
Bajo un cielo cargado de nostalgia y ovaciones, el Auditorio Nacional se transformó en un santuario musical para honrar a una de las voces más emblemáticas del romanticismo latinoamericano: Marco Antonio Muñiz.
Con 70 años de trayectoria, el intérprete fue celebrado por una constelación de artistas y más de nueve mil almas que vibraron al unísono, en una noche inolvidable cargada de anécdotas, melodías y emociones difíciles de replicar.
El encargado de encender la chispa del homenaje fue su hijo, el cantante Coque Muñiz, quien hiló con gracia y sensibilidad los momentos más emotivos del espectáculo.

“Bienvenidos a una fiesta para que ustedes disfruten, muchas gracias por tantos aplausos, necesitábamos a una gran artista para conducir esta noche, un aplauso para Verónica Castro”, exclamó abriendo paso a una figura emblemática de la televisión mexicana.
La actriz confesó entre risas y emoción que cada vez que Coque la llama termina llorando y señaló “es que no es lo mismo los tres mosqueteros que 70 años después”.
Una noche con acento boricua y corazón mexicano
El peso simbólico del homenaje trascendió fronteras. Gilberto Santa Rosa, embajador del bolero moderno, le rindió honores con una frase que retrata la dimensión continental de Muñiz.
“Hoy celebramos tu gloria, tu historia, tu trayectoria, porque fuiste y sigues siendo el lujo de México... Tengo un conflicto pequeño, no sé cómo nombrarte, charro puertorriqueño o jíbaro mexicano”.
Por su parte, Ednita Nazario viajó desde Puerto Rico para ofrecerle a Muñiz lo más íntimo de su repertorio. “Vengo a nombre de mi país a traerle un poquito del agradecimiento que le tenemos...”, dijo antes de estremecer al público con “Campanitas de cristal” y “En mi viejo San Juan”.
Esto provocó una ovación que contrastó fuertemente con otro momento menos afortunado: el abucheo dirigido a los representantes del Senado mexicano cuando subieron a entregar su reconocimiento. El contraste fue evidente: mientras Puerto Rico aplaudía con el alma, el Senado de México salía entre rechiflas.

Estrellas al servicio de una leyenda
Cada artista subió al escenario con la conciencia clara de que esa noche no cantaban para el público, sino para una institución viva. Francisco Céspedes, con su estilo visceral, recordó: “Hace algunos años tuve el privilegio de darle esta canción a don Marco Antonio y no pude tener mejor padrino”. Carlos Cuevas, profundo conocedor del bolero, fue certero: “Tenemos al último baluarte del romanticismo vivo”.
El pianista Raúl Di Blasio aportó un toque de humor y ternura. Al presentar “El día que me quieras”, relató una anécdota que arrancó carcajadas: “Yo nunca había grabado un tango, entonces hice un disco y se lo enseñé... cuando terminó de escuchar le dije ‘¿papá le gustó?’, y me respondió, ‘sí, pero me sigue gustando más Gardel’”.
Pedro Fernández, con mariachi en escena, se mostró visiblemente conmovido: “Cantar en el Auditorio siempre es hermoso, pero cantar a una leyenda... es algo que no sé cómo pagarlo”. Interpretó “Paloma querida” y “Sabes una cosa”, pero la ovación fue tal que regresó al escenario para cerrar con “Yo no fui”, complaciendo a un público que no quería dejarlo ir.

Reconocimientos que pesan y cifras que impactan
La Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) entregó un reconocimiento oficial al artista. Poco después, Sony Music le otorgó una distinción que resume una carrera monumental: 50 álbumes, más de 600 canciones y 268 millones de reproducciones en plataformas digitales. Números fríos que, en la voz de Marco Antonio Muñiz, se vuelven historias de amor inmortalizadas.

Una noche para la historia
Desde los camerinos hasta la última butaca, se respiró gratitud. “Adoro a este público hermoso, le doy todas las gracias del mundo, muchísimas gracias por estar con nosotros”, expresó Marco Antonio Muñiz, visiblemente emocionado tras más de dos horas de homenaje. Su frase, sencilla y cargada de humildad, fue quizá el momento más poderoso de la noche.

Mijares, Emmanuel, Tania Libertad, y muchas otras figuras se dieron cita para arropar a quien ha sido brújula y referente. Entre los asistentes destacaron también Carla Estrada y Margarita Gralia, testigos de una celebración que se tornó en ritual.

Marco Antonio Muñiz no se despide. Se perpetúa.
La noche del miércoles no marcó un adiós, sino una consagración. En una época donde las modas caducan en minutos, Muñiz permanece. Su legado se canta, se escucha y, sobre todo, se siente. Con 70 años de carrera, su figura ya no habita únicamente los escenarios: vive en la memoria colectiva de varias generaciones.
Y así, entre boleros, aplausos y recuerdos, Marco Antonio Muñiz demostró que el tiempo, lejos de desgastarlo, lo ha cincelado como a los verdaderos clásicos: eterno, inquebrantable, y siempre vigente.

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