Cómo Andy López Beltrán, hijo de AMLO, ha utilizado su nombre para tener un “certificado de impunidad”, según Loret de Mola

El periodista recuerda en su columna de este martes, que Andrés Manuel Lópéz Beltrán pidió hace unos días que no se le llame Andy, sino que se le diga por su nombre completo

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Andrés Manuel López Beltrán, secretario
Andrés Manuel López Beltrán, secretario de Organización de Morena, durante su votación en la VI Sesión Ordinaria del Consejo Nacional del partido, el pasado 4 de mayo. Crédito: Cuartoscuro

En medio de una profunda crisis interna por los malos resultados electorales en Veracruz y Durango, así como por la bajísima participación ciudadana en la elección judicial, el nombre de Andy López Beltrán ha saltado al centro del incendio morenista. El hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador ha sido blanco de duros reclamos por parte de figuras del propio partido que, en un chat de WhatsApp, le espetaron: “No eres tu papá”.

La crítica no sólo fue personal: lo acusan de ineficaz como operador político, de sostener desplantes autoritarios y de entorpecer las estrategias electorales. En lugar de responder con autocrítica, Andy replicó con un grito que fue más alarmante que convincente: “¡Sí, soy mi papá!”

La escena, narrada en la columna Historias de Reportero del periodista Carlos Loret de Mola, publicada este martes bajo el título “Cuando tu nombre es tu certificado de impunidad”, exhibe el nerviosismo y descontento que vive Morena tras la jornada electoral.

Mientras la mayoría de los hijos de personajes públicos luchan por construir su propio camino, Andy parece abrazar con desesperación el legado de su padre. Su historial no le permite otra estrategia: como operador ha fracasado, y sobre su nombre pesan acusaciones documentadas de corrupción, tráfico de influencias y conflictos de interés. Su carta más fuerte no es su capacidad, sino su apellido. Si no se llamara Andrés Manuel López, posiblemente no ocuparía una dirigencia partidista... o incluso estaría enfrentando cargos legales.

La semana pasada, Andy protagonizó un momento que se volvió viral durante un podcast oficial de Morena, en el que declaró:

“Yo me llamo Andrés Manuel López Beltrán y mi más grande orgullo es llamarme como el mejor presidente que ha tenido este país. El llamarme Andy es demeritar eso… ojalá dejen de llamarme con diminutivos.”


Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

La frase acaparó titulares, opacando el objetivo central del podcast: defender la narrativa promovida por la presidenta Claudia Sheinbaum desde la mañanera, para maquillar los pobres resultados electorales del partido.

En Veracruz, la autodenominada “transformación” intentó deslindarse del PT y el PVEM, apostando por una candidatura exclusivamente morenista. Resultado: Morena pasó de gobernar 87 municipios a 71. Una estrategia fallida que, en lugar de fortalecer su base, evidenció fracturas internas.

En Durango, el panorama no fue mejor. Pese a una inversión económica y operativa considerable, Morena apenas logró quedarse con uno de los tres principales municipios. Andy incluso había declarado que se mudaría al estado para asegurar la victoria. No funcionó. Y ahora, el discurso oficial se centra en denunciar un presunto fraude electoral, una narrativa que no estarían usando si los resultados hubieran sido favorables.

Finalmente, la elección judicial, un proyecto insignia del oficialismo, resultó un fracaso rotundo: menos del 10% de participación efectiva. Otro golpe para el aparato político que Andy intentó representar.

Lejos de una reflexión profunda o una autocrítica interna, la respuesta de López Beltrán ha sido reafirmar su vínculo con el poder que ya se fue, en un intento de blindarse con el nombre de su padre. Loret de Mola señala que ese nombre no es legado político: es su certificado de impunidad.