
Originario de la región italiana de Emilia Romagna, el Caballo Bardigiano debe su nombre a la ciudad de Bardi, una localidad presente en los Apeninos de Parma y estrechamente vinculada con el Valle del Ceno. Este equino, pequeño pero robusto, ha sido durante siglos un aliado indispensable en zonas montañosas gracias a su fortaleza, su temperamento tranquilo y su gran capacidad de trabajo. Sin embargo, pese a su relevancia histórica, la raza llegó a estar al borde de la extinción durante el siglo XX.
Según el portal especializado Terránea, los antepasados de estos caballos llegaron a Italia procedentes de las Galias durante el Imperio romano. Con el paso del tiempo, los Bardigianos conquistaron con naturalidad el territorio de la cordillera, convirtiéndose en animales de montaña por excelencia y desempeñando un papel crucial como caballos de carga y trabajo en terrenos escarpados.
Su adaptación a la orografía local permitió que, generación tras generación, desarrollaran las cualidades físicas que hoy los caracterizan, es decir, resistencia, agilidad y una musculatura compacta y poderosa.
Un aliado histórico del trabajo rural y del turismo ecuestre

Antes de su reducción poblacional, esta raza era ampliamente valorada como equino de montaña debido a su capacidad para desplazarse por terrenos difíciles. Su uso tradicional incluía el transporte de mercancías, labores agrícolas y la movilización en áreas de difícil acceso donde otros ejemplares no podían desempeñarse con la misma eficacia.
En la actualidad, la raza ha encontrado nuevos espacios, siendo altamente apreciada en el turismo ecuestre y como caballo de silla, gracias a su docilidad y a su notable resistencia física. De hecho, su carácter tranquilo lo convierte en una opción ideal para rutas largas y actividades recreativas.
Terránea señala que estos mamíferos poseen similitudes con cuadrúpedos como los asturcones españoles y los ponis británicos Exmoor y Dales, especialmente en lo referente a su fortaleza y su adaptación natural a condiciones duras dado que, aunque ya no se utilizan mayormente como animales de trabajo, su capacidad para moverse con solvencia en caminos escarpados continúa siendo una de sus características más celebradas.
Cuáles son los estándares de la raza
El estándar oficial del Caballo Bardigiano fue establecido en 1977 y modificado en 1994 con el objetivo de favorecer ejemplares más aptos para la monta. Según dichos parámetros, mencionados también por Terránea, que detallan las características morfológicas de la raza, la alzada de los machos debe situarse entre 140 y 147 centímetros, mientras que en las hembras puede oscilar entre 135 y 147 centímetros. Su peso promedio ronda los 300 kilogramos, lo que los ubica como equinos compactos y de constitución ligera pero resistente.
Una de las características más distintivas del Bardigiano es su capa, pues los ejemplares aceptados oficialmente presentan tonalidades baya oscura o negra. Quedan excluidos del registro los caballos con capas castañas o con marcas faciales blancas demasiado extensas. Asimismo, se especifica que aquellos animales que superen los 149 centímetros de altura no deben ser aceptados en los registros oficiales de la raza.
Otro rasgo distintivo es la cola, que debe ser larga y bien poblada, reforzando su imagen de caballo fuerte y equilibrado. Todos estos criterios buscan preservar la identidad genética y el fenotipo que han caracterizado históricamente al Bardigiano.
De la guerra al borde de la extinción

La historia de la raza estuvo marcada por dos episodios críticos: la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Durante estos conflictos, muchas yeguas fueron utilizadas para producir mulas de “primera clase”, una práctica común en las fuerzas armadas. Como resultado, la población de los ejemplares disminuyó de manera alarmante.
Terránea explica que tras la Segunda Guerra Mundial la situación se agravó debido a la introducción indiscriminada de sementales de otras razas, lo cual puso en riesgo la pureza genética del Bardigiano. Un fenómeno similar ya había ocurrido en el siglo XV, cuando los criadores cruzaron ejemplares locales con sangre árabe para obtener caballos de porte más elegante.
La recuperación del Bardigiano comenzó formalmente en 1972, gracias a un esfuerzo coordinado entre las autoridades italianas y criadores comprometidos con salvar la raza. Terránea destaca que este proyecto permitió reconstruir la pureza del linaje y asegurar la supervivencia de un caballo profundamente ligado a la cultura montañosa de los Apeninos.
Hoy, el Bardigiano ya no se considera en peligro inminente, pero su población sigue siendo relativamente reducida. Su permanencia es fruto del trabajo constante de asociaciones de criadores que, al igual que sus antepasados, continúan viendo en estos pequeños caballos una parte fundamental de su historia y tradición.
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