
México es un país donde la violencia forma parte del día a día, con asesinatos, desapariciones y crímenes de alto impacto en la agenda constante. Sin embargo, entre tanta brutalidad, hay un tipo de criminal que sigue siendo poco común —o al menos poco visibilizado—: el asesino serial.
A diferencia de otros países donde estos casos han captado atención internacional, en México los asesinos seriales suelen quedar fuera del foco o se diluyen entre los muchos otros delitos sin resolver. Aun así, hay expedientes que destacan por la frialdad con la que actuaron los responsables, la recurrencia de sus crímenes y, sobre todo, porque nunca se supo quiénes fueron.
En distintos momentos y estados del país, al menos cinco casos revelan un patrón: víctimas elegidas bajo un mismo perfil, modos de ejecución repetidos y escenas marcadas con una firma particular. Lo más inquietante es que, pese a las investigaciones, ninguno de los responsables fue identificado ni detenido hasta ahora.
El estrangulador solitario

El Estrangulador Solitario fue un asesino en serie que sembró el miedo en el entonces Distrito Federal (hoy Ciudad de México) entre finales de 1969 y la primera mitad de 1970. Su identidad nunca fue confirmada, pero diversos testimonios y reportes policiales lograron delinear un perfil básico que permanece como uno de los pocos datos concretos sobre este criminal.
Este perfil se obtuvo principalmente a partir de declaraciones de testigos, como recepcionistas y empleados de hoteles donde las víctimas fueron vistas por última vez con el sospechoso, así como de análisis de la policía basados en el modus operandi repetitivo.
Se trataba de un hombre joven, probablemente entre 25 y 28 años, de piel morena y complexión alta. Destacaba por su cabello largo y su nariz afilada, además de un aspecto limpio y cuidado que contrastaba con la brutalidad de sus actos.
Según varios testigos, conducía un Ford Falcon, vehículo que utilizaba para desplazarse por el centro histórico de la capital. También se le relacionaba con los nombres falsos y se cree que podría haber ejercido como sexoservidor, lo que en la época añadía un estigma que complicó las investigaciones.
Su modus operandi era meticuloso y sistemático: elegía hombres entre 20 y 75 años, a quienes atraía a hoteles o apartamentos de paso situados en el corazón de la ciudad. En estos espacios, el asesino los estrangulaba utilizando cinturones, cuerdas o fajas.
La selección de las víctimas era variada, incluyendo empleados bancarios, obreros, un profesor universitario de la UNAM y hasta un teniente coronel, lo que sugiere que el móvil no se basaba en el estatus social.
Los crímenes se cometían en lugares donde la discreción era común y la policía solía mirar con desdén: hoteles baratos y vecindades del centro, espacios frecuentados por personas marginadas o pertenecientes a la comunidad homosexual, que en esa época era objeto de discriminación y criminalización. Esta carga social habría llevado a que las autoridades a minimizar los asesinatos, con hipótesis tan absurdas como que las víctimas se habían suicidado o muerto en encuentros sexuales fallidos, en lugar de hacer una investigación exhaustiva.
El Estrangulador Solitario nunca fue capturado. El último homicidio registrado bajo su estilo fue el 5 de mayo de 1970, cuando fue asesinado el teniente coronel Benedicto Basilio Mena en el Hotel York.
El mataindigentes de Guadalajara
El terror generado por el “Mataindigentes” marcó a Guadalajara a finales de los años 80. Bajo el apodo de “Psicópata 7.65”, este asesino atacó principalmente a personas en situación de calle, a quienes mataba con un disparo en la cabeza usando un arma calibre 7.65, un patrón que se convirtió en su siniestra firma.

En medio de la creciente alarma social, las autoridades lograron detener a un hombre llamado Osvaldo. Sin embargo, su captura fue rodeada de dudas y controversias, pues mientras algunos medios lo señalaron como responsable de entre 12 y 14 asesinatos, otros lo vincularon únicamente con el homicidio de su pareja, dejando abierta la posibilidad de que fuera un chivo expiatorio.
Tras poco más de dos meses de terror, los crímenes cesaron y el caso se cerró, dejando el misterio sin resolver y una huella imborrable en la memoria colectiva.
Décadas después, en 2018, Guadalajara volvió a enfrentar una ola de asesinatos similares contra indigentes, esta vez con un método distinto: las víctimas fueron golpeadas con piedras en la cabeza mientras dormían en la vía pública.
En una sola semana, cinco personas en situación de calle fueron asesinadas, lo que despertó temores sobre un nuevo “Mataindigentes”. La Fiscalía de Jalisco inició investigaciones, aunque no se logró esclarecer ni detener al o los responsables, y el fenómeno volvió a diluirse en el olvido institucional.
El asesino de taxistas en el Estado de México

En 2006, comenzó a generarse alarma en el Estado de México por una serie de asesinatos que tenían en común un perfil de víctimas muy específico: taxistas y conductores de transporte público. Se cree que el asesino serial cobró entre 13 y 16 víctimas.
Todos los choferes fueron secuestrados durante la madrugada, entre la 1:00 y las 4:30 de la mañana. Posteriormente, las víctimas fueron asesinadas con una pistola calibre 45. Los cuerpos fueron encontrados envueltos en cobijas y atados con alambre recocido.
Las autoridades del Estado de México iniciaron investigaciones para tratar de identificar al responsable o responsables, pero no se revelaron detalles concluyentes al público.
El limpiador de Morelos

Entre marzo y mayo de 2022, en el estado de Morelos, un presunto justiciero anónimo conocido como “El Limpiador” cometió al menos tres asesinatos contra personas señaladas como agresores sexuales.
Las víctimas, encontradas dentro de maleteros de vehículos abandonados en lugares públicos, aparecían acompañadas de mensajes firmados por este vigilante, en los que advertía a otros criminales sexuales que podrían correr la misma suerte.
El entonces titular de la Fiscalía General de Morelos, Uriel Carmona, confirmó que la dependencia investigaba estos homicidios vinculados a “El Limpiador”, caracterizados por un mismo modus operandi. Frases como “Esto les pasa a todos los que anden robando niñas o haciendo cosas con mujeres y niñas” fueron encontradas junto a los cuerpos junto a su apodo, evidenciando una intención clara de justicia por mano propia.
El caso de “El Limpiador” ocurrió en un contexto de crisis de violencia e inseguridad en Morelos, donde la impunidad en delitos sexuales es recurrente y la desconfianza en las instituciones es alta. Aunque algunos sectores de la población vieron en él un justiciero que hacía lo que las autoridades no podían, especialistas y autoridades subrayaron los riesgos éticos y legales de la justicia extrajudicial, que carece de un debido proceso y puede afectar a inocentes.
El juguetero de Sinaloa

En Sinaloa, un caso macabro y peculiar ha marcado la historia criminal de la entidad: el asesinato de jóvenes con carritos de juguete colocados sobre sus cuerpos, una particular “firma” que ha sido vinculada a un presunto justiciero conocido como “El Juguetero”. Hasta agosto de 2019, se registraron al menos cinco homicidios con este mismo modus operandi, todos contra presuntos ladrones de vehículos.
La última víctima confirmada en aquel año fue Carlos “N”, quien horas antes había robado una camioneta a dos mujeres en la colonia Chapultepec, Culiacán. Su cuerpo fue encontrado en un lote baldío del fraccionamiento Villa Fontana con severas huellas de tortura y al menos seis carritos de juguete colocados encima, presumiblemente como una advertencia basada en el número de unidades robadas.
Los cuerpos de otras víctimas aparecieron en distintos puntos de la ciudad, como estacionamientos de supermercados, afuera de hospitales y en zonas públicas, siempre con juguetes colocados encima, incluyendo carritos y hasta un helicóptero de juguete. Entre las víctimas identificadas estuvieron Jonathan “N”, Aarón Alberto “N” y Elier Obed “N”.
Aunque las autoridades inicialmente reportaron que ninguna víctima tenía antecedentes penales, se sospecha que formaban parte de una banda dedicada al robo de vehículos.
El caso llamó la atención nacional. Las autoridades exhortaron a la población a evitar la justicia por mano propia y reforzaron la vigilancia en zonas conflictivas.
En mayo de 2023, el caso pareció resurgir con un nuevo asesinato que presentó una particularidad inquietante: el cadáver de un hombre identificado como Jesús “N” fue encontrado ejecutado a balazos en la entrada del fraccionamiento Stanza Torralba, en Culiacán, con un carrito de juguete dentro de una caja de cartón colocado junto a él.
La víctima, que aparentemente circulaba en bicicleta antes de ser atacada, presentaba signos de violencia. Aunque no se ha identificado al asesino ni se sabe con certeza si el caso corresponde al mismo “Juguetero” de 2019, el símbolo del carrito de juguete permanece como una amenaza silenciosa en la ciudad.
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