La tensión entre Irán e Israel amenaza las rutas marítimas y dispara los precios del diésel

El conflicto en Medio Oriente suma presión a las cadenas logísticas globales, mientras las acusaciones cruzadas en la ONU exponen el creciente riesgo para el comercio de petróleo y productos refinados

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Las rutas marítimas del Golfo Pérsico y el Mar Rojo, ejes centrales del comercio global de petróleo, gas y productos refinados, se han convertido en un nuevo campo de disputa geopolítica entre Irán e Israel.

El conflicto, que se intensificó en junio con ataques cruzados y amenazas de bloqueo, ya tiene consecuencias concretas en la logística internacional: aumentan los costos del transporte marítimo, se alteran rutas comerciales y crece la incertidumbre energética.

Durante una sesión del Comité de Seguridad Marítima de la Organización Marítima Internacional (OMI), ambos países se acusaron mutuamente de poner en peligro la seguridad de la navegación y la estabilidad del comercio internacional. La delegación iraní denunció ataques contra su infraestructura energética en la costa del Golfo, mientras que Israel responsabilizó a Irán por financiar y apoyar militarmente a los hutíes en Yemen, cuyos ataques a barcos comerciales en el Mar Rojo han paralizado rutas vitales.

“La seguridad marítima internacional y la cadena mundial de suministro de energía están en juego”, advirtió Irán, al tiempo que volvió a amenazar con cerrar el Estrecho de Ormuz, por donde circula cerca del 20% del crudo y productos refinados del planeta. Esta vía estratégica, que conecta el Golfo Pérsico con el mar Arábigo, es utilizada por buques provenientes de Kuwait, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, principales exportadores de diésel a Europa.

La situación ha obligado a muchas embarcaciones a evitar las aguas iraníes, encareciendo los costos de flete y extendiendo los tiempos de entrega. Algunas agencias marítimas ya comenzaron a redireccionar rutas y a reforzar medidas de seguridad, lo que repercute directamente en la eficiencia logística global.

Impacto inmediato: suba en los precios del diésel

Uno de los efectos más visibles de esta crisis es la escalada de los precios del diésel. Desde el inicio de la ofensiva entre Israel e Irán el 13 de junio, el crudo Brent subió un 10%, pero el diésel lo hizo en mayor proporción: el precio de referencia del gasoil bajo en azufre en Europa aumentó casi un 15%. La disparada, que agrava una tendencia previa de escasez e inventarios bajos en Europa y Estados Unidos, tiene un fuerte impacto en el transporte terrestre, tanto privado como comercial.

El continente europeo es especialmente vulnerable. Su dependencia del diésel importado es alta: en 2024, el 44% de su demanda total de petróleo fue destinada a este combustible, y más de una quinta parte provino de compras en el extranjero. Medio Oriente fue uno de los principales proveedores, con 831.000 barriles diarios enviados al mercado mundial, según la firma Kpler.

La incertidumbre en torno a la estabilidad de las rutas desde esa región genera un efecto en cadena. En primer lugar, limita la disponibilidad inmediata de diésel, elevando los precios. En segundo lugar, presiona a los consumidores europeos —hogares e industrias— que dependen de este recurso para calefacción, transporte y procesos productivos.

Uno de los efectos más
Uno de los efectos más visibles de esta crisis es la escalada de los precios del diésel. Desde el inicio de la ofensiva entre Israel e Irán el 13 de junio, el crudo Brent subió un 10% (Imagen: Shutterstock)

Ganadores inesperados: refinerías europeas

Paradójicamente, el repunte del precio del diésel se ha traducido en ganancias extraordinarias para las refinerías del continente. Los márgenes de refinación aumentaron más del 30% desde el inicio del conflicto, alcanzando niveles no vistos en más de un año. Esto ocurre incluso en un contexto de alza del petróleo crudo, una situación inusual, ya que normalmente los márgenes tienden a achicarse cuando suben los insumos.

Sin embargo, este beneficio coyuntural no resuelve un problema estructural: tras el embargo al petróleo ruso por la invasión a Ucrania, Europa se vio obligada a diversificar sus proveedores de diésel. Muchos de esos suministros provienen ahora de países como India o Turquía, donde las refinerías a veces utilizan crudo ruso, lo que plantea un dilema regulatorio y ético.

Bruselas ya trabaja en una propuesta para cerrar esta brecha legal, con la intención de prohibir productos refinados que deriven, directa o indirectamente, del petróleo ruso. Pero la trazabilidad técnica de esos insumos es limitada: los crudos se mezclan y es casi imposible determinar el origen exacto de cada lote de diésel.

La geopolítica como variable logística

La escalada entre Irán e Israel pone de manifiesto cómo las tensiones geopolíticas pueden tener efectos directos e inmediatos sobre las cadenas de suministro. El transporte marítimo de hidrocarburos, altamente concentrado en rutas específicas, queda expuesto a bloqueos, ataques o decisiones unilaterales que alteran la disponibilidad y el precio de la energía.

En este escenario, los operadores logísticos y energéticos globales se ven forzados a reaccionar en tiempo real ante un entorno volátil y fragmentado. La OMI, que debe actuar como garante de la seguridad marítima internacional, enfrenta el desafío de preservar su neutralidad técnica mientras crecen las presiones políticas en su seno.

El conflicto en Medio Oriente no solo pone en riesgo a los buques que navegan por rutas clave, sino que también instala un nuevo foco de incertidumbre en el ya complejo mapa logístico global. A corto plazo, la presión sobre el diésel podría intensificarse. A largo plazo, el reordenamiento de las rutas marítimas y los flujos energéticos parece inevitable.