“La Línea”: el mini ejército del Cártel de Juárez que transformó la historia del narcotráfico

La militarización de los cárteles y la compra de autoridades redefinieron el poder en el norte del país; nuevas alianzas y traiciones abrieron una era de violencia sin precedentes

Guardar
La militarización del narcotráfico en
La militarización del narcotráfico en México impulsó la creación de facciones como La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez. (Imagen Ilustrativa Infobae)

El narcotráfico en México ha experimentado múltiples cambios a lo largo de la historia y muchos ha mejorado sus operaciones debido al entrenamiento especial que han tenido, como fue el caso de La Línea, la facción principal del Cártel de Juárez, originalmente diseñadas para ser la unidad ejecutora, contando con la presencia de policías y militares entrenados en combate urbano.​

Es así como bajo el liderazgo de Carlos Arturo Quintana Quintana, alias “El 80”, esta facción logró comprar varias fuerzas policiales municipales y cooptar operadores políticos en el noroeste de Chihuahua para facilitar las operaciones de narcotráfico del Cártel en Ciudad Juárez y a través de la frontera entre Estados Unidos y México.

Con esta capacidad de infiltración y control institucional se marcó un punto de inflexión en la autonomía y poder de los llamados “pequeños ejércitos” del crimen organizado mexicano.

El rompimiento de una tregua frágil

Bajo el liderazgo de 'El
Bajo el liderazgo de 'El 80', La Línea cooptó fuerzas policiales y operadores políticos en Chihuahua para fortalecer el control del Cártel de Juárez. (Imagen Ilustrativa Infobae)

El 4 de noviembre de 2019, la brutalidad de estos grupos quedó expuesta cuando una caravana de la familia LeBarón, compuesta por 17 miembros, fue emboscada cerca del municipio de Bavispe, en el estado de Sonora.

El ataque, que dejó nueve ciudadanos estadounidenses muertos —tres mujeres y seis niños—, no fue obra de los carteles tradicionales, sino de dos organizaciones menos conocidas: Los Salazar, vinculados al Cartel de Sinaloa y activos en Sonora, y La Línea, con fuerte presencia en Chihuahua, según una investigación de 2019 de InSight Crime.

Durante años, la familia LeBarón había denunciado la presencia y amenazas de grupos criminales en la frontera noroeste de México. En 2009, dos de sus familiares fueron secuestrados y asesinados en Chihuahua.

Sin embargo, tiempo después, la convivencia entre la familia y Los Salazar en Sonora se había mantenido en relativa paz y según InsightCrime, un integrante de la familia relató a The Washington Post que el trato “básicamente, consistía en que ‘no los molestamos si ustedes no nos molestan a nosotros’”.

Esta frágil tregua se rompió en los meses previos a la masacre, cuando surgieron rumores de una escalada en la guerra territorial. De acuerdo con la misma fuente, Los Salazar habrían solicitado a la familia LeBarón, residentes de La Mora, que evitaran comprar combustible en Chihuahua, argumentando que esa acción beneficiaba económicamente a sus rivales de La Línea, mientras que los del otro bando, interpretaron esto como la posible incursión de Los Salazar en Chihuahua como una amenaza directa.

Ante esta situación, el general Homero Mendoza, antiguo jefe de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), explicó que la respuesta de La Línea fue enviar un mensaje violento para reafirmar su control sobre la carretera que conecta Sonora, Chihuahua y la frontera con Estados Unidos, rutas que resultan esenciales para el contrabando de drogas, migrantes y otras actividades ilícitas altamente lucrativas.

El ataque a la familia LeBarón fue, en este contexto, una demostración de fuerza destinada a disuadir a sus rivales y consolidar su dominio territorial pero el surgimiento de estos “pequeños ejércitos” se remonta a la tercerización de la seguridad por parte de los cárteles más poderosos de México.

El origen de los mini ejércitos del narco

La ruptura de la tregua
La ruptura de la tregua entre la familia LeBarón y Los Salazar derivó en una escalada de violencia en Sonora y Chihuahua. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Originalmente, estas organizaciones tenían un carácter familiar y operaban a pequeña escala, pero con el tiempo se expandieron, incrementando sus ganancias y militarizando sus operaciones de narcotráfico.

La competencia por el control de los corredores de tráfico, conocidos como “plazas”, llevó a los cárteles a cobrar “piso”, un impuesto a cualquier grupo que traficara armas, personas o drogas por su territorio.

Este sistema de impuestos se convirtió en otra importante fuente de ingresos y para imponerse en las guerras territoriales, los cárteles recurrieron a la contratación de “soldados” dispuestos a combatir hasta la muerte.

Por un lado, el Cártel de Tijuana, liderado por la familia Arellano Félix, reclutó a miembros de la pandilla Logan Street de San Diego y les proporcionó armas y entrenamiento táctico. Por el otro, el Cártel del Golfo incorporó a ex integrantes del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales de México (GAFES), quienes más tarde formarían Los Zetas.

El Cartel de Sinaloa utilizó a la Organización Beltrán Leyva para crear un mini ejército apoyado por pandillas callejeras en la frontera, mientras que el Cartel de Juárez formó La Línea con agentes de policía activos y retirados, y colaboró con la pandilla Los Aztecas de El Paso.

Con el transcurso del tiempo, la estructura de los carteles mexicanos se volvió menos jerárquica. Las alas armadas adquirieron mayor autonomía financiera y operativa, lo que les permitió diversificar sus actividades criminales, incluyendo la extorsión a empresas locales y el secuestro.

Los Zetas, por ejemplo, terminaron separándose del Cartel del Golfo y se transformaron en uno de los grupos más violentos del país. La Línea también ganó notoriedad, llegando a figurar en la lista de los más buscados del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI). Quintana Quintana, su exlíder, fue arrestado en mayo de 2018 tras casi una década de actividad criminal.