
Las ardillas comienzan a ganar terreno en la Ciudad de México y su presencia en la capital mexicana es cada vez más común. Antes, se veían principalmente en grandes parques como el Bosque de Chapultepec o los Viveros de Coyoacán; sin embargo, hoy es posible encontrarlas en diversas colonias, saltando entre árboles o desplazándose con agilidad por cables y estructuras urbanas.
Ambas especies son nativas del centro del país y su proliferación responde a una mejor gestión de las áreas verdes urbanas y a su extraordinaria capacidad de adaptación a la vida en la ciudad.
Paola Martínez Duque, doctorante en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que “hoy vemos copas de árboles que se tocan entre sí, estructuras como cables o edificios que les permiten desplazarse con facilidad, así como muchas personas que les ofrecen alimento, lo que favorece su crecimiento poblacional.
Alimentación urbana y sus efectos en el comportamiento

De manera natural, estos roedores se alimentan de semillas, brotes, frutos e incluso de insectos o huevos de aves. Además, cumplen una función ecológica vital, ya que dispersan semillas al enterrar parte de lo que recolectan y luego olvidarlo, favoreciendo así el crecimiento de nuevas plantas, según reporta la UNAM en su revista digital.
Sin embargo, cuando reciben alimento de las personas, como cacahuates, papas, pan o frutas, modifican su comportamiento.
“Se vuelven menos cautelosas, se concentran en ciertas zonas y se dispersan menos. Podría pensarse que hay una sobrepoblación, aunque no necesariamente es así”, explica Paola Martínez.
En sitios como Chapultepec, el Parque Hundido y el de los Venados, así como en los Viveros de Coyoacán, es común ver a estos animales acercarse a los visitantes. Incluso, algunos colocan comederos para alimentarlos; una acción que, aunque bien intencionada, puede generar efectos negativos tanto en los roedores como en los árboles donde se deja la comida.
“Al recibir comida por parte de las personas, las ardillas no solo modifican su comportamiento; sino que también pueden causar daños, por ejemplo, en viveros donde se alimentan de brotes de distintas especies de plantas jóvenes”, advierte la especialista de la casa de estudios. Incluso, algunos trabajadores de áreas verdes describen a estos roedores como una plaga debido a los perjuicios que ocasionan.
Impacto de las ardillas en la ciudad y la salud pública

Aunque existe la percepción de que la presencia de esta especie ha incrementado notablemente en ciudades como la Ciudad de México, la UNAM señala que no hay estudios recientes que confirmen un incremento preocupante en sus poblaciones.
En áreas conservadas, como el Desierto de los Leones, la densidad poblacional de ardillas se mantiene estable y no se reportan daños relevantes. Sin embargo, en zonas donde hay alta interacción con seres humanos, el problema puede surgir debido a cambios en su comportamiento y efectos en el entorno, como el daño a plantas jóvenes en viveros o parques.
Aunque no representan un riesgo directo para la salud humana, pueden ser portadoras de microorganismos cuya naturaleza y peligrosidad aún se desconocen completamente. Asimismo, pueden verse afectadas por agentes infecciosos transmitidos por otros animales que cohabitan en sus hábitats, como ratas, ratones, gatos y perros ferales o domésticos, por lo cual es importante que los ciudadanos tomen sus precauciones a la hora de interactuar con estas criaturas.
Prevención de riesgos sanitarios en la convivencia con ardillas

Los ciudadanos pueden contribuir a disminuir riesgos sanitarios con acciones sencillas pero efectivas:
- Mantener una buena gestión de residuos.
- Recoger las excretas de sus mascotas al visitar parques.
- Tener al día los esquemas de vacunación y desparasitación.
Estas medidas ayudan a prevenir la transmisión de parásitos internos (como los gastrointestinales) y externos (como pulgas y garrapatas) que pueden pasar entre mascotas y los roedores.
En la última década, investigaciones de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ), la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza y la Facultad de Ciencias de la UNAM han estudiado temas como la genética, la interacción con aves, la urbanización y la salud de las ardillas, además de realizar estimaciones poblacionales en áreas verdes.
Los estudios coinciden en que estas especies prefieren zonas con alta actividad humana, como parques y jardines, debido a la abundancia de alimentos suplementarios. En contraste, en áreas más naturales, como la zona de amortiguamiento de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel o el Desierto de los Leones, muestran un comportamiento mucho más cauteloso frente a la presencia humana.
¿Cuál es el hábitat ideal de las ardillas?

Estos roedores necesitan un espacio amplio y seguro para vivir adecuadamente, según la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (RSPCA).
Este lugar idealmente debe ser tan grande como un aviario, lo suficientemente alto para que una persona pueda entrar sin agacharse.
El suelo debe ser firme y estar cubierto con materiales adecuados, como virutas de madera no tóxicas o papel triturado, con la profundidad suficiente para que los roedores puedan excavar libremente, ya que el uso de mallas metálicas puede causarles lesiones en sus patas.
Para recrear su hábitat natural, es esencial ofrecerles ramas y cuerdas de madera no tratada que les permitan trepar y explorar en busca de alimento, simulando un entorno de bosque o zona arbolada.
Además, deben contar con cajas nido rellenas de papel triturado o heno libre de polvo para descansar cómodamente, así como con escondites seguros, como troncos huecos o tuberías, donde puedan refugiarse cuando se sientan amenazadas.
Los juguetes son indispensables, pero deben ser suficientes para evitar conflictos entre ellas, ya que son muy activas y les encanta morder y excavar, es fundamental revisar regularmente su vivienda para detectar cualquier daño o peligro que pueda causarles lesión o facilitar una fuga, y hacer las reparaciones necesarias.
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