La noche del 19 de septiembre, Mariana salió de un restaurante en la colonia Hipódromo Condesa en la Ciudad de México sin imaginar que un encuentro inesperado transformaría no sólo el rumbo de su jornada, sino también la vida de un perro callejero.
En la esquina de la Avenida Benjamín Hill con la Calle Cholula, un pitbull visiblemente desnutrido y con un chicle pegado a su cola se atravesó en su camino.
La mujer intentó acercarse al perro sin éxito. El animal, desconfiado, se mantenía a distancia. Sin embargo, al avanzar hacia su hogar, Carlitos (como decidió llamarlo) comenzó a seguirla hasta detenerse en la entrada de su domicilio.
“Empezó a llorar en la puerta de mi casa, lo cual me partió el corazón; me acerqué y ahí se dejó tocar. En ese momento se entregó Carlitos”, relató.
Conmovida por la escena, la mujer le abrió las puertas de su hogar. Durante esa primera noche, el perro mostró agradecimiento con gestos sencillos: besos, juegos y la pata extendida en señal de confianza.
“Es un perrito muy juguetón, muy inteligente, que necesita mucho afecto […] Creo que tiene miedo de volver a ser abandonado”, explicó.
Mariana confesó que, aunque le habría gustado quedarse con él, la situación era complicada: su otro perro, de talla grande y muy territorial, no recibió de buena manera al nuevo integrante, por lo que tuvo que iniciar los planes para que Carlitos pudiera encontrar un lugar seguro que lo acogiera.
Entre refugios saturados y la esperanza de un nuevo hogar
Al día siguiente, Mariana llevó al perro a una clínica veterinaria, donde le informaron que tenía entre dos y tres años de edad. Posteriormente, lo bañaron, desparasitaron, vacunaron y lo incorporaron a una dieta especial para atender su desnutrición.
Mientras tanto, el proceso de recuperación avanzaba, pero surgía un nuevo reto: encontrar un refugio dispuesto a recibirlo.
La búsqueda no fue sencilla. En cada albergue que contactaba, Mariana recibía la misma respuesta: no hay espacio. “Yo no sabía realmente el grado de abandono que existe ni que los refugios estuvieran totalmente colapsados”, comentó.
Durante varios días, la dinámica en el hogar de Mariana se volvió complicada: Carlitos debía permanecer en una habitación, su otro perro en otra, y ella en una tercera.
Consciente de la urgencia, difundió el caso entre amigos y conocidos, pero la ayuda no llegó. “Lo logramos difundir un montón, pero no me llamó nadie”, aseguró.
El apoyo de una fundación y un llamado a la adopción
La situación cambió cuando la mujer logró contactar a la Fundación RescataCan, ubicada en San Juan de Aragón, en la Ciudad de México. Roberto Giménez, integrante del albergue, aceptó recibir a Carlitos y únicamente solicitó croquetas y una contribución económica para cubrir la esterilización del perro.
Aunque aliviada de saber que Carlitos está a salvo, Mariana confesó sentirse preocupada por su futuro. “Tengo el corazón partido en este momento, porque es el mejor perrito que he conocido”, dijo.
Hoy, el perro permanece bajo el resguardo de la Fundación RescataCan, donde recibe cuidados y protección. Aunque ya está a salvo, su historia aún no concluye: el cánido espera la oportunidad de ser adoptado por alguien que le brinde el cariño y la estabilidad que siempre necesitó.
“Espero que pronto Carlitos y todos los perritos abandonados encuentren una familia. No puede ser que los refugios estén colapsados y no reciban más animales; es muy duro”, manifestó Mariana.
Según la organización Mars Petcare, en México al menos 29.7 millones de perros y gatos viven en las calles, y esta cifra podría aumentar, ya que el Congreso de la Ciudad de México estima que cada año se abandonan alrededor de 500 mil animales.
El caso de Carlitos refleja la realidad de miles de mascotas en situación de abandono en México, muchos de los cuales enfrentan hambre, sed, enfermedades, accidentes y maltrato, incluso abuso sexual, mientras buscan un nuevo comienzo. Esto abre la pregunta sobre cuántos lograrán, como él, encontrar finalmente un hogar y la protección que necesitan.
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