Cuando una mentira sacó a la Selección Mexicana del Mundial y manchó al futbol nacional para siempre

Este momento resultó ser un momento vergonzoso hasta para la afición

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(Zurisaddai González/Infobae)
(Zurisaddai González/Infobae)

Detrás de cada Copa del Mundo hay una narrativa de entrega, pasión y gloria. Es por esto que a un año de que inicie el Mundial 2026 recordamos algunas historias -tanto buenas, como malas- que han marcado a la Selección Mexicana.

En esta ocasión nos remontamos a abril de 1988, cuando México vivió uno de los episodios más oscuros de su historia futbolística: un fraude que rebasó la cancha, tocó las entrañas de la Federación Mexicana de Futbol (FMF) y terminó por borrar al Tri de Italia 1990.

El eco de ese golpe a la credibilidad del futbol mexicano todavía resuena.

¿Qué fue lo que pasó?

Todo comenzó en el Torneo Juvenil de la Concacaf de 1988, celebrado en Guatemala. México había tenido un buen rendimiento y se perfilaba para jugar el Mundial Sub-20 en Arabia Saudita.

Sin embargo, el periodista Antonio Moreno y Alfredo Ruíz publicaron una columna en Ovaciones que reveló algo escandaloso: algunos jugadores mexicanos superaban la edad permitida.

El golpe final llegó por televisión nacional, cuando José Ramón Fernández destapó el caso en su programa DeportTV.

El fraude que sacudió al futbol mexicano

La FIFA había advertido a las federaciones sobre no manipular las edades en torneos juveniles. Pero la Federación Mexicana de Futbol ignoró las señales y optó por intentar burlar el reglamento.

Las pruebas eran irrefutables: José Luis Mata Santacruz rebasaba la edad permitida por cuatro años; Gerardo Jiménez Cantú y José de la Fuente Guzmán por dos, y el capitán Aurelio ‘Chino’ Rivera Bueno por siete.

El escándalo escaló rápido. Guatemala y Estados Unidos denunciaron formalmente el hecho. Concacaf confirmó el engaño y descalificó a México del torneo, dándole el pase mundialista a Estados Unidos.

Pero el castigo fue mucho más allá: la Concacaf vetó de por vida a los dirigentes responsables, entre ellos Rafael del Castillo, presidente de la FMF. También quedaron fuera Rafael Lebrija, Manuel Aceves, Gilberto Morfín y otros miembros del consejo.

Francisco “El Potrillo” Avilán, entonces director técnico de la Sub-20, fue el único que no recibió veto: él mismo había advertido a la federación que los jugadores no cumplían con los requisitos.

Además, la PGR abrió una investigación por falsificación de documentos, pues los jugadores admitieron haber alterado sus actas de nacimiento con apoyo de la FMF.

Las consecuencias de un engaño monumental

La FIFA respaldó el castigo de Concacaf y decidió extender la sanción a todas las selecciones nacionales de México por dos años.

Con eso, el Tri quedó fuera de los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 y, de manera histórica, del Mundial de Italia 1990.

Fue la última vez que el equipo mexicano se perdió una justa mundialista, y esta vez no por clasificación, sino por trampa.

La afición reaccionó con incredulidad y vergüenza. En partidos de liga, los aficionados desplegaban pancartas pidiendo a la FIFA que perdonara al Tri. Pero el daño estaba hecho: la reputación del futbol mexicano quedó severamente herida y el escándalo fue cubierto por medios de todo el mundo.

Aficionados rogaron a la FIFA
Aficionados rogaron a la FIFA que la Selección Mexicana pudiera ir al Mundial de Italia de 1990. (Archivo Infobae)

El escándalo se llamó ‘El Cachirulazo’

El término “cachirul” venía del argot popular mexicano. A mediados del siglo XX, era común escuchar la palabra para referirse a algo falso o de dudosa procedencia.

En el futbol amateur, un “cachirul” era un jugador no registrado que se metía al partido con otro nombre para completar la plantilla.

Pero el mote también tiene un referente cultural: Cachirulo era un personaje del programa infantil Teatro Fantástico, interpretado por Enrique Alonso, un adulto que se disfrazaba de niño.

De ahí que los jugadores que se hicieron pasar por juveniles recibieran el apodo. La palabra se quedó para siempre como sinónimo de trampa en el futbol mexicano.

El “Cachirulazo” no sólo marcó a una generación de jugadores, sino que se convirtió en una herida abierta que obligó al futbol mexicano a replantearse su relación con la transparencia, la justicia deportiva y el profesionalismo.