
Aunque se encuentran entre los depredadores más peligrosos del planeta, los osos suelen ser percibidos como criaturas tiernas y cercanas a los humanos.
Este contraste entre su naturaleza salvaje y la simpatía que despiertan ha sido tema de estudio para la ciencia, que busca explicar por qué los asociamos con la amistad y la confianza.
A lo largo de la historia, los osos han ocupado un lugar destacado en la cultura popular y en el folclore de diversas civilizaciones.
Desde constelaciones con su nombre hasta representaciones en relatos indígenas de Norteamérica que los consideran parientes humanos, estos animales han estado presentes en la imaginación colectiva durante siglos.
De acuerdo con especialistas, esta conexión no es únicamente cultural, sino también evolutiva y psicológica.
El parecido físico, los hábitos compartidos con los humanos y ciertos rasgos corporales desencadenan respuestas emocionales que hacen que los percibamos como animales amistosos, a pesar de su carácter salvaje.
Evolución, hábitats compartidos y similitudes

Rae Wynn-Grant, ecóloga e investigadora asociada de la Universidad de California en Santa Bárbara, lleva 14 años estudiando osos y explica que la percepción humana está influida por factores biológicos y culturales.
“Creo que los humanos tenemos una percepción muy sesgada de los osos”, señaló en entrevista con Scientific American.
Dichos depredadores comparten hábitats similares a los de los humanos: bosques, zonas cercanas a ríos y lagos, y una dieta omnívora que incluye frutas, frutos secos, miel y carne. Además, su estructura corporal puede recordar a la de las personas.
“Si un humano estuviera a cuatro patas, podría parecerse a un oso. Y si un oso estuviera erguido, podría parecerse a una persona”, comentó Wynn-Grant.
Otros rasgos físicos, como su pelaje esponjoso, orejas pequeñas y redondeadas o su gran nariz, contribuyen a la percepción de ternura.
Sin embargo, estas características tienen un trasfondo adaptativo: la conservación del calor, la protección frente al entorno y un olfato extremadamente desarrollado, capaz de detectar presas a largas distancias.
Qué dice la psicología sobre su “aspecto amigable”

Investigaciones en psicología y etología sugieren que los humanos asociamos a los osos con características propias de nuestras crías.
El etólogo Konrad Lorenz planteó en la década de 1940 el “esquema del bebé”, que describe cómo rasgos como ojos grandes, caras redondas y mejillas regordetas evocan respuestas de protección y apego en los adultos. En los osos, estas cualidades físicas parecen activar esas mismas emociones.
Además, los plantígrados comparten rasgos con los perros, ya que ambas especies pertenecen al suborden Caniformia, lo que explica similitudes corporales y conductuales que refuerzan la percepción de cercanía.
A pesar de ello, Wynn-Grant advierte que no debe olvidarse la verdadera naturaleza de estos animales.
“Entiendan que soy una verdadera amante de los osos. Pero personalmente no creo que sean tan adorables. Tampoco pienso que parezcan amigables. Cuando veo osos, veo depredadores”, afirmó para Scientific American.
La investigadora enfatiza que esta visión idealizada puede ser riesgosa si lleva a subestimar su feroz carácter.
“Creo que todos los animales salvajes deberían seguir siendo salvajes, no domesticados ni mantenidos en cautiverio, a menos que sea por estrictas razones de conservación”, concluyó.
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