
Un nuevo estudio experimental reveló que el insecto matador (Bitta alipes), una especie de América Central conocida por sus llamativas “banderas” en las patas traseras, agita dichas extremidades como estrategia específica para disuadir a depredadores, en particular a las mantis religiosas.
La investigación, liderada por Connor Evans-Blake, de la Universidad de Manchester, Juliette J. Rubin y Ummat Somjee, ambos del Smithsonian Tropical Research Institute de Panamá y la Universidad de Texas en Austin, fue publicada en la revista Current Zoology el pasado mes de agosto y aporta una nueva perspectiva sobre cómo los insectos se adaptan para defenderse de amenazas concretas.
El equipo recogió 25 ejemplares del insecto matador en los alrededores de Gamboa, Panamá, y los expuso en un laboratorio a dos tipos de artrópodos: una mantis religiosa, que es su depredador, y un katydid, el cual es un insecto de tamaño similar, pero no depredador. Durante las pruebas, los investigadores registraron 2,938 movimientos de agitación de patas en 25 horas de observación.
Según la información proporcionada, en presencia de la mantis, los ejemplares aumentaron siete veces la frecuencia de su comportamiento de agitar las patas respecto a cuando estaban con el katydid. Además, la intensidad y duración de cada episodio también crecieron un 50% en promedio.
¿Cómo funciona el “saludo” del ‘insecto matador’?

Este comportamiento, según lo detallado en Current Zoology, consiste en levantar una o ambas patas traseras, adornadas con grandes expansiones de colores vivos, y moverlas de forma oscilante sobre el cuerpo, por lo que se le considera similar a un “saludo”.
Aunque en otras especies movimientos similares pueden tener funciones sociales o sexuales, estudios previos y los datos actuales descartan ese papel en el insecto matador. Según los autores, la observación les permitió identificar la manera en que el insecto reconoce y responde de forma selectiva a la amenaza real.
El experimento también mostró que las mantis rara vez atacaron a los Bitta alipes, y nunca lo hicieron mientras estos agitaban sus patas; incluso, de los 25 insectos, solo tres fueron capturados, y en todos los casos, las víctimas no realizaron el comportamiento de agitación durante al menos 57 segundos antes del ataque.
La observación de estos hechos refuerza la hipótesis de que sacudir sus extremidades actúa como una señal de advertencia o disuasión eficaz.
Sumado a ello, es importante mencionar la relevancia del contexto ecológico, pues los insectos matadores se alimentan de plantas del género Passiflora, conocidas por sus compuestos químicos tóxicos.
Los Bitta alipes, al igual que otras especies que se alimentan de la especie vegetal mencionada, presentan colores llamativos que advierten a los depredadores de su mal sabor o toxicidad. Sin embargo, las mantis religiosas, a diferencia de las aves, no perciben bien los colores rojos y naranjas, por lo que la advertencia visual está reforzada por el movimiento conspicuo de las patas.
Implicaciones evolutivas y futuras investigaciones

El estudio también exploró si este comportamiento existe en ejemplares emparentados. De acuerdo con la información proporcionada, a través de observaciones directas y revisión de videos, los autores identificaron al menos cinco especies adicionales de coreidos que presentan banderas tibiales y agitan las patas de forma similar, todas ellas relacionadas también con la Passiflora.
Aunque los resultados sugieren que la estrategia podría haber evolucionado varias veces en el grupo como respuesta a presiones de depredación, la investigación presenta algunas limitaciones.
En primer lugar, el número de mantis y katydids utilizados fue reducido (siete y tres, respectivamente), y los ensayos se realizaron en un entorno controlado, lo que podría influir en la naturalidad de las interacciones. Además, no se evaluó si la agitación de las patas puede desviar ataques hacia las extremidades y así aumentar la supervivencia, una hipótesis que mencionan requerirá estudios adicionales con otros depredadores.
La evidencia apunta a que el insecto no solo advierte de su toxicidad con colores brillantes, también despliega una conducta activa y dirigida para disuadir a depredadores que dependen más del movimiento que del color.
A futuro, los investigadores proponen analizar cómo otros atacantes responden a la agitación de las patas y si este comportamiento puede inducir aprendizaje o aversión en ellos.
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