
Las orcas, también conocidas como ballenas asesinas, son definidas por el Museo de Historia Nacional de Londres como superdepredadores situados en la cima de la cadena alimentaria. Estos mamíferos marinos se alimentan de peces y calamares, pero su dieta también incluye focas, aves marinas e incluso especies de ballenas mucho más grandes.
Esa naturaleza cazadora fue precisamente lo que presenció un grupo de tres fotógrafos aficionados de vida silvestre a principios de esta semana en Puget Sound, Washington. Smith Siromaskul, su esposa, Terese Drummond, y su amigo Charvet Drucker habían salido en su embarcación con la esperanza de observar orcas en su estado natural, sin embargo, la tranquila jornada de avistamiento se transformó en una experiencia de vida o muerte para una foca que huía desesperadamente.
“Sin duda estaban persiguiendo algo”, relató Siromaskul a The Dodo For Animal People, una plataforma con enfoque emocional hacia el cuidado y la defensa de los animales. “Entonces vimos algo salir disparado del agua”. Aquello que vieron volar no era un pez, sino una foca aterrada, víctima de lo que los observadores describieron como una práctica de caza para los ejemplares más jóvenes de la manada.
Durante 45 minutos, los fotógrafos presenciaron cómo las orcas rodeaban y acosaban al otro animal, lanzándolo por los aires y acorralándolo con movimientos precisos. “Es increíble tener la oportunidad de observar el comportamiento de las ballenas, y la orca necesitaba comer, pero al mismo tiempo sientes lástima por esta foca”, comentó el hombre. “Queríamos gritarle: ‘¡Oye! ¡Sube aquí!’, pero no queríamos asustarla”.
Una foca en cubierta

De pronto, cuando el mar se calmó inesperadamente, el pequeño mamífero tomó la decisión desesperada de dirigirse directamente hacia la embarcación y saltar a bordo, justo a tiempo para evitar a sus perseguidores. En ese momento, las orcas también se acercaron al bote, pero Siromaskul apagó el motor para evitar que la hélice lastimara a los animales marinos.
“En ese momento, me sentí absolutamente maravillado de estar tan cerca de la foca y de varias orcas, pero tenía miedo por nuestra pequeña amiga”, relató Drucker. Las ballenas comenzaron a rodear la embarcación, inspeccionando atentamente. “Pudimos ver cómo asomaban la cabeza y observaban el barco. La foca nos miraba, miraba el agua, y las ballenas nos miraban, mirando a la foca”.
En una escena de auténtico suspenso, la foca se deslizó de nuevo al agua, quizás intentando escapar por su cuenta. “Pensé: ‘¡No! ¡No! ¡No!’”, recordó Siromaskul. La foca regresó al bote, cayó, volvió a saltar y, finalmente, las orcas intentaron crear una ola coordinada para derribarla.
Milagrosamente, la presa logró subir al bote por tercera vez. Exhausta, se arrastró hasta el motor y luego al asiento trasero, donde finalmente se sintió segura. “Caminó con su andar característico hacia un lado para poder mirar por la borda y se sentó allí”, añadió Siromaskul.
Pese e ello, las orcas no se rindieron fácilmente, nadaron en círculos y bajo la embarcación durante unos 20 minutos, hasta que, resignadas, se alejaron. “Me han preguntado varias veces si teníamos miedo, y la respuesta es: ‘No’”, dijo Drucker. “Las orcas son extremadamente inteligentes y no querían tener nada que ver con nosotros ni con el barco”.
Un final tranquilo tras la persecución

Cuando todo pareció calmarse, la foca, agotada y aliviada, se quedó dormida en el bote. “Ya superamos la fase de ‘¡Dios mío, hay una foca a bordo!’”, bromeó Siromaskul. “Ahora la pregunta era: ‘¿Cómo se va a desarrollar esto? No puedo tocarla, no puedo moverla, no voy a tirarla por la borda’”.
Sin saber qué hacer, el hombre comenzó a enviar mensajes a expertos en ballenas y a grupos conservacionistas locales. Tras recibir algunas recomendaciones, decidió encender el motor y dirigirse lentamente hacia la costa, con su acompañante marina aún dormida.
Finalmente, el pequeño animal despertó, olfateó el aire y observó con cautela su entorno. “Era como si la foca estuviera percibiendo si era seguro”, contó Siromaskul. Cuando el bote redujo la velocidad, saltó al agua y desapareció, dejando a los tres testigos en silencio, aún asimilando lo vivido.
“Fue una de las experiencias más increíbles que jamás tendré. Un encuentro único en la vida”, dijo Siromaskul. Drucker coincidió: “Uno ve este tipo de cosas en las redes sociales, pero nunca espera que le sucedan a uno mismo. Fue verdaderamente inolvidable y estoy muy contenta de que terminara así”.
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