Cuando la IA va en tren bala y muchos aún caminan: inclusión digital en deuda

Para muchas personas mayores de 60 años, esta avalancha de desarrollos puede generar una profunda sensación de exclusión y desvinculación

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Por Sergio Castellanos Gamboa
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Por Sergio Castellanos Gamboa El autor es profesor investigador del FAIR Center de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey. Foto: (Infobae)

Un mundo más rápido, una realidad más lejana.

Mientras el mundo avanza a pasos agigantados en innovaciones tecnológicas, nos sumergimos cada vez más en una realidad digital y virtual. Hoy la información viaja de un extremo al otro del planeta en milésimas de segundo, y basta un clic o un toque en la pantalla para acceder a un sinfín de posibilidades. Pareciera que los límites desaparecen y que todo está al alcance de todos. La inteligencia artificial (IA) generativa llegó para quedarse y convertirse en aliada tanto en tareas cotidianas como en labores sofisticadas.

Si bien esto es cierto para una parte importante de la población, especialmente las generaciones nativas, para millones de personas adultas mayores dicha narrativa de accesibilidad total es más mito que realidad. Con frecuencia, el avance tecnológico se transforma en una barrera; en lugar de acercar, puede aislar.

Exclusión tecnológica en la vejez

Para muchas personas mayores de 60 años, esta avalancha de desarrollos puede generar una profunda sensación de exclusión y desvinculación. Nuevas herramientas, plataformas y tendencias tecnológicas no solo son difíciles de seguir: también alteran códigos de comunicación, dinámicas familiares y formas tradicionales de resolver problemas. El resultado es que muchas personas adultas mayores se sienten relegadas, aisladas o simplemente desconectadas de una sociedad que cambia demasiado rápido.

Un estudio realizado* por el FAIR Center de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey arroja resultados interesantes sobre el vínculo entre salud financiera, vulnerabilidad a fraudes y el uso de IA como herramienta de apoyo para esta población. A continuación, abordo algunos de los descubrimientos.

¿Qué saben y qué piensan de la IA?

En cuanto al conocimiento y uso de herramientas de inteligencia artificial, los resultados muestran un panorama mixto. El 72% de las y los adultos mayores encuestados dijo haber escuchado hablar de plataformas como ChatGPT, Alexa, Siri o Google Assistant, pero al mismo tiempo, el 46% admitió no saber realmente qué son.

Solo el 21% reportó haber usado alguna herramienta de IA para buscar información o tomar decisiones financieras. De estos, el 63% encontró que la experiencia fue útil para

mejorar su salud financiera, aunque en términos generales, la mayoría de la muestra se mostró indiferente respecto a la utilidad de la IA en temas financieros.

Una cifra especialmente relevante: el 57% no confiaría en consejos financieros generados por IA, a pesar de que el 33% reportó haber sido víctima de fraude financiero en el pasado. Este dato subraya la desconfianza que aún existe frente a lo digital, incluso en comparación con riesgos ya vividos en el mundo físico.

Personalizar la IA para un mundo más analógico

Estos hallazgos nos invitan a repensar el desarrollo tecnológico desde una lógica más humana y menos tecnocéntrica. No basta con que la IA esté disponible: debe ser accesible, comprensible y relevante para quienes aún no se han subido al tren digital.

Aquí es donde la personalización puede jugar un papel clave.

La IA ofrece oportunidades sin precedentes para adaptarse a distintos contextos culturales, sociales y generacionales. Pero esto requiere voluntad de diseño y sensibilidad gerontológica. Llevar la IA a un mundo más analógico implica entender que no todas las personas navegan al mismo ritmo ni por las mismas rutas.

Un llamado a la justicia tecnológica

Este no es un simple llamado a la alfabetización digital. Es un llamado a la justicia tecnológica. Las personas adultas mayores tienen derecho a participar plenamente en la vida financiera y digital, y eso solo será posible si las herramientas que creamos los consideran desde el inicio. Forzarlas a adaptarse sin acompañamiento o sin considerar sus necesidades específicas no es inclusión: es exclusión disfrazada.

Las instituciones financieras, los responsables de políticas públicas y la academia tenemos la responsabilidad de diseñar soluciones con y para ellas. No se trata de obligarlas a subir al tren bala del mundo digital, sino de adaptar ese tren, o al menos construir andenes más accesibles.

*Nota: La encuesta realizada por el FAIR Center se aplicó a 1,758 personas adultas mayores en 13 ciudades de México, con el objetivo de evaluar su salud financiera, su vulnerabilidad ante fraudes financieros y su disposición a incorporar herramientas de IA como posibles consejeros financieros.

De las personas encuestadas, el 60% fueron mujeres, un dato relevante ya que este grupo tiende a tener menor acceso a educación financiera y mayor exposición a riesgos de fraude. Además, el 50% tenía estudios de licenciatura o más, lo que indica un alto nivel educativo dentro de la muestra.

En cuanto a su situación de vida, más del 75% vivía acompañado de familiares o cónyuges, mientras que un 22% vivía solo. El 44% estaba jubilado, pero también había personas desempleadas, con negocio propio o trabajando como asalariadas. A pesar de mostrar altos niveles de inclusión financiera (medida como acceso y uso de productos financieros), alrededor de un tercio no contaba con ahorros de emergencia o de largo plazo, lo que refleja una situación financiera frágil en la última etapa de la vida.

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