
A comienzos de junio, una pata intentaba cruzar la calle junto a sus crías cuando, víctima de un incidente de presunta negligencia y crueldad animal, fue atropellada deliberadamente por un automovilista. Pero aunque parezca increíble, aquel vehículo que no realizó ningún intento de frenar, dio inicio a una historia con un desenlace inesperadamente esperanzador.
En ese momento, Nick, uno de los conductores que presenciaron la escena y de quien se desconoce el apellido, quedó consternado, pero lejos de paralizarse, detuvo su auto de inmediato, corrió hacia los patitos aterrados, recogió con sumo cuidado a todos los que sobrevivieron y los llevó directamente al Newhouse Wildlife Rescue, un centro especializado en el rescate de fauna silvestre en Massachusetts.
“Fue una persona muy dulce”, relató Jane Newhouse, directora del refugio, en declaraciones para The Dodo For Animal People, una plataforma con enfoque emocional hacia el cuidado y la defensa de los animales.
Y ahí, entre los patitos rescatados, había uno que caminaba con dificultad. Jane lo notó de inmediato al colocarlo en una criadora cálida junto a los demás huérfanos. “Tenía los deditos de los pies encogidos y caminaba casi sobre los nudillos. Parecía muy incómodo”, explicó. Fue entonces cuando su hija, con una inocente observación, reforzó su preocupación: “Mamá, ¿le pasa algo a ese?”
El pequeño, que pronto recibiría el nombre de “Happy Feet”, estaba vivo gracias al acto compasivo de un desconocido, y al cruel destino que, paradójicamente, le brindó una segunda oportunidad.
Zapatos diminutos para un nuevo comienzo

Una vez bajo su cuidado, el equipo de Newhouse identificó la causa de la malformación. Aparentemente, las patas del animal no se desarrollaron correctamente durante la gestación, probablemente debido a una deficiencia de vitaminas.
Hasta ese momento, sin intervención, sus extremidades permanecían enroscadas, lo que le impedía caminar con normalidad, seguir el ritmo de sus hermanos y, en consecuencia, no podría sobrevivir en la naturaleza cuando fuera liberado nuevamente.
Pero Jane no se dio por vencida y, con creatividad, confeccionó un par de zapatos ortopédicos, utilizando la tapa de un recipiente para comida y cinta adhesiva. En entrevista con The Dodo, aseguró que su objetivo era enmendar la forma de sus patas antes de que fuese demasiado tarde.
“Para corregirlo, tomará suplementos vitamínicos y lleva unas nuevas y geniales zapatillas para que sus pies no se enrosquen. Ya camina mejor”, compartió el refugio Newhouse Wildlife Rescue en una emotiva publicación en Facebook. “Con el tiempo, sus pies deberían poder quedar planos por sí solos, para que pueda caminar tan bien como sus hermanos”.
Aunque al principio el ave parecía insegura con sus nuevos zapatos, rápidamente comenzó a moverse con más agilidad. El equipo notó que caminaba más rápido y con una actitud claramente más alegre, lo que inspiró su nombre, Happy Feet, como el famoso pingüino bailarín de la película animada homónima.
“Su nuevo calzado es un poco más elegante. Pero, sobre todo, le está dando una segunda oportunidad para una vida mejor”, escribieron con orgullo desde el refugio el segundo día de tratamiento.
“Le cambiábamos los zapatos a diario para mantenerlos limpios y secos”, explicó Newhouse. “Después de tres días, lo llevamos al veterinario y se los quitamos, y sus pies estaban perfectamente planos. Caminaba con normalidad”.
Una historia de rescate, aprendizaje y destino

Hasta mediados de julio, Jane Newhouse había acogido a más de 70 patitos huérfanos, gracias a su reciente certificación federal para rehabilitar aves acuáticas. Su labor es crucial en primavera y verano, cuando las madres pato deben llevar a sus crías a fuentes de agua, a menudo cruzando carreteras transitadas, lo que, desafortunadamente, en muchos casos resulta fatal.
“Solo somos unos pocos en el estado que podemos cuidar patitos”, señaló la mujer. “Y cuando una madre es atropellada, hablamos de entre siete y diez crías, todas necesitadas de cuidados”.
Según lo detallado a The Dodo, en el refugio, los patitos se organizan según su tamaño y etapa de desarrollo. De esa forma, los más pequeños se acurrucan bajo luces cálidas, mientras los más grandes chapotean en piscinas poco profundas. A medida que crecen, se trasladan a estanques al aire libre, donde aprenden a buscar alimento y a fortalecer sus alas antes de ser liberados. Este año, Jane ya ha logrado reinsertar a 20 patos en su hábitat natural.
Sin embargo, historias como la de Happy Feet también tienen otra vertiente, relacionada al impacto emocional en quienes se ven involucrados, como Nick. “Fue testigo de algo horrible, pero hizo todo lo posible por salvar a los pequeños”, dijo Newhouse. “Y uno de ellos no solo sobrevivió, sino que está mejor que nunca”.
“Si su madre no hubiera sido atropellada, nunca habría recibido la ayuda que necesitaba. Es un giro extraño, pero le dio una oportunidad”, reconoció Newhouse.
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