
La madrugada del 30 de junio de 2025, Culiacán despertó con una escena de terror. Cuatro cuerpos decapitados colgaban de un puente vehicular. Debajo, una camioneta blanca cubría otros 16 cadáveres apilados, todos con huellas de tortura y tiro de gracia.
Una manta, clavada al vehículo como si fuera una lápida improvisada, lanzaba insultos a Los Chapitos y proclamaba la llegada de un “nuevo Sinaloa”.
Según la periodista Anabel Hernández, en el más reciente capítulo de su podcast Narcosistema, la masacre no fue un acto aislado, sino el mensaje calculado de Fausto Isidro Meza Flores, alias El Chapo Isidro, quien decidió declarar la guerra a los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán tras un ataque dirigido contra la familia de su socio, Óscar Manuel Gastélum Iribe, mejor conocido como El Músico.

Un agravio imperdonable
De acuerdo con lo expuesto por la autora de Los Señores del Narco, todo comenzó a finales de abril, cuando un grupo armado al servicio de Iván Archivaldo Guzmán Salazar, líder de Los Chapitos, irrumpió en varios domicilios de familiares de El Músico en Culiacán.
Las víctimas no estaban relacionadas con el conflicto entre Los Chapitos y La Mayiza, ni con actividades delictivas, señala Hernández, pero aun así fueron saqueadas, secuestradas y, posteriormente, desaparecidas.
El ataque provocó una reacción inmediata. El Chapo Isidro, quien comanda las Fuerzas Especiales de Isidro, llamó directamente a Iván Archivaldo Guzmán. Según Hernández, en esa conversación telefónica, el hijo de El Chapo intentó deslindarse del operativo contra El Músico, argumentando que sus sicarios habían actuado sin su autorización.

En un gesto de apaciguamiento, entregó los cuerpos sin vida de los familiares desaparecidos de El Músico, junto con a los responsables del ataque, para que Chapo Isidro decidiera su destino.
Lejos de calmar los ánimos, el gesto marcó un punto de no retorno. Meza Flores, exlugarteniente del Cártel de los Beltrán Leyva, no solo consideró el ataque como una traición, sino como un acto de provocación directa.
En mayo, la periodista también reportó que El Chapo Isidro había lanzado un ultimátum a El Chapito, a quien le dio dos opciones: abandonar Sinaloa o enfrentar la muerte.
La declaración de guerra
La escena del 30 de junio fue, según la experta en temas de seguridad y narcotráfico, el acto inaugural de esa ofensiva. Los cuerpos, tanto los colgados como los apilados, no solo buscaban aterrorizar a la población, sino enviar un mensaje directo a Iván y Alfredo Guzmán Salazar, así como a sus aliados, entre ellos Alfredo Beltrán Guzmán (El Mochomito) y Jorge Abraham Canobbio (El Bronto).

Los cuerpos exhibidos eran presuntamente sicarios de Los Chapitos. Algunos de ellos, según Hernández, habrían sido entregados por sus propios compañeros, luego de que dejaran de recibir pagos de Los Chapitos por sus servicios desde mayo, cuando comenzaron a reducir recursos y abandonar a sus operadores, lo que provocó deserciones, filtraciones y traiciones internas.
La ofensiva de Chapo Isidro no se limitó a un solo acto. En los días posteriores al ataque inicial, se reportaron enfrentamientos, narcobloqueos, vehículos incendiados y levantones en distintas zonas de Culiacán, Los Mochis y Guasave.
Según fuentes de inteligencia citadas por la periodista, el grupo Fuerzas Especiales Isidro ha logrado avanzar hacia el corazón del territorio dominado por Los Chapitos, contando incluso con apoyo de algunos sectores de la población civil harta de la actual situación.
El rompimiento del equilibrio criminal

La relación entre Chapo Isidro y los Chapitos no siempre fue de confrontación. Por años existió un pacto de no agresión entre las distintas facciones del Cártel de Sinaloa, incluidas las encabezadas por los Guzmán, los Zambada y los remanentes del grupo Beltrán Leyva.
Pero ese equilibrio se rompió luego de julio de 2024, cuando Los Chapitos supuestamente traicionaron a Ismael “El Mayo” Zambada, entregándolo a las autoridades estadounidenses.
Esa traición detonó una guerra interna sin precedentes. Los Chapitos lograron tomar ventaja durante varios meses, sin embargo, Anabel Hernández asegura que el ataque a la familia de El Músico habría cruzado una línea que ni la guerra contra los Zambada había rebasado.
Esa acción movilizó a Chapo Isidro, quien había permanecido en segundo plano durante el conflicto.
Según la periodista, aunque el futuro inmediato es incierto y la violencia continúa en Sinaloa, hay algo que estaría claro: que la hegemonía de los hijos de El Chapo está en declive: “Los Chapitos ya son historia. Van a vivir mientras se sigan escondiendo”, sentenció.
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