Nació en la pobreza y tocaba el trombón, pero terminó siendo un dios del ring en la lucha libre mexicana

De origen humilde y con una historia marcada por esfuerzo, su camino lo llevó a brillar como figura histórica del pancracio nacional

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(Zurisaddai González/Infobae)
(Zurisaddai González/Infobae)

En un rincón olvidado del estado de Nuevo León, en 1922, nació un niño que crecería entre la tierra dura del campo, el sonido metálico del trombón y los sueños imposibles.

Durante años, su historia fue sumamente complicada: pobreza, escuela inconclusa y un destino aparentemente marcado. Pero ese niño, como se vería con el tiempo, no estaba dispuesto a quedarse en el lugar que le tocó al nacer.

El trombón, su primer ring

De acuerdo con la biografía escrita por Alejandro Muñoz Lomelí, desde pequeño, Blue Demon supo que su vida no podía limitarse a las labores del campo ni al trabajo agotador de su madre.

La escena que lo marcó fue simple, pero poderosa: “Le dolía ver a su madre en esa miseria, preparando todos los días sin descanso alimentos y lavando ropa para toda la familia.”

(bluedemon.mx)
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Entonces buscó algo distinto, algo que lo conectara con una parte de sí que aún no conocía: la creatividad.

Encontró esa chispa en la música. Se unió a la Banda Musical del Pueblo y aprendió a tocar el trombón, ese instrumento de viento que requería fuerza, precisión y ritmo.

“En la cual dio salida a su creatividad y sensibilidad por la música”, escribió su hijo.

Fue ese primer escenario, ese primer aplauso silencioso, el que le enseñó que el cuerpo también puede contar historias.

El ferrocarril como camino de escape

Alejandro Muñoz Moreno, nombre real de esta leyenda de la lucha libre, no tardó en decidir que el pueblo no era suficiente.

(bluedemon.mx)
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Observando a sus tíos que trabajaban en los Ferrocarriles de Monterrey, supo que la ciudad era el siguiente paso. Les comunicó a sus padres su deseo de irse, prometiendo que, si lograba estabilizarse, los llevaría con él. Así fue.

Ya en Monterrey, siendo apenas un adolescente, vivía con sus tíos y se ganaba la comida con tareas domésticas. Comenzó a pensar en la posibilidad de trabajar en los trenes y lo logró a los 17 años como peón de vía.

“Meses después alcanzaría el puesto de asistente de maquinista.”

Allí, entre rieles y vapor, conoció a Rolando Vera, luchador profesional que se convertiría en su maestro, su guía y su pasaporte a una vida completamente distinta.

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Durante tres años, Alejandro se entrenó con disciplina bajo la tutela de Vera en el “Círculo Mercantil de Monterrey”.

Su cuerpo, que antes había soportado la tierra del campo y las herramientas del tren, ahora aprendía llaves, caídas y resistencia emocional. Rolando Vera vio en él algo más que potencial: vio un futuro campeón.

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De la lona a la leyenda

El 31 de marzo de 1948, Alejandro debutó en la lucha profesional en Laredo, Texas, bajo un nombre que se convertiría en símbolo de poder, mística y respeto: Blue Demon.

Ganó ese día, mientras en Monterrey nacía su primer hijo. Su carrera y su familia arrancaban al mismo tiempo.

Después de abrirse camino en el norte del país, fue llamado a la Ciudad de México por Don Jesús Lomelí, quien buscaba talentos para la capital en plena Época de Oro de la lucha libre.

Con su máscara azul, Alejandro construyó no solo una carrera, sino un mito. “Su carrera se va consolidando poco a poco… empezando a hacerse notar como un rudo temible y reconocido al mismo tiempo como luchador con técnica".

Blue Demon y El Santo
Blue Demon y El Santo protagonizaron cientos de películas en los 50 y 60.

Tras una serie de épicas luchas y hasta una encarecida rivalidad con El Santo, Blue Demon pasaría más tarde a ser parte de los técnicos.

En 1964 debutó en el cine con Blue Demon, el Demonio Azul y, desde entonces, filmó 26 películas que lo convirtieron en figura internacional.

Su leyenda no paró ahí: se despidió oficialmente en 1988, pero regresó una última vez para humillar en el ring a El Rayo de Jalisco y El Matemático, arrebatándoles sus máscaras en combates memorables.

Mil Máscaras junto a Blue
Mil Máscaras junto a Blue Demon y el Santo.

Hasta el final, Blue Demon defendió tres cosas: su máscara, su dignidad y su sencillez. Nunca dejó de hacer ejercicio, y fue precisamente al volver del gimnasio de la Arena México que, el 16 de diciembre del año 2000, su corazón se detuvo. Tenía 78 años.

Murió como vivió: fiel a sí mismo, con la frente en alto, dejando huella.

Porque aquel niño que un día sopló su primer trombón en una banda de pueblo, se convirtió con sudor y voluntad en uno de los íconos más grandes que ha tenido México.