
Chella Phillips conoció a Anatoli a través de las redes sociales, donde se difundían publicaciones que mostraban al perro vagando por un instituto local o sus alrededores. Conmovida por su situación, la fundadora de The Voiceless Dogs de Nassau, Bahamas, una organización dedicada a rescatar, cuidar y reubicar caninos maltratados, abandonados y sin hogar, decidió actuar.
Al día siguiente, Phillips acudió al sitio con una jaula para capturarlo. En el estacionamiento, encontró al descuidado husky siberiano escondido debajo de un auto, intentando escapar del intenso calor del archipiélago.
“Fue facilísimo atraparlo”, recordó la mujer en entrevista con The Dodo For Animal People, una plataforma con enfoque emocional hacia el cuidado y la defensa de los animales. “Creo que sabía que era su última y única oportunidad de escapar de ese lugar”.
La rescatista también compartió en Instagram un desgarrador relato sobre las condiciones en las que halló al animal: “Dijeron que tenía una compañera, pero la encontraron muerta en uno de los baños. Cubierto de años de polvo e infestado de pulgas, dormía debajo de un coche bajo un calor abrasador. Lo llamé y abrió sus ojos tristes del sueño en el que se encontraba”.
Un profesor de la escuela le confirmó que el cánido llevaba aproximadamente dos años viviendo en la zona. Durante ese tiempo, algunos alumnos se burlaban de él, llamándolo con nombres como “Cujo” y “Chupacabras”, apodos crueles que reflejaban el rechazo que sufría.
Además, Phillips tuvo que enfrentar la presión de quienes se autodenominaban “dueños legítimos” del perro y exigían que se los devolviera. “Si ese era su ‘amor’, me pregunto cómo se sentiría el odio. No se lo entregué a nadie”, expresó contundente en sus redes sociales.
La recuperación y el proceso de adaptación

Después de rescatar a Anatoli, la mujer lo llevó inmediatamente al veterinario; allí se descubrió que el perro había sufrido un posible traumatismo craneal, pues tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Pero la situación se volvía cada vez más devastadora pues, durante el examen médico, se encontraron restos de municiones en su piel.
“Fue torturado y usado como blanco de prácticas. Dentro de su frágil y pobre cuerpo, los restos de perdigones eran prueba del horror que este inocente niño sufrió a manos de un monstruo malvado”, escribió Phillips en Instagram.
Con un estimado de cuatro años de edad, según lo reportado por The Dodo, Anatoli comenzó un tratamiento con medicamentos y vacunas, y finalmente recibió un baño que reveló su pelaje blanco brillante, hasta entonces oculto por la suciedad acumulada durante años.
Sin embargo, el trauma psicológico era profundo. Phillips relató en la cuenta oficial de la organización que el husky tenía miedo a todo y lloraba al ser tocado, temiendo que las manos que lo acariciaban le hicieran daño como en el pasado. “Le dimos todo el tiempo para que se adaptara y nos aceptara”, contó para The Dodo. “Tuvimos que ir paso a paso con él. Estaba tan encerrado en sí mismo y le aterrorizaba la proximidad humana”.
En el refugio, la presencia de otros perros fue fundamental para su recuperación emocional. “Anatoli los vio a nuestro alrededor y se dio cuenta de que no había nada que temer”, explicó Phillips al medio citado. Poco a poco, comenzó a jugar y a confiar, mostrando signos claros de felicidad y seguridad.
Un nuevo hogar y una vida llena de amor

Después de varias semanas en The Voiceless Dogs de Nassau, Bahamas y de comprobar que Anatoli estaba lo suficientemente sano para viajar, Phillips coordinó su traslado a Second Chance Rescue en Nueva York. Allí, el husky se ganó el título de “perro de acogida fallido”, una expresión que se usa cuando un perro termina quedándose con la familia temporal que lo recibe.
Phillips expresó su gratitud hacia la organización y a sus nuevos humanos: “Muchas gracias por encontrarle su hermoso hogar. Mi más sincero agradecimiento a la familia de Anatoli, Matt Markowitz, por su paciencia ante los desafíos de tener un husky, especialmente uno como él que necesitaba orientación”.
Cinco años después, Anatoli es prácticamente irreconocible. “Ahora vive en Estados Unidos con una hermosa familia que realmente comprendió su valor. A pesar de todo el dolor que soportó, Dios le concedió su deseo de ser amado... y lo es”, compartió Phillips.
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