Cinco microviolencias más comunes, pero poco conocidas, contra las personas LGBT+

Escuchar con empatía, respetar, validar y aprender de los errores son claves para prevenir comportamientos que perpetúan prejuicios hacia las diversidades

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Las microviolencias hacia personas LGBT+
Las microviolencias hacia personas LGBT+ perpetúan roles tradicionales y silencian identidades, generando estrés emocional y limitando la visibilidad de la diversidad en entornos laborales, sociales y personales. Foto: (iStock)

Las microviolencias, también conocidas como microagresiones, son comportamientos o comentarios sutiles que, aunque a menudo pasan desapercibidos o se realizan sin intención de dañar, refuerzan estereotipos, jerarquías y exclusiones hacia personas LGBT+.

Estas acciones, que pueden parecer inofensivas o incluso bien intencionadas, tienen un impacto significativo en la salud emocional y el sentido de pertenencia de quienes las experimentan.

Un ejemplo común de microviolencia es preguntar a una pareja LGBT+ “¿quién es el hombre o la mujer en la relación?”. Este tipo de comentario perpetúa roles de género heteronormativos al asumir que una relación solo es válida si sigue el modelo tradicional de hombre-mujer.

En situaciones cotidianas, esto se traduce en preguntas como quién “lleva los pantalones” en una pareja de mujeres, lo que desvaloriza la diversidad en las formas de relacionarse y sugiere que las relaciones queer son incompletas o confusas.

Personas LGBT+ han luchado por
Personas LGBT+ han luchado por los derechos que históricamente les han sido negados. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Otro caso frecuente es la frase “a mí no me importa lo que seas, pero no lo andes diciendo”, que, aunque puede parecer tolerante, en realidad busca silenciar la identidad de la persona. Este tipo de comentario transmite la idea de que la identidad LGBT+ es aceptable solo si se mantiene oculta.

Un ejemplo de esto sería un jefe que pide a un empleado gay no hablar de su orientación sexual en la oficina para “evitar conflictos”. Este tipo de actitud fomenta el ocultamiento, genera vergüenza y obliga a las personas a camuflarse, lo que puede derivar en estrés emocional.

La suposición de que todas las personas son heterosexuales o cisgénero por defecto es otra forma de microviolencia. Este comportamiento, conocido como cisnormatividad, borra otras identidades y obliga a las personas LGBT+ a salir del clóset repetidamente.

Un ejemplo cotidiano sería preguntar a una mujer si tiene novio, sin considerar otras posibilidades. Este tipo de interacción crea un entorno donde la diversidad no es visible ni válida a menos que se explique, lo que puede resultar en un sentimiento de exclusión.

Decir a alguien que “está confundido” o que “es una etapa” también constituye una microviolencia, ya que desacredita la experiencia de las personas, especialmente de los jóvenes, al tratar su identidad como algo temporal o erróneo.

Reconocer y retroceder ante estas
Reconocer y retroceder ante estas microviolencias es un avance a favor de las diversidades y los derechos humanos. REUTERS/Daniel Becerril

Por ejemplo, si alguien se identifica como bisexual y recibe comentarios como “seguro te decides más adelante”, se desvalida su identidad y se genera inseguridad sobre si merece ser tomada en serio.

Finalmente, el uso de personas LGBT+ como entretenimiento o fetiche es otra forma de microviolencia. Esto ocurre cuando se reduce a las personas a estereotipos o roles para el consumo o la diversión de otros.

Ejemplos incluyen reírse de una persona gay porque “es muy graciosa” o considerarla un accesorio social por su estilo o personalidad. Este tipo de comportamiento deshumaniza y borra la complejidad de las personas, convirtiendo su identidad en un objeto de consumo.

Ante esto, existen recomendaciones para evitar estas microviolencias. Entre ellas, se destaca la importancia de escuchar con empatía sin asumir nada, respetar los tiempos, nombres y pronombres de cada persona, y validar las identidades ajenas sin cuestionarlas.

Además, se subraya la necesidad de reconocer si se ha cometido una microagresión, pedir disculpas y aprender de la experiencia. Detectar estas actitudes en uno mismo no debe ser motivo de culpa, sino una oportunidad para desarrollar conciencia y promover el cambio en lo cotidiano.