
“Aprendí que hay que trabajar”, confesó Eduardo Yáñez al recordar su niñez en el Palacio Negro de Lecumberri. El actor relató que, aunque de niño sentía que vivía dentro de una historia de cómics, la convivencia diaria con reclusos en la cárcel de la Ciudad de México le enseñó que debía esforzarse y ayudar a su madre.
Esta experiencia, según sus palabras, le permitió entender que la vida de un preso era sumisa y que él nunca quiso vivir de esa manera. Así, desde muy joven, asumió la responsabilidad de aportar ingresos a su hogar, ya que nunca conoció a su padre y solo contaba con su madre para salir adelante.
Durante una entrevista con Sergio Mayer en su canal de YouTube, Eduardo Yáñez habló abiertamente sobre los momentos más dolorosos de su vida, los errores cometidos y el proceso personal que ha seguido para superarse.

El actor de telenovelas se mostró sincero al abordar las heridas emocionales que arrastra desde la infancia, la ausencia paterna y el abuso sufrido en su entorno cercano, factores que influyeron en su carácter y en la manera en que se relaciona con los demás.
La madre de Yáñez trabajaba como celadora en el penal de Lecumberri y, al no tener con quién dejarlo, lo llevaba consigo durante sus jornadas laborales. El actor tenía cerca de seis años cuando comenzó a convivir con criminales, sin comprender la peligrosidad del lugar. A pesar de ello, nunca sintió miedo, ya que los reclusos apreciaban mucho a su madre y lo acogieron con afecto.
“Podía convivir con ellos, y además te daban consejos. Ellos no tienen un niño ahí todos los días, cuando me vieron a mí decían ‘Doña Maru, préstame a Lalito’”, recordó el actor, quien también destacó que su madre siempre procuró protegerlo.
La estricta disciplina de su madre, de carácter fuerte, marcó profundamente a Yáñez. Él mismo reveló que ella solía golpearlo cuando se portaba mal, lo que contribuyó a forjar su personalidad.
Aunque en su infancia no comprendía del todo el entorno en el que crecía, el actor reconoció que aprendió valores fundamentales como la responsabilidad, el trabajo y la superación.
Motivado por las historias y consejos de quienes veía cada día en el penal, Yáñez comenzó a vender gelatinas, paletas y a lustrar zapatos en su colonia.

Estas actividades, impulsadas por la necesidad de ayudar en casa y por las enseñanzas recibidas en Lecumberri, lo prepararon para enfrentar la vida adulta. La convivencia con los internos y la ausencia de su padre lo llevaron a entender desde pequeño que debía esforzarse para sobrevivir y salir adelante.
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