
En la década de 1970, Tom Michell, un joven británico que trabajaba como profesor en un internado masculino en Argentina, realizó un viaje a Uruguay que le cambiaría la vida para siempre.
Mientras caminaba por la playa en Punta del Este, se topó con una escena impactante: cientos de pingüinos cubiertos de petróleo yacían muertos a causa de un derrame en la zona.
Sin embargo, entre la tragedia, uno de ellos aún respiraba, y ese sobreviviente despertó en Michell un profundo impulso de salvarlo. A la pequeña ave, de apenas 60 cm y de la especie Magallanes, lo llamó Juan Salvador, dando inicio a una historia de vínculo y compasión que años después relató en su libro “Lo que aprendí de mi pingüino”.
El relato de Tom Michell

En su obra publicada en 2015, Tom cuenta cómo fue vivir los primeros momentos de esta historia: “Fue totalmente impulsivo, pero no sentí que tuviera opción. Era un animal en peligro y yo podía hacer algo. No dudé en rescatarlo”.
Después de ponerlo a salvo, Michell lo llevó a su departamento, donde lo lavó con agua y detergente, tratando de quitarle el petróleo.
A la mañana siguiente, con el sol apenas comenzando a salir, Tom ya tenía todo empacado y listo para partir. Sin embargo, antes de irse, decidió tomarse un momento para un último almuerzo. Dejó al pingüino en el baño del departamento, un lugar que consideraba seguro y fácil de limpiar, donde el ave podía descansar tranquilo mientras él salía.
El restaurante al que fue estaba casi vacío, con solo un par de mesas ocupadas. Tom pidió chicharrones, una ensalada y una botella de Malbec. Mientras esperaba la comida, sacó el libro que llevaba consigo, Juan Salvador Gaviota, y comenzó a leer.
Sin embargo, la concentración le resultaba difícil; su mente no podía dejar de pensar en todo lo vivido hasta ese momento y en lo que aún estaba por venir. Fue entonces cuando, de manera inesperada, un pensamiento claro cruzó su mente: “Ese tiene que ser el nombre del pingüino”.
Tom decidió bautizar al animal como Juan Salvador Gaviota, inspirado por la obra del mismo nombre. A partir de ese momento, la pequeña ave marina dejó de ser solo un ser rescatado y pasó a ser algo más: su pingüino, un compañero único con quien estableció un lazo que perduraría para siempre.
Del papel a la pantalla grande

El impacto de esta conmovedora historia inspiró al director británico Peter Cattaneo a llevarla a la pantalla grande, inmortalizando la relación entre Tom Michell y su amigo emplumado. La narrativa se ha convertido en un poderoso testimonio de la conexión entre el ser humano y la naturaleza, un lazo que trasciende las palabras.
La película, protagonizada por Steve Coogan y Jonathan Pryce, ofrece una mirada emotiva y esperanzadora sobre cómo la empatía y el cuidado mutuo pueden surgir incluso en circunstancias inesperadas.
La cinta no solo narra un acto de compasión, sino que resalta el vínculo profundo entre especies diferentes, mostrando que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos una necesidad fundamental de conexión.
El filme tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto el 6 de septiembre de 2024, antes de llegar a las salas de cine en Estados Unidos el 28 de marzo de 2025, y en Reino Unido el 18 de abril de este mismo año.
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