
El 19 de diciembre de 2008, en York, Inglaterra, comenzó una historia que cambiaría la vida de Alexis Fleming y marcaría un antes y un después en el ámbito del bienestar animal.
Ese día conoció a Maggie, una perra de apenas siete meses que fue ofrecida en una plataforma en línea en circunstancias desgarradoras: la mayoría de sus cachorros habían muerto, era descrita como “inútil” y había sido víctima de maltrato por parte de la expareja de su dueño.
“Por casualidad vi el anuncio y llamé al hombre. Tenía otra oferta de cambiarla por un anillo de oro y un casco de moto”, recuerda Fleming en la página oficial del hospicio. “Acepté encontrarme con él tan pronto como saliera del trabajo y esperaba llegar primero”.
Cuando finalmente conoció a la canina, estaba descuidada y no acostumbrada a la amabilidad, pero desde ese momento, ambas iniciarían una relación que trascendería las difíciles circunstancias que les esperaban.
En febrero de 2009, Maggie y Alexis comenzaron oficialmente una vida juntas al mudarse de la ciudad. “Nuestra amistad fue grande; cualquiera que haya estado cerca de un perro sabrá a lo que me refiero. Tuvimos muchos momentos brillantes e hicimos muchos recuerdos felices”, relató.
Durante seis años compartieron una vida de amor y aventuras, sin embargo, en octubre de 2015, la canina fue diagnosticada con cáncer de pulmón. Aunque en un inicio parecía que podría solucionarse con una cirugía, el cáncer ya se había extendido a su esófago.
Tras una complicada operación, se le colocó una clavija de alimentación para facilitar su proceso de mejoría. El animal daba la apariencia de recuperarse adecuadamente, con paseos al aire libre y rodeada del cariño del personal veterinario, que también había caído rendido ante su ternura.
Alexis esperaba reencontrarse con su compañera de vida el domingo por la mañana, pues estuvo fuera de la ciudad durante el proceso médico, pero la noche del sábado 24 de octubre, recibió una llamada devastadora para notificarle que la clavija se había soltado, y el alimento se había filtrado a su cavidad abdominal, provocando una peritonitis fulminante.
La cánida fue llevada de urgencia al quirófano, pero el daño era irreparable. “Tuve que tomar la decisión de terminar con la vida de Maggie mientras estaba bajo anestesia... No tuve tiempo para estar con ella. Fue muy difícil aceptar que no estaba a su lado mientras moría”, confiesa Fleming en la página del hospicio.
El nacimiento de una promesa

Al día siguiente, camino al hospital veterinario para despedirse del cuerpo de su mejor amiga, un pensamiento se abrió paso entre el dolor: “Hospicio para animales Maggie Fleming”.
Esa idea nacida del duelo se convertiría en una misión de vida, prometió asegurarse de que ningún otro animal falleciera solo, con miedo o sin amor. “Maggie había muerto sola, pero tuve la oportunidad de asegurarme de que quienquiera que viniera a vivir y morir en el hospicio no lo hiciera”.
En marzo de 2016, la mujer fundó oficialmente el Hospicio de Animales Maggie Fleming, el primero en el mundo diseñado especialmente para proporcionar cuidados paliativos tanto a animales de compañía como de granja.
Ubicado en un rincón apartado y tranquilo a las afueras de Kirkcudbright, en Galloway, Escocia, el lugar se ha convertido en un refugio de paz y dignidad para seres vivos que, en muchos casos, habían sido “desechados”.
“Vivimos en un mundo donde los humanos hacen cosas terribles a los animales”, señala Fleming para el periódico local The Sunday Post. “Ningún ejemplar merece morir con miedo, dolor o solo, sin nadie que lo cuide a su lado”.
De acuerdo con la información consultada, el hospicio acoge especies que se encuentran en las últimas etapas de su vida, brindándoles un entorno donde pueden vivir con tranquilidad, recibir afecto y atención médica, y, llegado el momento, partir sin sufrimiento.
“Si eso significa que tengo que pasar por el proceso de duelo para que tengan unos últimos días o semanas realmente hermosos, entonces vale completamente la pena”, afirma para el medio citado.
Un final digno para quienes más lo merecen

“Nos enfocamos en la vida, no en la muerte. Hacemos que cada día sea lo mejor que podemos, haciendo cosas que nuestros amigos disfrutan y dándoles una vida pacífica, cómoda, interesante y aventurera”, explican en su página oficial.
Así, Fleming y su equipo trabajan de la mano con veterinarios para decidir el momento adecuado en que la eutanasia debe ser aplicada, siempre en casa y en un ambiente sereno.
“El objetivo es que sea lo más pacífico, tranquilo y amoroso posible”, dijo en entrevista con The Sunday Post. “Pasan un último día encantador en el jardín con su comida o golosinas favoritas y un paseo si les apetece. Me rompe el corazón cada vez”.
Cada despedida deja una cicatriz, pero también la satisfacción de saber que esos animales, muchos de ellos víctimas de abandono, maltrato o negligencia, encontraron en sus últimos días el amor que siempre merecieron.
De esa forma, la historia que comenzó con un acto de amor hacia una canina rescatada, se convirtió en un proyecto que tocó la vida de decenas de animales. En cada uno de ellos, vive un pedacito de Maggie, la perrita que, sin saberlo, inspiró el primer hospicio del mundo para animales ancianos.
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