
Perdonar es mucho más que un acto moral o espiritual: es un proceso que genera cambios medibles en el cerebro y en la salud emocional de las personas. Estudios recientes en neurociencia muestran que el perdón permite liberar emociones negativas como el rencor y el odio, reduciendo la tensión interna y promoviendo un estado general de bienestar.
Zonas del cerebro que se activan al perdonar
Durante el proceso de perdonar, se activan principalmente tres regiones cerebrales: la corteza prefrontal dorsolateral, la corteza prefrontal ventromedial y la corteza cingulada anterior.
De acuerdo a la doctora Judith Salvador Cruz, investigadora de la FES Zaragoza, estas áreas están vinculadas con el control cognitivo, una función que permite regular emociones, suprimir impulsos automáticos y tomar decisiones conscientes.
Dentro de este control cognitivo, la corteza prefrontal ventral izquierda ayuda a modificar asociaciones emocionales previas y a inhibir respuestas automáticas de enojo o deseo de venganza.
Por su parte, la corteza dorsolateral y posterior contribuye a la reevaluación racional de situaciones, facilitando la reinterpretación de los daños desde una perspectiva empática o comprensiva.

Evidencia científica sobre el control cognitivo y el perdón
Investigaciones como la de Moritz Maier (2018) han confirmado la importancia de estas funciones ejecutivas. En su estudio, la inhibición de la corteza prefrontal dorsolateral generó comportamientos más vengativos en los participantes, evidenciando que el control cognitivo intacto es clave para perdonar y regular impulsos negativos.
La teoría de la mente y la percepción de la sinceridad
Además de las funciones ejecutivas, perdonar activa la teoría de la mente, la capacidad de inferir y comprender los estados mentales de otros, como sus intenciones o emociones. Esta habilidad es esencial para discernir si un arrepentimiento es genuino o no, y para decidir cuándo y cómo ofrecer el perdón.
Anatomía cerebral y predisposición al perdón
La anatomía cerebral también influye en la disposición al perdón. De acuerdo al estudio Neuroanatomical correlates of forgiving unintentional harms (2017), un mayor volumen de materia gris en el surco temporal superior anterior izquierdo se asocia con mayor facilidad para perdonar daños no intencionales, mostrando que la capacidad de perdonar no depende solo de la cultura o la educación.
El sistema nervioso simpático y el impacto fisiológico del perdón
Desde el punto de vista fisiológico, el perdón reduce la activación constante del sistema nervioso simpático, responsable de la respuesta de estrés. Al disminuir esta hiperactividad, se reducen la ansiedad, la irritabilidad y el riesgo de daños físicos y psicológicos, generando un efecto protector sobre el organismo.

Perdonar como reorganización cerebral y emocional
Perdonar no es señal de debilidad, sino un acto liberador que transforma el cerebro. Al soltar el rencor, se activan redes neuronales de bienestar y empatía, se fortalece el control emocional y se mejora la salud física y mental.
En la página de la UNAM, indica que la neurociencia confirma que el perdón no solo beneficia al otro, sino que también reorganiza nuestro propio cerebro hacia un estado más saludable y equilibrado.
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