativa para absorber el volumen que hoy gestiona el Cristo Redentor. Las limitaciones de infraestructura, la falta de pavimentación o de personal en aduanas y controles hacen que esta vía siga siendo, en la práctica, la única opción viable durante gran parte del año.
Esto convierte a cada cierre en una advertencia: no contar con rutas complementarias consolidadas debilita el sistema y expone al país a interrupciones logísticas cada vez más costosas.
Cierres estacionales que exponen limitaciones estructurales
Las condiciones meteorológicas en alta montaña continúan generando demoras y paralización del tránsito en el Paso Cristo Redentor, con un volumen significativo de camiones detenidos a la espera de la reapertura. Esta situación vuelve a poner en evidencia la concentración operativa en un único corredor y su exposición a fenómenos climáticos estacionales.
El análisis de esta recurrencia permite identificar la necesidad de fortalecer la infraestructura existente y avanzar en alternativas logísticas que garanticen continuidad operativa, especialmente en períodos críticos como el invierno.
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