
En 1861, Benito Juárez tomó la decisión de suspender el pago de la deuda externa durante dos años debido a la crítica situación financiera que atravesaba México. Esta medida generó una fuerte reacción por parte de Francia, España y el Reino Unido, quienes, firmaron la Convención de Londres y enviaron tropas a territorio mexicano con el objetivo de exigir el cumplimiento de los adeudos.
En 1862, tras negociaciones con el gobierno de Benito Juárez, tanto España como el Reino Unido decidieron retirar sus fuerzas militares. Sin embargo, Francia optó por continuar con la intervención armada, aprovechando la coyuntura para perseguir un objetivo político más amplio: establecer un imperio católico en México que sirviera a sus intereses estratégicos en América.
Mientras las tropas francesas avanzaban por el territorio mexicano, políticos conservadores, algunos exiliados y otros colaboracionistas, comenzaron a desarrollar un plan para instaurar una monarquía católica que reemplazara a la república liberal encabezada por Benito Juárez, la cual nunca dejó de existir.

En octubre de 1863, una comisión mexicana, respaldada por Francia, viajó a Europa para presentar formalmente la oferta de la corona a Maximiliano de Habsburgo, archiduque y hermano del emperador Francisco José I de Austria.
El 10 de abril de 1864, en una ceremonia celebrada en el Castillo de Miramar, Maximiliano de Habsburgo aceptó el ofrecimiento de convertirse en emperador de México. Esta decisión se basó en la supuesta voluntad del pueblo mexicano, expresada a través de una delegación enviada a Europa. Sin embargo, este respaldo carecía de legitimidad democrática, ya que había sido impulsado por una minoría conservadora sin apoyo popular y con la presencia de tropas francesas.
El 28 de mayo de 1864, Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica desembarcaron en el puerto de Veracruz, marcando su llegada oficial a México como emperadores del Segundo Imperio Mexicano. Pero lejos de recibir una cálida bienvenida, la pareja imperial se encontró con un ambiente hostil y desolado.

Por un lado, Veracruz, una ciudad de tradición liberal desde la Guerra de Reforma, se encontraba bajo ocupación militar francesa, pero la mayoría de su población civil mantenía una postura abiertamente contraria al proyecto imperial.
Otro elemento que contribuyó a la tensa llegada fue una epidemia de fiebre amarilla, conocida como “vómito negro”, enfermedad viral común en la costa del Golfo de México durante los meses de calor del siglo XIX. Las condiciones insalubres y el temor al contagio llevaron a las autoridades sanitarias y militares francesas a recomendar evitar aglomeraciones (incluso entre afines al imperio) y limitar el contacto entre la pareja imperial y la población local.
El 5 y el 12 de junio de 1864 Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica entraron respectivamente a la capital de Puebla y a la Ciudad de México, donde tuvieron un recibimiento mucho más alegre con campanas y festejos por la población.
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