
Las azafatas, también conocidas como auxiliares de vuelo, desempeñan un papel fundamental en la industria de la aviación, siendo su principal responsabilidad garantizar la seguridad, comodidad y bienestar de los pasajeros durante el vuelo, pero además de atender las necesidades de los viajeros, las azafatas son expertas en procedimientos de emergencia y primeros auxilios, por lo que su presencia es crucial para mantener un ambiente seguro a bordo.
Además de asistir en la operación de vuelos, su labor incluye ofrecer un servicio amable y profesional que mejora la experiencia de los pasajeros, por ello, a lo largo de los años, las azafatas se han adaptado a los cambios tecnológicos y a las expectativas de los viajeros, pero siempre manteniendo su rol esencial en la aeronáutica.
Una de las experiencias más fascinantes dentro de la aviación es la que se vive en los vuelos privados, los cuales suelen estar reservados para millonarios y magnates, sin embargo, esta modalidad trae consigo una serie de demandas y situaciones excepcionales que la tripulación debe cumplir, sin excepciones. Sara Arbas, con 29 años actualmente, comenzó su carrera hace 10 años en la aviación comercial privada, y en entrevista con el periodista Juan Ramón Lucas en Srwolfpodcast, reveló algunas de las excentricidades y retos a los que se enfrentan las azafatas en este tipo de vuelos.
Demandas inusuales en los vuelos privados

“Aprendí mucho de lo que es el poder y cómo se gestiona”, comenta Arbas, quien explica que las diferencias entre la aviación comercial y la privada son notorias. Según la azafata, un avión privado puede costar entre 40 mil y 80 mil euros, lo que implica un servicio de lujo y una atención personalizada, sin embargo, este lujo también implica altos niveles de exigencia. “La diferencia entre una aviación comercial y una privada es que en la privada no existe el ‘no’. El cliente te va a pedir algo, y tú debes conseguirlo. Se acabó”, afirma. Este tipo de trabajo, según ella, no solo es físicamente demandante sino también mentalmente agotador, ya que las azafatas deben estar constantemente disponibles, superando barreras psicológicas y físicos para cumplir con las expectativas de los pasajeros.
En este contexto, Sara Arbas recuerda una anécdota particularmente desafiante de un vuelo a Las Vegas. “Aterrizamos en Las Vegas, era un vuelo larguísimo, y yo ya estaba muy cansada. Nada más aterrizar, la persona en cuestión me pidió unas bananas de una marca determinada, y las quería dentro de ocho horas a bordo”. Ante la curiosidad del periodista, Arbas continuó: “No te puedes ir a tu cuarto a descansar. Tienes que conseguir esas bananas en Las Vegas, que para ti es una ciudad completamente nueva, a la que acabas de llegar”.
En la conversación, comentó que debió recorrer tienda tras tienda, llamando por teléfono, usando Google y pidiendo ayuda para localizar el producto exacto, y aunque parecía una misión casi imposible, Arbas lo consiguió. “Afortunadamente, salió bien”, concluye.
La historia de un vuelo entre halcones

Pero no todo se limita a las solicitudes gastronómicas. En otro vuelo, la azafata enfrentó una situación aún más inusual. “Yo recuerdo un vuelo con jeques árabes que necesitaban 312 plazas para llevar a sus halcones”, cuenta. Ante la confusión del periodista, ella explicó: “Sí, halcones a bordo”. “Contratas un avión de 300 plazas para llevarte a ti, tu familia, tus amigos y tus halcones. Cada uno en su asiento”, detalla en conjunto con Lucas. Aunque la petición suene increíble, el desafío también estaba en la logística. “Cada halcón ocupaba un sitio determinado. Tuvimos que forrar todos los asientos con telas de plástico”, señala Sara.
A lo largo de su relato, la azafata también menciona que cada halcón tenía asignado un cuidador, responsable de alimentarlos y asegurar que estuvieran bien durante el vuelo. “Fue un vuelo sorprendente”, agrega con una sonrisa, al recordar la extraordinaria situación que vivió en ese vuelo privado.
Este tipo de anécdotas no son raras en el mundo de la aviación privada, donde las peticiones extravagantes de los pasajeros son comunes. Desde viajes con animales exóticos hasta solicitudes inusuales como frutas específicas o condiciones de confort inigualables, Arbas asegura que las azafatas están entrenadas para atender cualquier demanda o exigencia, incluso partos; sin embargo, también menciona que es una labor que implica tanto habilidad como resistencia mental. “Hay un trabajo psicológico brutal detrás”, asegura, refiriéndose a los desafíos que implica trabajar en este tipo de vuelos, donde la satisfacción del cliente es la máxima prioridad.
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