
En el corazón del Territorio del Norte australiano, a unos 200 kilómetros al sur de la ciudad Alice Springs, se encuentra Erldunda Roadhouse, una posada remota que ofrece alojamiento, comida y una experiencia única para los viajeros. Pero en 2017, lo que realmente colocó a dicho lugar en el mapa fue su insólito residente ‘Cluck Norris’, un gallo blanco que creía ser un canguro.
Hace ocho años, Kira Boswell, administradora del establecimiento que funge también como un bar y centro turístico remoto, contó a la Australian Broadcasting Corporation (ABC) cómo este inusual residente arribó al lugar.
“Uno de nuestros invitados llegó hace un par de meses y lo encontró [a Cluck] debajo de uno de los puentes entre aquí y Alice”, relató. “Se dieron cuenta de que era un ave muy amigable y encantador. Buscaron por los alrededores y no encontraron casa ni a nadie que le perteneciera, así que fueron al bar y preguntaron si podíamos alojarlo”.
El equipo decidió adoptarlo y, por falta de un gallinero, lo colocaron con los canguros del lugar. Desde entonces, el ejemplar de Gallus gallus domesticus comenzó a comportarse como uno más del grupo de marsupiales.
Su nombre, un juego de palabras que hace referencia al famoso actor estadounidense Chuck Norris, fue idea del compañero de Boswell. “Pensamos que era muy apropiado para él y le sienta muy bien”, explicó la mujer.
Un gallo que patea y muerde como canguro

Cain Powell, cuidador de vida silvestre en Erldunda Roadhouse, fue testigo directo de cómo Cluck Norris desarrolló comportamientos típicos de los marsupiales con los que convivía. Aunque había visto antes a gallos imitando otros animales, reconoció que ese caso era completamente distinto. “Nunca un canguro. Un perro, un gato, pero nunca un canguro. Este es el primero que veo, y además lo está haciendo bastante bien”, declaró para ABC.
Con el tiempo, Cluck aprendió a morder y patear como si perteneciera biológicamente a la familia de los Macropodidae, y también comenzó a buscar afecto de la misma forma en que ellos lo hacían. “Es exactamente igual, como los demás canguros. Siempre vienen a acariciarme, y él también quiere intentarlo”, dijo.
Pero lo que resultó más peculiar para sus cuidadores fue la rapidez con la que adoptó el nuevo comportamiento, pues en apenas dos meses, ya se movía y socializaba como un marsupial más.
Aunque ocupaba el escalón más bajo en la clasificación organizacional del grupo, todos los animales lo aceptaron. “Es el más bajo en la jerarquía, por supuesto, pero les va bien con él. Tiene un temperamento muy bueno para ser un gallo”, añadió Powell.
En ese momento, el Roadhouse ya contaba con varios emús, pero la administradora no descartaba sumar más miembros inusuales al lugar. “Más pollos, tal vez una llama o dos”, comentó para ABC.
Una atracción inolvidable para los turistas

Durante su estadía en Erldunda, el ave de plumaje blanco se convirtió en una auténtica atracción turística. Los visitantes, sorprendidos al ver un gallo conviviendo con canguros y comportándose como uno, reaccionaban de manera positiva. “Se acercan, ven a Cluck y se ríen mucho. Les parece divertidísimo que coma con ellos. Casi parece que les está conversando”, dijo Boswell.
De hecho, según la información difundida por el medio citado, una de las escenas favoritas del público era cuando el pequeño animal se recostaba por la tarde junto a los marsupiales o saltaba sobre las piernas de el cuidador de vida silvestre como si fuera un cachorro de canguro más.
Ante la idea de que el ave pudiera terminar en el menú del restaurante, Boswell fue enfática: “Todos los chicos se rieron de la posibilidad de que Cluck se siente en la mesa para el almuerzo de Pascua, pero no, lo amamos demasiado. Cluck estará aquí todo el tiempo que quiera”.
Actualmente, se desconoce que pasó con él, sin embargo, no hay duda de que dejó una huella insólita y entrañable en el paisaje australiano, ganándose el corazón de todos con su singular personalidad.
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