
“Lo más importante del área de logística es contar con información precisa para tomar decisiones”, afirma Aníbal. Con una amplia trayectoria en operaciones, destaca que su trabajo no se limita al movimiento físico de productos, sino que implica gestión transversal, análisis constante y un servicio integral que conecta producción, comercialización y consumo.
¿Cómo explicarías tu rol a alguien que no conoce el mundo de la logística?
La logística es un área transversal dentro de cualquier compañía. No se trata solo del movimiento físico de productos. También abarca tareas administrativas, planificación, abastecimiento y análisis. A veces la gente piensa que logística es mover camiones, pero el proceso empieza mucho antes: cuándo hay que emitir la orden de compra, cuándo tiene que llegar un producto, cuándo tiene que estar disponible en una góndola o en un distribuidor.
Hay que tener en cuenta temporadas, prever abastecimientos, manejar tiempos e información. Por ejemplo, un producto que vemos en diciembre para Navidad empezó su proceso tal vez en junio, con desarrollo, orden de producción, embarque y entrega. Y a veces no llega terminado, sino que pasa por procesos internos antes de salir al mercado. La logística gestiona todo eso.
¿Qué diferencias encontrás entre la logística de productos domiciliarios y la de soluciones más complejas o industriales?
En mi caso, para productos grandes, como bombas de alto caudal para municipios, el proceso es distinto. Hay desarrollos técnicos, plazos más largos —de 70 a 90 días—, y no podés fallar. Si mandás una bomba a 1500 kilómetros, tiene que funcionar. Por eso los equipos se prueban, se certifican y salen con trazabilidad.
No es solo entregar el producto. Hay que garantizar que cumple con todo lo requerido: calidad, normativa energética, funcionamiento. Y eso también es parte del trabajo logístico.
Porque la logística es servicio. Puede ser solo la entrega de un producto, pero también incluye asegurar que ese producto cumpla con todas las condiciones que requiere el cliente. Desde la trazabilidad hasta la certificación. Y hoy en día, eso es fundamental.
¿Cómo se manejan los imprevistos o los problemas operativos que surgen en el día a día?
Siempre hay que tener un plan A, un B y un C. La cadena de abastecimiento no es lineal. La pandemia, por ejemplo, nos obligó a desarrollar proveedores nuevos, cambiar orígenes, probar calidades, certificar productos en tiempo récord.
Hoy, si un producto no llega a tiempo, hay que buscar alternativas: otro proveedor, otro canal de entrega u otro producto compatible. A veces incluso hacemos entregas directas si el distribuidor no llega. El objetivo es no comprometer el nivel de servicio. Hay que tener margen operativo, backups, y sobre todo flexibilidad.
Hablaste de percepciones. ¿Cómo se mide la importancia de una entrega en logística?
Depende de quién lo recibe. Para alguien, que no le llegue un celular puede ser algo menor. Para otro, puede ser lo más importante del día. Lo mismo con una bomba de agua: si es para un edificio, es urgente; si es para un municipio, afecta a miles de personas. Cada caso tiene su impacto. Lo importante es entender esa percepción del cliente y responder en consecuencia.
¿La planificación y el análisis de información también son parte del área logística?
Totalmente. Hay distintos departamentos involucrados: planificación, administración, desarrollo de producto y comercial. La logística sola no puede existir sin una buena articulación con los demás sectores. Trabajamos sobre una cadena de abastecimiento y el eslabón más débil de esa cadena es el que más atención requiere. Ahí es donde hay que poner los recursos, la información, los refuerzos.
El recurso humano sigue siendo clave. Todavía no estamos en un modelo 100% automatizado, y no todos los productos permiten ese tipo de inversión. Por eso, el trabajo de las personas representa gran parte de la operación.

Trabajaste tanto en operadores logísticos como en empresas que contratan esos servicios. ¿Qué aprendiste de estar en ambos lados?
Muchísimo. Desde el operador logístico ves un montón de industrias distintas, algo que no vivís como dador de carga. La exigencia es distinta, tenés que responder a 20 o 30 clientes con necesidades diferentes. Eso te da una flexibilidad, una capacidad de adaptación, que es clave en este rubro.
La logística es un cambio constante. Si no te gusta esa dinámica, este no es tu lugar. Pero si te gusta, es apasionante. Y creo que la resiliencia se construye en ese contexto.
¿Qué es lo que te sigue motivando después de tantos años en el sector?
El aprendizaje constante y la posibilidad de transmitir lo aprendido. Empecé en logística cuando todavía no se llamaba así. Era programación y control de producción. Ver cómo evolucionó todo eso es impresionante. Pero si los sistemas fallan, hay que saber cómo resolver desde lo básico. Y para eso, necesitamos seguir formando personas.
La tecnología es clave, sí, pero necesitamos profesionalizar al recurso humano: capacitar, enseñar y acompañar. Ese es el camino.
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