
En el contexto actual del Día del Maestro, donde las celebraciones se concentran en actos cívicos, regalos y mensajes de reconocimiento, ha quedado en el olvido una tradición que durante siglos fue símbolo de gratitud hacia los docentes: regalarles una manzana.
Este sencillo gesto, que muchos asocian únicamente con caricaturas o películas, tiene raíces históricas profundas que se remontan a los siglos XVIII y XIX en Europa y Estados Unidos. En ese entonces, los maestros, especialmente en zonas rurales, recibían sueldos muy bajos o incluso trabajaban sin paga fija. Para compensar su esfuerzo, las familias de los estudiantes les ofrecían alimentos como forma de retribución. Las manzanas, por ser abundantes, duraderas y nutritivas, se convirtieron en uno de los obsequios más comunes.
Más allá de la necesidad económica, la manzana también adquirió un valor simbólico. En muchas culturas occidentales, este fruto ha sido asociado al conocimiento y la sabiduría. Tal es el caso del relato bíblico de Adán y Eva, donde la manzana representa el fruto del árbol del conocimiento. Igualmente, es famosa la anécdota de Isaac Newton, cuya observación de una manzana cayendo de un árbol habría inspirado su teoría de la gravedad.

En México, la práctica de regalar manzanas a los maestros también fue común durante décadas pasadas. Era una forma sencilla y respetuosa de reconocer la importancia del maestro como guía del conocimiento. Sin embargo, con el paso del tiempo y los cambios en las costumbres sociales, esta tradición fue perdiendo fuerza.
Actualmente, el 15 de mayo sigue siendo una fecha especial en el país, dedicada a honrar la labor de quienes dedican su vida a enseñar. Las instituciones educativas organizan ceremonias, los estudiantes entregan tarjetas, flores, tazas personalizadas o incluso mensajes grabados. No obstante, la antigua práctica de entregar una manzana como muestra de gratitud ha quedado relegada al pasado.

Aunque hoy en día regalar una manzana a un maestro puede parecer un gesto simple o anticuado, su significado trasciende lo material. Representa la conexión histórica entre el conocimiento y quienes lo imparten, y recuerda que, a lo largo del tiempo, el respeto hacia los maestros ha adoptado diversas formas, pero siempre ha estado presente.
Recuperar esa tradición podría ser, más que un acto nostálgico, una forma de reconectar con la esencia del agradecimiento: valorar con humildad y respeto el trabajo de quienes nos enseñan a comprender el mundo.
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