
“En países limítrofes, el costo adicional puede ser del 8% sobre el valor FOB, mientras que en Argentina puede llegar al 80%”, destaca Santiago sobre las complejidades particulares que presenta el país para la gestión del comercio exterior. Con casi un siglo de trayectoria familiar en el sector, analiza además el rol crucial que cumple el trabajo en equipo para garantizar el éxito operativo.
¿Cuáles son los desafíos que enfrentan hoy los despachantes de aduana en Argentina?
Son los mismos desafíos que venimos manejando desde hace tiempo: adaptarnos a nuevas normas, resoluciones y cambios constantes, incluso en los valores del dólar. Eso impacta directamente en nuestros clientes, que deben reconfigurar sus operaciones. Nosotros trabajamos para asesorarlos y facilitarles el comercio exterior dentro de todos esos cambios.
¿Cómo se compara la tarea del despachante argentino con la de estos profesionales en otros países?
En los países desarrollados el comercio exterior es más sencillo. Hasta se pagan menos derechos de importación. Hoy recibimos muchas consultas de gente interesada en importar, por ejemplo desde Asia, pero al analizar los costos, especialmente los derechos, eso muchas veces los frena. En países limítrofes, el costo adicional puede ser del 8% sobre el valor FOB, mientras que en Argentina puede llegar al 80%. Ahí entendés por qué en otros lugares parece todo “más barato”.
¿Cómo se mantienen actualizados ante tanto cambio normativo?
Principalmente nos informamos a través del Boletín Oficial, que publica todas las resoluciones. También estamos en contacto constante con organismos del Estado como la Aduana o la Secretaría de Industria. En este último tiempo, con el nuevo gobierno, hubo muchos cambios positivos que facilitaron el comercio exterior y redujeron costos. Estar en contacto con organismos y bancos nos permite brindar información actualizada.
¿Qué podés decir sobre la logística y el transporte en relación con el comercio exterior?
Tenemos muy buenos servicios en Argentina. En transporte terrestre creo que hoy los costos son un poco altos comparados con otros países, pero lo que hay que mejorar sí o sí son las rutas. No es un tema menor: mejorar las rutas agilizaría muchísimo el comercio, sobre todo para llegar a puertos, depósitos fiscales o aeropuertos. Eso haría una gran diferencia.
¿Sentís que el sector acompaña la evolución tecnológica?
Sí. Hay empresas tecnológicas que brindan servicios que agilizan mucho los procesos y reducen errores, porque todo se hace por sistema, no manualmente. El desafío ahora es que la Aduana actualice sus propios sistemas, que tienen muchos años. Sabemos que están trabajando en eso y es clave que se logre.
¿Y puertas adentro cómo manejan la tecnología?
La usamos muchísimo. Creamos interfaces para procesar automáticamente la información que nos pasan los clientes. A veces manejamos cargas muy grandes, con muchos contenedores o muchos ítems. La tecnología nos permite hacer despachos paralelos y documentar más de 3000 operaciones mensuales. Sin eso sería imposible.
¿Conviene especializarse por rubros o se puede abarcar todo?
Hay despachantes que se dedican a un solo rubro. Nosotros trabajamos con varios: autopartes, textil, retail, laboratorios, entre otros. Lo importante es tener unidades especializadas por industria. Cada sector tiene sus particularidades, su forma de operar, su lenguaje. Podés abarcar varios, pero necesitás equipos que entiendan cada uno.

¿Cuáles son las claves para lograr eficiencia en las operaciones?
El trabajo en equipo. En comercio exterior intervienen muchas áreas que tienen que estar alineadas. Cada rol es importante, desde quien genera el despacho hasta quien hace la verificación física. El desafío es que todos entiendan la importancia de su parte y también la del otro. Si eso no está claro, el sistema no funciona.
Hablando de trabajo en equipo, nos comentaste sobre tu afición al rugby, ¿el deporte te aportó herramientas para el liderazgo?
Sí, muchísimo. En mi caso el rugby me enseñó muchas cosas: esfuerzo, constancia, trabajo colectivo, saber que nada se logra de un día para el otro. Hoy los chicos buscan todo rápido, pero el deporte te enseña que hay que practicar, que el esfuerzo del otro influye en el resultado del equipo.
Me marcó mucho. Una vez, en una charla, Enzo Francescoli dijo: “Para ser campeón, un equipo necesita tener un buen vestuario”. Lo mismo pasa en el trabajo: necesitás buen clima, buen equipo. Lo técnico viene después.
¿Qué expectativas tenés hoy sobre el sector, en este contexto local e internacional?
Estamos en un momento especial. Creo que este gobierno tomó muchas medidas para normalizar y facilitar el comercio exterior. Claro que también hay incertidumbre global, con lo que pasa entre Estados Unidos y China, y eso afecta. A nivel local, al ser un año electoral, hay más sensibilidad. Pero las medidas tomadas permiten a las empresas proyectar. Y proyectar es clave. Antes había muchas resoluciones sin plazos claros. Hoy hay fechas concretas y eso permite organizarse. Además, se eliminaron varias trabas como retenciones, impuestos y regulaciones que encarecían o demoraban las operaciones. Se avanzó muchísimo en poco más de un año.
¿Cuál es tu reflexión sobre el modelo que debería seguir Argentina?
Creo que hay que buscar el equilibrio. Argentina tiene producción, campo, industria, necesita importar también. Como se dice, hay que ir por la avenida del medio. No es un extremo ni el otro. Hay que integrar todo y gastar solo lo que entra, no más. Ese es el desafío.
¿Te gustaría dejar algún mensaje final?
Sí. Está muy bien abrir las importaciones y facilitar el comercio, pero no hay que perder los controles. Hay mercaderías sensibles: productos eléctricos, cosméticos, elementos de seguridad, juguetes. Es necesario mantener ciertas exigencias para cuidar a la gente. Apertura sí, pero sin descontrol.
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