
Los académicos Carlos Illades y Rafael Mondragón acaban de publicar su más reciente libro: “Izquierdas Radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos”, un texto que analiza las nuevas rupturas simbólicas que plantea la izquierda más recalcitrante en las zonas urbanas de México y encaran un mundo donde ya no existen las ideologías canónicas y hegemónicas.
En entrevista para exclusiva para Infobae, los investigadores presentan un análisis profundo de algo que los medios de comunicación y la política suelen dejar inadvertido: los bloques negros. Y es que su manifestación más visible es en las marchas, cuando estos —generalmente jóvenes— encapuchados dañan el mobiliario urbano; sin embargo, en las 241 páginas de análisis, Illades y Mondragón sostienen que hay algo más.
En palabras de uno de los autores, el objetivo del libro es analizar las motivaciones, demandas y estrategias de lo que se presenta como manifestaciones de fuerza durante las marchas, es decir, qué valores promueven y en dónde se localizan:
1. anarquismo insurreccional.
2. anarcofeminismo.
3. ecologismo radical o ecoterrorismo.

En este punto, durante la entrevista, se cuestionó particularmente sobre el ecoterrorismo y el hacktivismo, pues en estos casos el bloque negro rebasa las manifestaciones físicas en las calles y pasa —hasta cierto punto— a formar parte de grupos de saboteadores como representantes de luchas y nuevos principios.
Como respuesta, Mondragón explicó que sí tiene algo que ver con el sabotaje, pero va más allá, pues se usa, hasta cierto punto, el terror como un factor performático para hacer más visibles las demandas que tienen, mismas que esperan enquistarse en el imaginario colectivo para conseguir algún efecto que sume a sus causas.
Por ello reiteró la necesidad de “construir un mito alternativo a través de leyendas y de rumores” que se pueden desatar el manejo estético de sus maneras de manifestarse. En consecuencia, se les preguntó sobre estas maneras de generar discurso, ya sea en las calles o en manifestaciones más violentas, pues, aunque se nota que abrevan de diferentes causas sociales, difícilmente se percibe que empatan con los valores de las luchas obreras clásicas.
Esto se puede resumir en que están lejos del poder fáctico, que no les queda de otra más que acercarse al poder simbólico, por ello, abundó Rafael Mondragón en su respuesta, no se preocupan por crear “un sujeto revolucionario”, sino de expresar el superlativo del individualismo en el que se vive, por ello su punto de incidencia se reduce al habito del individuo que abandonó la idea de revolución.
Al tratarse de un mínimo nivel de injerencia, se preguntó sobre la ausencia de poder. En este sentido se reconoce el vacío y, en consecuencia plantean el cambio en la vida cotidiana, a pesar de que lamentablemente puede ser apropiado fácilmente por el capitalismo, aunque ve la posibilidad de que, al recuperar en el ámbito de la vida cotidiana, se ensaye en pequeño las sociedades del futuro.
El libro trata de grupos urbanos, principalmente los ubicados en las periferias de las grandes urbes, porque el corazón de las ciudades ya está tomado por los grandes empresarios. Entonces, se trata del análisis del estilo de vida, que cumple la función de darle una vía de salida a la rabia.
Sin embargo, el poder del capital es ubicuo, por lo que los anarquistas del Siglo XXI, para subsistir el mayor tiempo posible, se confinan en pequeños espacios utópicos, con la finalidad de conservar algo de control sobre lo que ocurre y, ante el muro de la realidad, se ven orillados a realizar emprendimientos: gimnasios, galerías de arte, bares...
Y es así como, irónicamente, pasan de anarquistas a pequeños empresarios; sin embargo, no se percibe que sea un sinsentido el pasar por estos procesos de cambios de hábitos en pequeños cotos de grupos radicales, ya que, aunque no se coincida con los métodos de lucha, los objetivos que plantea la izquierda, por muy radical que sea, suelen ser del interés colectivo y por ello, aunque sea derrotada, forma parte del sentido común socializado.
Finalmente los autores hicieron hincapié en que estos grupos no se van a ir a pesar de que sean estigmatizados por las industrias culturales, pues representan las consecuencias simbólicas del modelo político-económico hegemónico que impera en México.
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