
A simple vista, es fácil confundir a una foca con un león marino. Ambos son mamíferos acuáticos, comparten una forma corporal similar y pasan parte de su vida tanto en el mar como en tierra, sin embargo, detrás de esa apariencia semejante se encuentran diferencias anatómicas, de comportamiento y de hábitat que permiten distinguir a estos dos animales que pertenecen al grupo de los pinnípedos, palabra que en latín significa “pies con aletas”.
De acuerdo con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA) de Estados Unidos, las focas verdaderas, también conocidas como “focas sin orejas”, pertenecen a la familia Phocidae. Su característica más visible es la ausencia de pabellones auriculares externos, es decir, solo poseen pequeños orificios auditivos a los lados de la cabeza.
En contraste, los leones marinos forman parte de la familia Otariidae, conocida como de las “focas orejilargas”. Este grupo sí posee pabellones auriculares externos visibles, lo que da origen a su apodo.
El Fondo Internacional para el Bienestar Animal (International Fund for Animal Welfare, IFAW) detalla que el tamaño es otra diferencia significativa. Las focas suelen ser más pequeñas, aunque hay excepciones, por ejemplo, los elefantes marinos del sur pueden alcanzar hasta cuatro mil kilogramos de peso, mientras que las pequeñas focas del Baikal apenas llegan a los 100 kilogramos.
En comparación, los leones marinos varían menos, pues el de Steller, el más grande de su grupo, puede pesar alrededor de mil 100 kilogramos, y el más pequeño, el león marino de Galápagos, apenas 80 kilogramos.
Por otro lado, las focas presentan aletas delanteras y traseras cortas, cubiertas de pelo y con largas garras en cada dedo. Estas extremidades no son muy funcionales para desplazarse en tierra, lo que las obliga a moverse arrastrando el vientre, de manera similar a una oruga. Los leones marinos, en cambio, poseen aletas delanteras mucho más largas, cubiertas de piel y sin pelo. Pueden rotar sus aletas traseras hacia adelante para “caminar” o incluso galopar en tierra firme, una ventaja evolutiva que les permite desplazarse con mayor agilidad fuera del agua.
Dos estilos de vida bajo el mar

Las diferencias físicas se reflejan también en la forma en que ambos animales se mueven y se comunican. En el agua, las focas nadan utilizando principalmente sus aletas traseras, que mueven de lado a lado para impulsarse, como si fueran la cola de un pez. Esta técnica les permite desplazarse con fluidez, aunque no son las nadadoras más veloces del océano.
Los leones marinos, por su parte, se impulsan con sus aletas delanteras, que baten de arriba hacia abajo como las alas de un ave bajo el agua. Según el IFAW, esta adaptación les permite alcanzar velocidades de hasta 40 kilómetros por hora, convirtiéndolos en los nadadores más rápidos entre los pinnípedos.
En tierra, las focas tienen cuerpos redondeados y se desplazan lentamente, impulsándose con movimientos ondulantes del abdomen. Los leones marinos, en cambio, pueden rotar sus extremidades y “caminar” erguidos, lo que les permite incluso trepar sobre rocas o estructuras costeras.
El comportamiento social y comunicativo también distingue a ambos grupos; según la NOAA, las focas son animales más reservados y silenciosos. Emiten suaves gruñidos, rugidos o siseos, pero en general se comunican poco, excepto en momentos de apareamiento o para advertir sobre la presencia de depredadores.
En contraste, los leones marinos son altamente sociables y ruidosos, su característico “ladrido” se escucha a grandes distancias. Se congregan en grupos llamados “manadas” o “balsas”, donde interactúan constantemente mediante un repertorio de gruñidos y bramidos.
El IFAW destaca que los segundos poseen un oído especialmente agudo tanto dentro como fuera del agua, aunque no existen pruebas de que utilicen ecolocalización como los delfines. Las primeras, por su parte, se comunican de manera más sutil. Un comportamiento curioso observado en las focas grises es su hábito de aplaudir con las aletas para ahuyentar rivales o atraer pareja, un gesto que muchas personas asocian con el entrenamiento en cautiverio, pero que tiene un propósito natural en la vida silvestre.
En cuanto a las similitudes, tanto focas como leones marinos comparten una visión excepcional. Poseen una membrana llamada tapetum lucidum detrás de los ojos, que mejora la visión nocturna al reflejar la luz dentro del globo ocular. Gracias a esta estructura, similar a la que tienen los gatos, pueden ver con claridad en aguas profundas o durante la noche, lo que resulta vital para especies de hábitos submarinos, como el elefante marino, que busca presas en zonas donde la luz apenas penetra.
Hábitat y convivencia con los humanos

La distribución geográfica de estos mamíferos también muestra diferencias importantes. Las focas habitan en regiones polares, templadas y tropicales, con preferencia por el Atlántico Norte, el Pacífico Norte y el Océano Austral. Dependiendo de la especie, pueden encontrarse en playas arenosas, salientes rocosos, plataformas de hielo o incluso en aguas dulces, como es el caso de la foca del Baikal, que vive en un lago de Siberia.
Los leones marinos, en cambio, se concentran en zonas costeras e insulares de aguas subárticas y tropicales del hemisferio norte y sur. Una curiosidad es que no existen leones marinos en el Atlántico Norte, una región dominada exclusivamente por las focas. Los leones marinos prefieren costas rocosas y playas abiertas, y no es raro verlos descansar sobre muelles, espigones o embarcaciones en zonas portuarias, una muestra de su alta capacidad de adaptación al entorno humano.
Tanto la NOAA como el IFAW subrayan la importancia ecológica de estos animales dentro de los ecosistemas marinos, pues son depredadores que ayudan a mantener el equilibrio de las poblaciones de peces y cefalópodos, sin embargo, ambos grupos se enfrentan al cambio climático, la contaminación marina, las redes de pesca y la pérdida de hábitats costeros.
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