Rebeca Orozco, la mujer que pasó 5 días bajo los escombros del Edificio Nuevo León y sobrevivió al terremoto del 85

La mujer remomoró que estuvo bajo los escombros por cinco días antes de ser rescatada

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(Zurisaddai González/Infobae)
(Zurisaddai González/Infobae)

En el Memorial del 85 de Tlatelolco, frente a vecinos y voluntarios, Rebeca Orozco Barrientos volvió a contar la historia que la marcó para siempre. Este 19 de septiembre de 2025, a cuatro décadas del terremoto que destruyó el Edificio Nuevo León, su voz tembló al recordar cómo pasó cinco días bajo los escombros junto a su esposo Óscar.

“Yo soy la señora Rebeca Orozco Barrientos. Soy superviviente del edificio Nuevo León de la entrada D ciento catorce. Ahí estuve cinco días en los escombros junto con mi esposo. Ya nos sacaron al quinto día y, bueno, yo creo que algunos ya conocen la historia de lo que nos pasó, pero, pues han pasado cuarenta años y estos cuarenta años, mmm, pues es resiliencia”, comenzó.

“Era como un chip en el cerebro, no se olvida”

Rebeca describió el momento en que el sismo de magnitud 8.1 sacudió su hogar. “No pudimos salir del departamento, era demasiado fuerte, nos levantaba hacia arriba, hacia los lados… la puerta se atoró, ya no pudimos salir. Entonces, nos quedamos en la puerta de la recámara y ahí, Óscar me abraza y yo hasta me hice más chiquita porque yo vi que empezó… era oscilatorio, nos movía para un lado, para otro lado. Y cuando ya fue trepidatorio, se abren las paredes y se empieza a caer todo”.

(UNAM)
(UNAM)

En segundos, el edificio se vino abajo.

“Siento que nos jalan de los pies, se hunde el edificio y vamos hacia el sótano… el techo aprisionándonos como si alguien estuviera arriba de nosotros y nos venía aprisionando, aprisionando el techo. Fue algo bien, bien difícil, muy duro. Pero, gracias a Dios, no nos cayó encima la losa. Cedió y entonces yo no lo podía creer. Era como un… yo decía: ‘Es un sueño, es una pesadilla’. Y abría los ojos y los cerraba”.

Cinco días de oscuridad y resistencia

Bajo las ruinas, la pareja vivió momentos de desesperación. Óscar perdió una mano. “Yo me acerco a su brazo izquierdo y ya fue cuando me doy cuenta que ya no tiene la mano. Eran unos huesitos… le hago el torniquete. Y entonces ya empezamos a gritar: ‘Auxilio, socorro, sáquennos de aquí, estamos atrapados’. Pero no, nadie nos escuchaba porque, pues era un caos ese día”.

(Captura de pantalla/Multimedios)
(Captura de pantalla/Multimedios)

El tiempo se volvió confuso. “Gritábamos tanto que yo creo nos cansamos de tanto gritar y nos quedamos como dormidos. Entonces, yo pensé que ya había pasado, que era el mismo día y no… Nos despertó el segundo temblor que empezó a moverse. Había como mucha agua y parecía que estábamos en un barco”.

A pesar del miedo, Rebeca nunca se rindió. “Yo decía: ‘Él se va a morir y no sé qué voy a hacer. No, pues yo me muero junto con él’… Pero no, gracias a Dios no, no hice eso. Y entonces ya le dije yo a él, digo: ‘Controla tu dolor con la mente’. Y parece que sí resultó porque él empezó a calmarse un poquito”.

(Jovani Pérez/Infobae)
(Jovani Pérez/Infobae)

El sonido de los perros de rescate

La esperanza llegó con un ladrido. “Le digo: ‘Óscar, oye, se escucha un perrito que está chillando… pobrecito, también ha de estar atrapado’. Pero no, no era el perrito atrapado, eran los perritos de rescate… Que ya estaban buscando”.

Fue entonces cuando escucharon la voz de los rescatistas. “Empiezan a hablar: ‘Sabemos que hay gente con vida. Den tantos golpes’. Entonces empezamos a golpear. Él empezó, Óscar también a golpear con una piedra y yo también. Y fue cuando ya nos dicen: ‘Ya los tenemos localizados, ya sabemos que están con vida, los vamos a sacar, no se preocupen’”.

Se lleva a cabo la ceremonia ritual (Zurisaddai González/Infobae)

El rescate y una nueva vida

Después de cinco días de angustia, la luz entró entre los escombros. “Fue cuando ya meten una cámara que tenía mucha luz y alumbraba todo… Hasta que por fin abrieron. Bajan los rescatistas y ya lo sacan a él… y gracias a Dios, ya lo sacaron. Me sentí yo más tranquila”.

Rebeca salió con lesiones en la columna y marcas imborrables en la memoria. “Les doy gracias a Dios, gracias a todos los rescatistas que estuvieron. Todos ellos”.

A cuatro décadas, su mensaje es de fortaleza y gratitud: la vida, dice, se sostiene en la memoria de quienes sobrevivieron y en la preparación de quienes vendrán.