Cuál es el origen de la frase “lo agarraron como al Tigre de Santa Julia”

El hombre que adquirió ese apodo fue un bandolero del porfiriato

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José de Jesús Negrete Medina
José de Jesús Negrete Medina fue el verdadero nombre del "Tigre de Santa Julia". Foto: Mediateca INAH.

En el vasto repertorio de frases populares mexicanas, pocas han trascendido tanto como “Lo agarraron como al Tigre de Santa Julia”. Detrás de esta expresión, que se usa para describir a quien es sorprendido en una situación especialmente embarazosa o vulnerable, se esconde la historia real de un hombre que, entre fugas espectaculares y una vida marcada por el delito, se ganó un lugar en la memoria colectiva: José de Jesús Negrete Medina, mejor conocido como el Tigre de Santa Julia.

Nacido en 1874 en Cuerámaro, Guanajuato, Negrete creció en el seno de una familia ligada al orden y la disciplina, ya que su padre era agente rural, los encargados de la seguridad de caminos y haciendas durante la época del porfiriato.

De acuerdo con información publicada por Infobae, José de Jesús Negrete buscó un puesto de mayor prestigio; ingresó al ejército, aunque, según distintas versiones, su analfabetismo o su implicación en el robo del cuartel de Tacubaya le impidieron ascender y acabó siendo expulsado o desertando en 1904.

Jesús Negrete fue fusilado en
Jesús Negrete fue fusilado en 1910 en la cárcel de Belén (foto: DeGolyer Library, Southern Methodist University)

Desligado de la vida militar, José de Jesús Negrete se trasladó a la Ciudad de México, instalándose en el barrio de Santa Julia. Pronto, el joven exmilitar volcó su energía en actividades delictivas, debutando con un asalto a la Hacienda de Aragón.

Este acto no pasó desapercibido y José de Jesús Negrete fue arrestado, junto con sus cómplices, y enviado a la Cárcel de Belén. Ahí comenzaría a forjarse la leyenda del Tigre de Santa Julia: tras asesinar a dos guardias durante su fuga de la prisión en 1905, no solo sobrevivió, sino que ganó el apodo por el que sería recordado eternamente.

Con audacia y violencia como sus marcas registradas, el ahora conocido como “Tigre de Santa Julia” perpetró nuevos asaltos, incluyendo el robo al edificio de correos y las municiones de artillería de una gendarmería, además de sumar asesinatos –entre ellos, el de un miembro de la policía– a su expediente criminal.

El padre del Tigre de
El padre del Tigre de Santa Julia fue miembro del cuerpo de Rurales, una de las fuerzas militares del porfiriato. Crédito: Museo Legislativo de la Cámara de Diputados

Su comportamiento temerario, sumado a un carisma singular y una reputación de mujeriego (al punto de, según algunas versiones, liderar una banda compuesta por mujeres), lo convirtieron en protagonista de corridos y crónicas de la época, donde las fugas y sus delitos se entrelazaban con la exageración popular.

Con el paso del tiempo, los celos y conflictos dentro de su círculo cercano llevaron a que algunas de las mujeres de la banda del Tigre de Santa Julia aceptaran colaborar con las autoridades para entregarlo, cansadas de las disputas internas y motivadas por un soborno.

El episodio que daría origen a la famosa expresión sucedió cuando el Tigre acudió a una comida organizada por Guadalupe Guerrero, una de sus amantes. Ignoraba que después de llegar la casa fue rodeada de policías, decididos a capturarlo de una vez por todas.

El Tigre logró escapar del asedio inicial, pero su huida tuvo un inusual tropiezo: durante la búsqueda posterior, los agentes lo encontraron defecando, víctima de una diarrea causada, según relatan las crónicas, por los alimentos consumidos en el convite.

José de Jesús Negrete escapó
José de Jesús Negrete escapó de prisión asesinando a dos guardias. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Fue así que lo aprehendieron, dando lugar a la icónica frase: “Lo agarraron como al Tigre de Santa Julia”, expresión que desde entonces acompaña a quien es sorprendido en un instante de gran desventaja o vulnerabilidad.

A partir de su captura, el Tigre de Santa Julia trató sin éxito de obtener la libertad a través de amparos legales y fue finalmente condenado a muerte. La víspera de su ejecución, recibió un traje de charro y un sombrero del alcaide de la cárcel, cumpliendo su deseo de morir vestido de negro.

El Tigre de Santa Julia rehusó confesar sus pecados ante los sacerdotes que le visitaron, brindó con coñac y enfrentó al pelotón de fusilamiento a las 6:27 de la mañana del 22 de diciembre de 1910.