
La historia de la mansión de Jardines del Pedregal y su vínculo con Silvia Pinal y Alejandra Guzmán revela una trama de afectos, distancias y reconciliaciones familiares que trasciende el simple valor material de la propiedad.
La casa, ubicada en el exclusivo barrio en Ciudad de México, no solo fue el escenario de la vida de una de las figuras más emblemáticas del cine mexicano, sino también el epicentro de tensiones y reencuentros entre madre e hija.
Cuando Alejandra Guzmán alcanzó sus primeros éxitos como cantante, optó por abandonar la residencia materna, una decisión que marcó un punto de inflexión en su relación con Silvia Pinal.

En la bioserie “La Guzmán”, se retrata cómo Alejandra, al independizarse económicamente, eligió dejar atrás la casa que consideraba símbolo de la dedicación de su madre a la carrera artística, en detrimento del cuidado familiar.
La joven artista, tras adquirir su primer automóvil, un ‘vocho’ rojo, se distanció de lo que llamaba “la sombra de La Pinal”, buscando forjar su propio camino lejos de la influencia materna.
Este alejamiento resultó doloroso para Silvia Pinal, quien, según la dramatización de la bioserie, expresó su preocupación por el futuro de su hija al decir: “La vida de Alejandra se va a descarrilar muy pronto”.
La partida de Alejandra coincidió con el inicio de sus problemas de adicciones, lo que intensificó la inquietud de la actriz. No obstante, la relación entre ambas no quedó rota de manera definitiva. Alejandra regresó en varias ocasiones a la mansión, especialmente tras rupturas sentimentales, encontrando en la casa un refugio temporal.

La mansión del Pedregal fue mucho más que una propiedad para Silvia Pinal. La actriz consideraba este lugar su único hogar y el refugio de su familia.
La historia de la adquisición de la casa se remonta a una sugerencia de su padre, Luis G. Pinal, quien antes de fallecer en 1951 le recomendó comprar el terreno en el Pedregal de San Ángel.
Silvia Pinal logró concretar la compra a plazos, pero fue hasta 1954, tras firmar un contrato de exclusividad con Gregorio Walerstein para la película Cabo de hornos y recibir 65 mil pesos, que pudo materializar su sueño de construir la residencia.
La actriz explicó a TVyNovelas: “Cambiar tanto de residencia crea el complejo de no tener casa. Por eso decidí hacer esta y no me he salido de ahí nunca. Es duro el reclamo de no tener un pasado: no tienes amigos, no echas raíces... Por eso me aferré a la idea de esta casa a la que siempre vuelvo por lejos que vaya a un viaje”.

La planeación de la casa estuvo a cargo de Manuel Rosen Morris, arquitecto reconocido por su trabajo en la alberca y el gimnasio de los Juegos Olímpicos de 1968 y por proyectar la casa de Mario Moreno “Cantinflas”.
Silvia Pinal le pidió una casa grande y con alberca, deseando que la piscina fuera de tamaño olímpico. Sin embargo, al ver la obra terminada, se sorprendió por sus dimensiones y solicitó reducirla hasta alcanzar un tamaño más manejable. “Aquí aprendieron a nadar todos mis hijos y nietas”, relató la actriz.
El interior de la mansión ha sido documentado en imágenes de Caras y en el programa Hoy, que en 2019 mostró detalles como una alberca con historia propia, obras de arte, una mesa de billar, decoración japonesa y abundante vegetación.
Uno de los elementos más destacados es el cuadro que el muralista Diego Rivera pintó para Silvia Pinal, ubicado detrás de un sillón blanco. La actriz recordó en Hoy: “Significa mucho porque ese cuadro yo me lo gané. (No me cobró) pero eso no lo sabía yo. Por eso no quería, yo no tengo dinero, ¿con qué le pago? Yo no sabía ni qué decirle y me sentía como una idiota. Cómo me cansaba yo, porque eran las horas enteras, era cansadísimo”.

La mansión también ha sido escenario de momentos clave en la cultura mexicana: allí se filmó la película María Isabel y se escribió el guion de Viridiana de Luis Buñuel. A lo largo de los años, la casa se consolidó como un espacio cargado de recuerdos y vivencias para la familia Pinal.
Tras el fallecimiento de Silvia Pinal el 28 de noviembre de 2025, la apertura de su testamento reveló que la mansión del Pedregal se dividió en tres partes entre sus hijos Sylvia Pasquel, Luis Enrique y Alejandra Guzmán.
No obstante, la parte principal de la residencia, la que habitó la propia Silvia, fue destinada a Alejandra. Así, la cantante heredó la casa de la que en su juventud huyó, cerrando un ciclo vital y afectivo en el que la propiedad se transformó en símbolo de reconciliación y legado familiar.
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