
Rafael Caro Quintero, conocido como el “narco de narcos”, ha sido una figura central en la historia del narcotráfico en México, con una trayectoria que abarca desde el auge del Cartel de Guadalajara en la década de 1980 hasta su actual estatus en el que podría enfrentar pena de muerte o cadena perpetua.
Aunque recientemente es popularmente conocido por el secuestro, la tortura y el asesinato del agente especial de la DEA ‘Kiki’ Camarena, sus operaciones se originan tiempo atrás.
Pese a que su ascenso y descenso se dieron de manera repentina, su carrera criminal sentó las bases de lo que hoy en día es conocido como narcotráfico.
Los factores clave para consolidar su imperio

A los 29 años, Caro Quintero había acumulado una fortuna estimada en 500 millones de dólares, poseía 36 casas y controlaba unas 300 empresas en el área de Guadalajara, entre las que figuran empresas de bienes raíces, estaciones de gasolina y empresas agrícolas.
Además, en algunos casos, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ha nombrado empresas más pequeñas, incluso guarderías, como frentes de lavado de dinero con respecto a los carteles mexicanos de la droga.
Estos sólo pueden lavar pequeñas cantidades pero cuando se trata de empresas agrícolas y de bienes raíces pueden cubrir cantidades mucho más grandes de fondos ilícitos.
Su ascenso meteórico y su capacidad para amasar tal riqueza en tan poco tiempo lo convirtieron en una leyenda dentro del mundo criminal mexicano debido a que continuó dirigiendo su organización de narcotráfico gracias a la colaboración de familiares y socios externos.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo acusó de distribuir decenas de miles de toneladas de marihuana a través de México y hacia Estados Unidos. Por lo que, tanto la consolidación de las rutas de tráfico de drogas entre México y Estados Unidos como la sofisticación de las redes de lavado de dinero fueron claves que permitieron a Caro Quintero expandir su influencia y poder económico.
Esto se debe a que supervisó las operaciones del Cartel de Guadalajara en el Rancho Búfalo, ubicado en el estado de Chihuahua, al norte de México, donde tenía una plantación de marihuana con un valor de producción anual estimado en mil millones de dólares, según InsightCrime, fundación que investiga amenazas de seguridad nacional, en América Latina y el Caribe, lo que la convertía en una de las mayores fuentes de ingresos ilícitos de la época.
El Cartel de Guadalajara, bajo el liderazgo de Miguel Ángel Félix Gallardo, se consolidó como la única organización narcotraficante en México, extendiendo su red de corrupción a lo largo y ancho del país.
Este grupo fue responsable de establecer los primeros vínculos con las redes colombianas de narcotráfico, conexiones que aún perduran y definen el panorama actual del tráfico de drogas en la región.
Sin embargo, eso no fue todo, pues su carrera criminal sufrió un duro golpe en 1985, cuando fue arrestado poco después del asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena, pero años después se revelaría información que sugeriría que otra clave para dominar el narco en México aún en prisión, se debía a que mantenía contacto con figuras importantes dentro del tráfico de drogas.
Los nexos con ‘El Azul’

Una acusación formal emitida en el Distrito Central de California en junio de 1989 lo señaló como miembro del extinto Cartel de Guadalajara y lo identificó como el “cerebro” detrás del secuestro y asesinato de Camarena.
Además, la residencia de Caro Quintero fue identificada como el lugar donde el especialista de la DEA fue torturado y asesinado, un hecho que marcó un antes y un después en la relación entre México y Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico.
Tras la aparente disolución del Cartel de Guadalajara, Caro Quintero se mantuvo alejado del foco público. Sin embargo, su nombre volvió a resonar en 2013 cuando se reveló información que lo vinculaba con Juan José Esparragoza Moreno, alias ‘El Azul’.
Este vínculo resulta especialmente relevante, ya que esto sugiere que Caro Quintero aún mantenía lazos criminales con figuras clave del narcotráfico mexicano. Esparragoza Moreno ha sido considerado como un posible sucesor al liderazgo de la Federación de Sinaloa.
A lo largo de su vida, Esparragoza Moreno ha mantenido un perfil bajo, moviéndose entre los cárteles de Juárez y Sinaloa, y utilizando su papel como asesor para permanecer en un segundo plano.
Un funcionario de Estados Unidos explicó que Esparragoza Moreno supo “permanecer en un segundo plano”, lo que le permitió evitar la presión de las autoridades y posicionarse estratégicamente en ambas organizaciones. En los comunicados de prensa del gobierno mexicano, Esparragoza Moreno suele quedar fuera de las listas de los narcotraficantes más buscados, lo que evidencia su habilidad para operar en la sombra.
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