
Las enfermedades hepáticas en caninos representan un desafío considerable para veterinarios y propietarios, ya que el hígado desempeña funciones esenciales cuya alteración compromete gravemente la salud del animal. En estos casos, la dieta adquiere un papel central en el manejo clínico, por lo que su ajuste bajo supervisión profesional es indispensable.
Responsable de la metabolización de nutrientes, la desintoxicación del organismo, el almacenamiento de vitaminas y minerales, así como la producción de proteínas que favorecen la coagulación de la sangre, dicho órgano puede verse afectado debido a su participación constante en procesos donde intervienen compuestos que, en algunos casos, llegan a ser tóxicos.
Cuando el hígado enferma, los cánidos presentan síntomas como pérdida de apetito, vómito, diarrea, convulsiones, fiebre, problemas de coagulación, ictericia, acumulación de líquido abdominal, sed excesiva, cambios en el tamaño hepático y pérdida de peso.
En dicho caso, el tratamiento debe iniciarse lo antes posible, pero además de la medicación específica, el Manual MSD Veterinario subraya que una alimentación adecuada es primordial para ralentizar la progresión de la enfermedad, reducir complicaciones y favorecer la regeneración hepática.
Cuál es la dieta recomendada para perros con enfermedad hepática

La alimentación de mascotas con enfermedades hepáticas debe ser altamente digerible, alta en calorías y administrada en porciones pequeñas y frecuentes con el fin de facilitar la digestión y promover un consumo voluntario adecuado, especialmente en caninos con poco apetito.
De manera más detallada, el Manual MSD Veterinario señala que la dieta debe proporcionar suficientes calorías para que el animal mantenga un peso corporal saludable. En cuanto a los nutrientes, las proteínas deben ser de alta tolerancia y calidad, evitando carnes rojas o pescado, y ajustando su cantidad a 2,0–2,5 g/kg de peso corporal.
Sin embargo, en ‘lomitos’ con hepatopatía por almacenamiento de cobre, las dietas comerciales bajas en dicho elemento resultan indispensables. En estos casos, la proteína debe incrementarse ligeramente, utilizando fuentes bajas en cobre como la pechuga de pollo, hasta alcanzar los 3,5–4,0 g/kg, adecuadas para el mantenimiento canino.
La suplementación vitamínica también es un pilar importante. Se suelen recomendar vitaminas del grupo B, vitamina K y E, ya que las deficiencias de potasio y las otras sustancias mencionadas son comunes en estos pacientes. La vitamina C, por su parte, no suele agotarse y no se recomienda suplementarla en ejemplares con enfermedades por acumulación de cobre. Cuando existe tendencia a hemorragias, se administran inyecciones de vitamina K bajo supervisión veterinaria.
Por otro lado, el manejo de vitaminas liposolubles requiere especial cuidado. En trastornos que impiden el paso de bilis al intestino, pueden agotarse vitaminas como A, D, E y K. En estos casos, se recurre a formulas hidrosolubles, como el succinato de alfa tocoferol de polietilenglicol para la vitamina E.
Finalmente, debido a que el hígado regula procesos como la gluconeogénesis, la detoxificación del nitrógeno y la cetogénesis, en algunos canes se requiere restricción proteica o incluso glucosa intravenosa temporal si existe riesgo de hipoglucemia. Cada ajuste dietético debe basarse en el estado clínico y las pruebas de función hepática del paciente.
Alimentos aptos para perros con problemas hepáticos

La auxiliar veterinaria María Besteiros, colaboradora del sitio Experto Animal, señala que la dieta de un can con afecciones hepáticas debe estar cuidadosamente diseñada para proteger y facilitar la función del órgano afectado. Para ello, recomienda incluir nutrientes específicos que apoyen la salud digestiva y reduzcan la carga metabólica sobre el hígado.
Los carbohidratos deben ser complejos y fáciles de digerir. Se desaconsejan los carbohidratos simples, como el azúcar, ya que pueden generar picos de glucosa innecesarios. Entre las mejores opciones para perros con enfermedad hepática se encuentran el arroz, la avena, las papas, todos ellos suaves, de digestión sencilla y con un buen aporte energético.
Las grasas saludables también son importantes en esta dieta, siempre que se administren en cantidades moderadas. Los ácidos grasos omega-3, presentes en algunos aceites como el de linaza o en pescados específicos, ayudan a reducir la inflamación y pueden apoyar la función hepática.
Se recomienda evitar quesos grasos, pero el requesón, por su bajo contenido en grasa y buena digestibilidad, puede ser una fuente adecuada de proteínas.
La fibra cumple un papel regulador en la digestión, ayudando al tránsito intestinal y favoreciendo un metabolismo más estable. Alimentos ricos en fibra como el boniato, la calabaza y las judías verdes suelen ser recomendados para perros con enfermedades hepáticas.
Por último, antioxidantes como las vitaminas C y E ayudan a combatir el estrés oxidativo, un factor que puede agravar la lesión hepática, siendo las verduras de hoja verde y guisantes excelentes opciones naturales para aportar estos nutrientes.
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