La justicia en jaque: del discurso de cambio al peligro del vacío

Esta nueva era llega plagada de desafíos: algunos que arrastramos desde hace años —como la falta de confianza o la impunidad— y otros que se han ido generando con este cambio

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Celia Mizrahi Nedvedovich. Académica de
Celia Mizrahi Nedvedovich. Académica de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana

El domingo 1 de junio se eligieron 881 cargos del Poder Judicial de la Federación y 1800 cargos de poderes judiciales locales en 19 Estados, es decir, un total de 2,681 impartidores de justicia. Para muchos de ellos, esta será su primera vez como funcionarios judiciales y, particularmente, como juzgadores.

Más allá de las opiniones sobre la reforma judicial y el nuevo método de elección, la realidad es que esta nueva era llega plagada de desafíos: algunos que arrastramos desde hace años —como la falta de confianza o la impunidad— y otros que se han ido generando con este cambio. En manos inexpertas, puede resultar catastrófico, inclusive generando un daño mayor que el que se intenta corregir.

Sin embargo, hay dos condiciones sin las cuales ningún sistema judicial puede funcionar: la independencia y la ética. Si estas no están presentes desde el inicio, lo demás es solo apariencia. Sin jueces autónomos y con vocación ética, no hay justicia que aguante ni reforma que funcione; son estas garantías las que nos darán un Poder Judicial digno del cargo que se le encomendó.

La independencia judicial no es un privilegio de los jueces, sino que como ya lo ha dicho la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos en varias de sus sentencias, es una piedra angular de cualquier democracia y un derecho humano.

CIUDAD DE MÉXICO, 01JUNIO2025.- Un
CIUDAD DE MÉXICO, 01JUNIO2025.- Un adulto mayor emitió su voto con ayuda de un acordeón personal para la elección del Nuevo Poder Judicial en una Casilla Básica de la alcaldía Miguel Hidalgo. FOTO: GRACIELA LÓPEZ/CUARTOSCURO.COM

Como tal, implica que quienes imparten justicia deben hacerlo sin presiones externas ni intereses ajenos al caso. Es la garantía para que los juicios se decidan conforme a derecho y no a intereses particulares.

Y es aquí donde entra una pregunta clave: ¿puede una mala persona ser un buen juez? A partir de este cuestionamiento, la ética judicial exige que los jueces no solo sepan derecho sino que sean íntegros, honestos, responsables… es decir, virtuosos.

Puede sonar idealista, pero si el objetivo manifiesto de reformar al Poder Judicial fue para recuperar la confianza de la ciudadanía y para terminar con la corrupción, el nepotismo y la impunidad, ¿no deberíamos de esperar al menos eso de los nuevos jueces? ¿No es lo mínimo exigir que estén a la altura del momento histórico que les ha tocado vivir?