
En el campo de la biología evolutiva, los patos constituyen una rareza dentro del mundo de las aves ya que, mientras la mayoría de estas especies carece de pene, ellos, junto con los gansos y los cisnes, conforman el reducido 3% que sí lo poseen.
De acuerdo con la revista Muy Interesante, este rasgo es el resultado de un proceso de evolución independiente donde, a diferencia de los mamíferos, en los que el pene es un órgano común, en las aves representa una excepción morfológica que revela cómo la selección natural genera soluciones distintas para un mismo fin reproductivo.
En estado de reposo, este órgano se mantiene retraído dentro de una cavidad próxima a la cloaca, pero durante la cópula se expande de manera súbita gracias a la hemolinfa, un fluido semejante a la sangre que circula en numerosos invertebrados.
Dicho despliegue ocurre con una rapidez de apenas 360 milésimas de segundo, equivalente al parpadeo humano, y permite al pene alcanzar su máxima longitud junto a su característica forma en espiral. Este fenómeno de eversión constituye un ejemplo sobresaliente de adaptación biológica orientada a asegurar la transferencia de esperma en un entorno de fuerte competencia sexual.
La hemolinfa desempeña un papel fundamental en el proceso, pues al ser más ligera que la sangre permite una erección más veloz y eficiente que la de otros animales, señala Muy Interesante. Sin embargo, la singularidad del órgano no radica únicamente en la rapidez de su expansión, sino también en su flexibilidad.
La espiral invertida de las hembras

El aparato reproductor femenino, por su parte, presenta estructuras descritas como barreras anatómicas frente a la cópula forzada, pues la vagina de la pata adopta una espiral en sentido antihorario, opuesta a la morfología del pene, la cual además cuenta con conductos ciegos y ángulos pronunciados.
Intrigada por este fenómeno, la investigadora Patricia Brennan, de la Universidad de Yale, lideró un estudio en 2009 que exploró hasta qué punto la anatomía femenina dificulta la penetración masculina. Para ello diseñaron tubos artificiales que simulaban diferentes estructuras: uno recto, otro con espiral en el mismo sentido que el pene, un tercero con espiral invertida como el de las hembras y uno con un ángulo de 135 grados.
Al poner a prueba a los patos criollos y patos mudos, descubrieron que la espiral opuesta y los ángulos cerrados realmente dificultaban el avance del órgano masculino.
Este hallazgo confirmó la existencia de una “carrera” evolutiva entre machos y hembras puesto que, mientras ellos desarrollan penes más largos y flexibles, ellas ajustan su anatomía para mantener control sobre la fecundación. De esta forma, la reproducción en los patos no es un proceso pasivo, sino una interacción definida por adaptaciones recíprocas.
Sumado a ello, la competencia sexual entre el mismo género ha sido un motor constante en la evolución genital de estas aves, pues la presión de los machos rivales impulsa a que aquellos con penes más desarrollados tengan mayores posibilidades de fecundar, mientras que las hembras mantienen mecanismos para seleccionar, de manera indirecta, que individuo logrará transmitir sus genes.
Competencia y estrategias reproductivas

El entorno social también juega un papel determinante en el tamaño y la forma del pene de los patos. Investigaciones citadas por Muy Interesante muestran, como se mencionó anteriormente, que la presión competitiva influye directamente en el desarrollo genital.
Un ejemplo de ello es que los machos que conviven en grupos tienden a presentar penes más largos, mientras que aquellos que llevan una vida más aislada no experimentan la misma necesidad evolutiva de alargar el órgano.
Un patrón similar se observa en otras especies, como los porrones bola, donde la jerarquía social define las posibilidades reproductivas. En dicho caso, los machos dominantes suelen conservar penes más largos, en tanto que los subordinados optan por cópulas rápidas y reducen el tamaño del órgano después del apareamiento, evitando así conflictos directos.
Dentro de la diversidad anatómica de los anátidos, la malvasía argentina (Oxyura vittata) constituye un ejemplo extremo en la relación entre tamaño corporal y longitud del pene. De acuerdo con National Geographic, los machos de esta especie pueden desarrollar un órgano genital que supera los 40 centímetros, alcanzando dimensiones comparables al total de su cuerpo, lo que lo convierte en el pene proporcionalmente más largo registrado en el reino animal.
En estado de reposo, la estructura se pliega en forma de sacacorchos, presenta púas en la base y culmina en una punta blanda semejante a un cepillo. En esta especie, los especialistas sugieren que dicha morfología podría servir para desplazar el esperma de machos rivales, aunque sus posibles ventajas adicionales siguen siendo materia de investigación.
Paradójicamente, esta larga estructura genera dificultades prácticas, pues el órgano, al permanecer adosado al vientre, puede interferir con el vuelo y, de manera particular, con el aterrizaje.
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