
El Palacio Negro de Lecumberri, oficialmente denominado Penitenciaría del Distrito Federal de Lecumberri, se erigió como una de las prisiones más icónicas y temidas de México durante el siglo XX.
La construcción de la penitenciaría comenzó en 1885 y fue inaugurada oficialmente el 29 de septiembre de 1900por el presidente Porfirio Díaz. El diseño arquitectónico estuvo a cargo de Miguel S. Macedo, quien contó con la asesoría del ingeniero Antonio Torres Torija.
Inspirado en el modelo del panóptico de Jeremy Bentham, el edificio fue concebido para permitir una vigilancia total desde un punto central hacia las celdas, lo que respondía a los ideales del positivismo penal de la época: reformar al preso mediante el orden, el trabajo y el aislamiento. Cabe recalcar que esta era la ideología de Porfirio Díaz y de su gobierno.

La estructura de Lecumberri se caracterizaba por su diseño radial, con 12 pabellones distribuidos como los rayos de una rueda, todos conectados a un centro de observación circular. Aunque inicialmente fue diseñada para albergar a 800 reclusos, la penitenciaría llegó a alojar hasta 3 mil 800 internos, lo que derivó en graves problemas de hacinamiento y violencia.
El nombre Lecumberri proviene de José María Lecumberri, un español que fue el propietario original de los terrenos donde se construyó la emblemática prisión.
Lecumberri albergó a figuras destacadas como el escritor y activista comunista José Revueltas, el líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo, el muralista y militante David Alfaro Siqueiros, y el ingeniero y político Heberto Castillo. Incluso Pancho Villa estuvo brevemente encarcelado allí en 1912.

La Penitenciaría de Lecumberri pronto ganó notoriedad por las condiciones infrahumanas que imperaban en su interior. Según testimonios de ex presos y documentos judiciales, la cárcel se caracterizaba por la corrupción, la tortura y los tratos crueles. Las celdas de castigo y los privilegios otorgados a ciertos internos mediante sobornos eran parte de una realidad que contrastaba con los ideales de reforma a los internos.
El deterioro de Lecumberri, tanto físico como simbólico, se hizo evidente en la década de 1970. El hacinamiento, la insalubridad y la presión social llevaron a su cierre definitivo el 27 de agosto de 1976, esto coincidió con la apertura de nuevos centros penitenciarios, como el Reclusorio Oriente.
El 26 de mayo de 1977, un año después de su clausura como prisión, el Palacio de Lecumberri fue designado como la nueva sede del Archivo General de la Nación. Después de una restauración para adaptarse a su nueva función, entró en funciones como acervo archivístico en 1982.
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