
Las estatuas rinden homenaje a personajes y eventos significativos, simbolizando valores, ideales y momentos que la sociedad quiere preservar o celebrar, y en este sentido, los perros también ocupan un lugar especial dentro de este reconocimiento.
En distintas culturas y regiones del mundo, se construyen monumentos dedicados a estos animales, destacados por su lealtad, valentía y su vínculo con el ser humano, convirtiéndose en símbolos de amor incondicional y coraje.
Desde el emblemático Hachiko en Tokio, que esperó con fidelidad a su dueño durante años, hasta Balto en Nueva York, el husky que lideró una misión heroica para salvar vidas, estas esculturas cuentan historias fascinantes y motivadoras, transformándose en visitas imprescindibles para quienes buscan explorar lugares llenos de significado.
Homenajes caninos en esculturas icónicas a nivel mundial
El Continental Kennel Club elaboró una selección especial de esculturas dedicadas a perros alrededor del mundo, las cuales reflejan historias de lealtad y valentía:
Hachiko (Tokio, Japón)

La estatua de bronce de Hachiko se encuentra junto a la estación de tren de Shibuya, en Tokio. Este perro fue la querida mascota de Eizaburo Ueno, un profesor universitario, y lo acompañaba cada mañana y tarde hasta la estación para despedirse y recibirlo al regresar.
Un día, mientras trabajaba, sufrió una hemorragia cerebral y falleció, dejando a Hachiko sin su amado dueño. Sin embargo, la lealtad del perro no desapareció con su partida, ya que durante años continuó yendo a la estación todos los días, a la misma hora, esperando que su amo regresara del trabajo.
En 1932, un reportero conoció la historia de Hachiko y la difundió en la prensa, lo que convirtió al perro en un símbolo nacional de lealtad y amor incondicional.
Esta conmovedora historia fue llevada al cine en la película “Siempre a tu lado Hachiko” ( “Hachi: A Dog’s Tale”), protagonizada por Richard Gere, que popularizó aún más la figura del canino a nivel mundial, mostrando el profundo vínculo de amor y lealtad entre el perro y su dueño que trascendió el tiempo.
Puppy (Bilbao, España)

Este perro gigante, de la raza West Highland White Terrier, mide aproximadamente 12.4 metros de altura y pesa alrededor de 16 toneladas. La escultura está formada por una estructura de acero inoxidable cubierta con cerca de 38,000 plantas naturales que se reemplazan dos veces al año.
La historia de Puppy comenzó en 1992 cuando Jeffe Koons presentó una primera versión temporal hecha de madera, que fue exhibida en el patio del castillo barroco de Waldeck, Alemania, durante la Documenta IX, una exposición de arte contemporáneo. Después de desmontar esa versión, Koons creó la obra definitiva en acero inoxidable, que fue presentada por primera vez en el Museo de Arte Contemporáneo de Sídney en 1997.
Poco después, la Fundación Solomon R. Guggenheim adquirió la obra para formar parte de su colección y la instaló permanentemente frente al Museo Guggenheim Bilbao en España desde su inauguración en octubre de 1997.
La intención de Koons con esta obra es transmitir optimismo, confianza y seguridad, valores asociados a la compañía y lealtad que suelen ofrecer los perros. La forma viva de la escultura, con flores que crecen de manera desigual, simboliza el poder y la vitalidad de la vida. Puppy se ha convertido en un símbolo querido y emblemático del museo, recibiendo y dando la bienvenida a millones de visitantes con su alegre y colorida presencia.
Bobby de los frailes grises (Edimburgo, Escocia)

La historia de Bobby, también conocido como Greyfriars Bobby, tiene su origen en Edimburgo, Escocia. Bobby era un skye terrier que perteneció a John Gray, un vigilante nocturno que trabajaba en el cementerio Greyfriars. El dueño falleció en 1858 a causa de tuberculosis, y a partir de ese momento, el canino permaneció fielmente junto a su tumba durante 14 años.
Esta lealtad convirtió a Bobby en una figura muy querida por los vecinos de Edimburgo, quienes decidieron honrarlo de manera especial. A pesar de que Bobby murió en 1872 y no fue enterrado junto a John Gray, debido a que las autoridades consideraban sagrado el cementerio y por ello negaron enterrarlo en el mismo lugar, se colocó una lápida conmemorativa a la entrada de Greyfriars.
La estatua de Greyfriars Bobby se encuentra situada al sur del puente George IV en Edimburgo, justo en el cruce del puente, muy cerca de la entrada principal del histórico cementerio Greyfriars Kirkyard.
Esta estatua de bronce a tamaño real está colocada sobre una base de granito y se ubica frente al “Greyfriars Bobby’s Bar”, un punto de referencia muy conocido para los visitantes.
Fala (Washington D.C., Estados Unidos)

Fue un terrier escocés que se convirtió en una de las mascotas presidenciales más queridas de Estados Unidos, gracias a su estrecha relación con Franklin D. Roosevelt.
Llegó a la Casa Blanca como un regalo para Eleanor Roosevelt en 1940 y desde entonces acompañó al presidente en la mayoría de sus actividades, viajando con él por tierra, mar y aire e incluso asistiendo a importantes encuentros diplomáticos.
Fala protagonizó un documental que mostraba la vida en la Casa Blanca y alcanzó tanta notoriedad que Roosevelt pronunció en 1944 el célebre “Discurso de Fala” para defenderlo de acusaciones políticas infundadas. En este discurso, el presidente destacó el esmero con que cuidaba a su perro, reforzando la imagen entrañable y humana del pequeño terrier ante la opinión pública.
Tras la muerte del presidente en 1945, Fala vivió con Eleanor en Hyde Park hasta su fallecimiento en 1952. Fue enterrado junto a sus dueños en el jardín de su residencia, mostrando la profunda conexión familiar que compartió con ellos.
En homenaje a su importancia en la vida del presidente y al cariño que despertó en el país, una estatua de bronce de Fala, esculpida por Neil Estern, se encuentra a los pies de la estatua de Franklin D. Roosevelt en el Monumento Nacional en Washington, D.C.
Los perros de la plaza Santa Ana (Islas Canarias, España)

Las estatuas de los perros que se encuentran en la Plaza de Santa Ana, frente a la Catedral de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria, representan a la raza canina conocida como canem o Podenco Canario, un perro de caza tradicional de las Islas Canarias.
Estas ocho esculturas de hierro fundido fueron creadas por el escultor francés Alfred Jacquemar a finales del siglo XIX, alrededor de 1895. Originalmente formaban parte de un conjunto de decoración urbana encargado para embellecer la plaza, una iniciativa del alcalde Felipe Massieu.
Aunque inicialmente recibieron críticas por considerarse poco adecuadas para un espacio tan emblemático, con el paso del tiempo estas figuras se convirtieron en un símbolo muy querido y característico de la ciudad. Las estatuas llevan las iniciales “A.J.” que corresponden a Jacquemar y fueron posiblemente en el taller Val d’Osne en Francia.
La tradición y el cariño popular por estos perros se reforzó con la publicación de la fábula “Faycán” en 1944, donde el escritor Víctor Doreste da nombre a cada uno de los ocho canes y narra sus historias, consolidando su presencia en la memoria colectiva de la isla.
Zinneke Pis (Bruselas, Bélgica)

En Bruselas, una de las expresiones más divertidas y características del humor local es el zwanze, un tipo de humor popular que se basa en la capacidad de reírse de uno mismo y de las peculiaridades propias de la ciudad.
En este espíritu se creó la escultura del Zinneke Pis, una figura de bronce que representa a un perro orinando sobre un bolardo, ubicada cerca de la Grand Place, aunque sin una fuente como las otras dos estatuas similares de la ciudad.

Esta obra se suma a un trío emblemático que simboliza la identidad bruselense a través de su peculiar sentido del humor y su historia: el Manneken Pis, que representa a un niño orinando y data de 1619, y su contraparte femenina, Jeanneke Pis, una niña que también orina, añadida en los años ochenta.
Las tres esculturas forman un conjunto que combina tradición, folclore y una divertida manera de expresar la cultura local, siendo paradas obligadas para quienes visitan Bruselas y desean conocer más sobre su historia y carácter.
Estas esculturas no solo capturan la esencia del humor y la vida cotidiana de Bruselas, sino que también reflejan la manera en que la ciudad fusiona la historia con la modernidad, ofreciendo a locales y turistas una experiencia cultural única y llena de significado.
Balto (Nueva York, Estados Unidos)

En 1925, la población de Nome, Alaska, enfrentó un brote grave de difteria que puso en riesgo la vida de muchos niños, dada la dificultad para transportar el antídoto necesario debido al clima extremo y la ubicación remota.
Para salvar a la comunidad, se organizó un relevo con perros de trineo que recorrieron cientos de kilómetros en condiciones extremas para llevar el suero antitoxina desde Anchorage hasta Nome.
Entre los perros que participaron en esta hazaña se encontraba Balto, liderados por Gunnar Kaasen en la etapa final del trayecto.
La valentía y resistencia del canino lo convirtieron en un símbolo de esperanza y sacrificio, siendo reconocido ampliamente por su papel crucial en el éxito de esta misión humanitaria.
Para honrar la heroica labor de Balto y de todos los perros de trineo que participaron en esta histórica carrera contra el tiempo, el escultor Frederick Roth fue comisionado para crear una estatua en su honor.
Esta escultura, se encuentra actualmente en Central Park, en Nueva York, como un tributo permanente a la valentía, lealtad y fuerza de estos animales que ayudaron a salvar vidas en circunstancias extremas.
Waghya (Maharashtra, India)

Waghya, cuyo nombre significa “tigre” en maratí, fue un perro mestizo y compañero fiel del rey Maratha Shivaji Maharaj, famoso por su lealtad y devoción eternas.
Según la leyenda, tras la muerte del rey en 1680, Waghya demostró su lealtad de manera extraordinaria al arrojarse voluntariamente a la pira funeraria de su amo, sacrificando su vida junto a él.
En honor a su muestra de fidelidad, se erigió una estatua en un pedestal junto al memorial de su dueño en el Fuerte Raigad. A pesar de que en 2011, fue retirada temporalmente por un grupo extremista que cuestionaba la existencia real de Waghya, la comunidad local defendió fervientemente el legado del perro y logró que la escultura fuera reinstalada, reafirmando el profundo respeto y admiración que esta historia sigue inspirando.
Border Collie (Lake Tekapo Village, Nueva Zelanda)

Los Border Collie llegaron al país traídos por los colonos escoceses durante el siglo XIX, y desde entonces, se convirtieron en compañeros indispensables para los granjeros debido a su inteligencia, agilidad y gran capacidad para el trabajo con el ganado.
Para honrar la importancia de esta raza en la historia y la cultura neozelandesa, en 1968 se erigió una estatua que representa a un Border Collie.
La escultura fue creada por el artista Innes Elliott y se ha mantenido como un símbolo de la relación especial entre los neozelandeses y estos perros trabajadores, que han dejado una huella imborrable en el desarrollo rural y pastoral del país.
Esta estatua no solo celebra la función práctica del Border Collie, sino también su fidelidad y vínculo con las comunidades agrícolas neozelandesas.
Islay (Sídney, Australia)

Islay fue un Cairn Terrier conocido por ser la mascota favorita de la reina Victoria. A pesar de haber vivido solo cinco años, su lealtad y compañía dejaron una profunda huella en la monarca, quien lo describió como su fiel compañero durante ese tiempo. Islay era tan querido que la propia reina y su maestro de pintura, Sir Edwin Landseer, que lo retrataron en varias ocasiones, destacando su presencia constante y cariñosa.
En honor a este especial vínculo, en 1987 se erigió una estatua de bronce de Islay frente al edificio Queen Victoria en George Street, Sydney.
La escultura, elaborada por el artista Justin Robson, está basada en un dibujo que la reina Victoria hizo en 1842, capturando la figura del pequeño perro en una actitud de pedir una galleta, gesto que representaba su carácter dócil y afectuoso.
El impacto emocional que causa la muerte de una mascota en la infancia

Un estudio llevado a cabo por investigadores del Hospital General de Massachusetts arrojó información sobre el profundo impacto emocional que la muerte de una mascota puede tener en los niños.
Esta investigación fue publicada en la revista European Child & Adolescent Psychiatry y señala que el fuerte vínculo afectivo que los niños desarrollan con sus mascotas puede ocasionar una angustia psicológica considerable que, en muchos casos, se mantiene como un indicador temprano de depresión durante un periodo de hasta tres años o más tras la pérdida.
“Para muchos niños, la muerte de una mascota es una de las primeras pérdidas significativas que enfrentan, y el impacto puede ser traumático, especialmente cuando el animal es considerado un miembro más de la familia”, explica Katherine Crawford, autora principal del estudio y experta en genética clínica del hospital.
El estudio parte de un análisis exhaustivo de más de seis mil niños participantes en el Estudio Longitudinal de Avon de Padres e Hijos (ALSPAC), con datos recopilados desde la temprana infancia hasta los ocho años.
Los investigadores destacaron que la relación de apego con la mascota proporciona a los niños afecto, protección y consuelo, pero también los expone a un dolor significativo cuando enfrentan su pérdida, un evento que el 63% de los niños con mascotas experimenta durante sus primeros años de vida.
El experimento identificó que los niños varones tienden a mostrar una respuesta más marcada en términos de síntomas psicopatológicos tras la muerte de una mascota, en comparación con las niñas, un hallazgo que rompe con patrones previos en investigaciones similares.
Además, la persistencia del impacto emocional no depende ni del momento específico en que ocurrió la pérdida ni de la frecuencia con que se haya experimentado, lo que subraya la duradera y profunda conexión que los niños establecen con sus mascotas desde edades muy tempranas y cómo esta puede influir en su desarrollo emocional a largo plazo.
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