Cuándo inicia la temporada de “Cara de Niño” en México

Este insecto llega a generar temor por su apariencia, aunque no es tan peligro como se muestra

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(Flick/José Luis Ruiz)
(Flick/José Luis Ruiz)

En los jardines y calles de México, es común encontrarse con un insecto que genera temor por su peculiar apariencia: el grillo de Jerusalén, conocido popularmente como “cara de niño”. Este animal, que puede alcanzar hasta 5 centímetros de longitud, destaca por su cuerpo robusto y su cabeza redondeada, características que lo convierten en un ser único dentro del reino de los insectos. Su aspecto ha llevado a muchas personas a creer erróneamente que es venenoso, aunque en realidad se trata de una especie completamente inofensiva.

El Cara de Niño” pasa la mayor parte de su vida bajo tierra, donde utiliza sus fuertes mandíbulas para excavar y alimentarse. Estas mandíbulas, aunque impresionantes, no representan un peligro significativo para los humanos. Si bien el insecto puede morder en defensa propia, su mordida no es venenosa ni lo suficientemente potente como para causar daños graves en la piel humana. Sin embargo, el medio destacó que estas mordidas pueden resultar dolorosas, por lo que se recomienda evitar molestarlos.

El cuerpo del grillo de Jerusalén presenta tonalidades marrones o tierra, lo que le permite camuflarse con su entorno natural. Sus largas antenas, que en algunos casos superan la longitud de su cuerpo, son herramientas esenciales para su supervivencia, ya que le proporcionan un agudo sentido del tacto y el olfato. Estas características lo convierten en un insecto bien adaptado a la vida subterránea, donde encuentra refugio y alimento.

La dieta del “cara de niño” es variada e incluye tanto materia vegetal como pequeños insectos. Este comportamiento omnívoro le permite desempeñar un papel importante en el ecosistema, contribuyendo al equilibrio natural de su hábitat. A pesar de su contribución ecológica, su apariencia sigue generando rechazo y temor entre quienes lo encuentran en la superficie.

(Flick/Edgama de Cuates)
(Flick/Edgama de Cuates)

La temporada de “Cara de niño” o Grillo de Jerusalén

El grillo de Jerusalén, conocido también como “niño de la tierra” o “cara de niño” por su peculiar apariencia, tiene su temporada de mayor actividad en México principalmente durante los meses de otoño e invierno, comenzando generalmente en octubre y extendiéndose hasta febrero. Este período coincide con las temporadas de lluvias tardías y los descensos de temperatura en muchas regiones del país, lo que favorece su presencia.

Estos insectos, pertenecientes a la familia Stenopelmatidae, suelen habitar áreas semiáridas, suelos blandos con vegetación escasa y zonas agrícolas. Durante la temporada mencionada, es más común encontrarlos debido a su ciclo biológico, que los lleva a salir a la superficie por razones asociadas con la búsqueda de alimentos, apareamiento o migraciones hacia áreas con condiciones más adecuadas para su supervivencia.

Su aparición en espacios urbanos, como jardines y patios, tiende a ser más notoria durante esta temporada, lo que puede generar curiosidad o desinformación sobre su naturaleza.

En algunas culturas y regiones de México, los “cara de niño” están rodeados de una serie de mitos y creencias, como asociarlos a malos augurios o eventos desafortunados, aunque no tienen fundamento científico. Por otro lado, también son valorados en entornos naturales por su contribución al ecosistema como depredadores de plagas y descomponedores orgánicos.

En resumen, su temporada en México inicia en octubre y se extiende hasta febrero, con mayor visibilidad en regiones con clima templado o semiárido. Su presencia, aunque ocasionalmente malinterpretada, forma parte del equilibrio ecológico y ha despertado la atención tanto por su apariencia peculiar como por su papel en los ecosistemas locales.