
Desde hace miles de años, los gatos comparten su vida con los humanos, pero seguimos sin comprender del todo qué piensan realmente de nosotros.
Aunque su presencia en nuestras casas es cada vez más común, su forma de percibirnos continúa siendo un auténtico enigma tanto para la ciencia como para los amantes de los felinos. Se estima que sólo en Estados Unidos hay más de 80 millones de mininos viviendo como animales de compañía, y en España, según cifras de Statista, en 2020 se contabilizaron alrededor de 3,8 millones.
Sin embargo, el modo en que los felinos interpretan nuestra presencia sigue rodeado de incógnitas. Así lo explica un reportaje del medio especializado en naturaleza y ciencia National Geographic, que recoge las conclusiones del especialista en comportamiento gatuno John Bradshaw, de la Universidad de Bristol.
¿Somos torpes, grandes o iguales?, la visión felina según John Bradshaw

El interés por comprender la mente de los gatos ha crecido en paralelo al aumento de su popularidad como mascotas. Según el medio de divulgación científica NatGeo, en el mundo existen aproximadamente tres mininos por cada perro, lo que subraya la magnitud de la presencia felina en la vida humana.
A pesar de ello, la ciencia aún no ha descifrado completamente cómo interpretan los gatos a las personas con las que conviven. El propio Bradshaw, autor del libro Cat Sense (En la mente de un gato), ha dedicado años a observar a estos animales tanto en colonias libres como en refugios y hogares, con el objetivo de analizar sus interacciones y deducir su estructura social.
El experto en felinos relata que su interés por el comportamiento animal comenzó con el estudio del olfato en invertebrados, un mundo sensorial muy distinto al humano. Posteriormente, en la década de 1980, se centró en la conducta canina, para después volcarse en el estudio de los gatunos.
Esta transición le permitió comparar la percepción que perros y gatos tienen de los humanos. Según sus observaciones, los perros reconocen a las personas como seres diferentes a ellos mismos y adaptan su comportamiento en consecuencia.
Por ejemplo, un perro juega de manera distinta con un humano que con otro perro. En contraste, los mininos no parecen modificar su conducta social al interactuar con humanos. “Levantar la cola, frotarse contra nuestras piernas, sentarse a nuestro lado, es exactamente lo que hacen los gatos con otros gatos”, explica el experto.
Esta similitud en el trato ha dado pie a la creencia popular de que los felinos consideran a los humanos como “gatos grandes y torpes”. Jhon matiza esta idea: “Sí piensan que somos torpes: no muchos gatos tropezarían con la gente, pero nosotros sí tropezamos con los gatos”.
Pero no creo que nos consideren tontos ni estúpidos, ya que los gatos no se frotan contra otro gato que sea inferior a ellos". Esta distinción resulta relevante para entender la naturaleza de la relación entre mininos y humanos, que se basa más en la igualdad que en la jerarquía.
El artículo de la revista especializada también destaca que, aunque las mascotas felinas pueden captar algunas señales sociales humanas y son sensibles a nuestras emociones, probablemente estén menos sintonizados con nuestras relaciones sociales que los perros.
Un estudio publicado en marzo de 2021 por Animal Behavior and Cognition (Comportamiento y Cognición Animal) respalda esta afirmación, sugiriendo que los gatos no interpretan las dinámicas sociales humanas con la misma profundidad que los perros.
Gatos y su interacción social con las personas

La investigación de Bradshaw se apoya en la observación directa de grupos de mininos, tanto en libertad como en entornos controlados. Analiza cómo interactúan, cómo se adaptan a la llegada de nuevos miembros y cómo se relacionan con sus dueños.
Además, utiliza cuestionarios y entrevistas para conocer la percepción de los propietarios sobre el comportamiento de sus mascotas. Esta metodología ha permitido identificar dinámicas sociales complejas y, en ocasiones, problemáticas.
El aprendizaje social de los felinos domésticos también se manifiesta en su capacidad para adaptar su comportamiento a las reacciones de los humanos. Por ejemplo, cuando un gato maúlla estando solo en una habitación, suele hacerlo porque ha aprendido que ese sonido provoca que su dueño acuda.
“Los gatos aprenden cómo reaccionan sus dueños cuando hacen un ruido en particular. De modo que si el gato piensa ‘quiero que mi dueño venga de la otra habitación’, intenta vocalizar. Aprenden de modo directo”, explica Bradshaw.
Otro comportamiento característico es el movimiento de las patas como si amasaran, una conducta que los felinos emplean con su madre durante la lactancia. Jhon Bradshaw señala que “todos los comportamientos que muestran hacia nosotros derivan de un modo u otro de la relación entre madre y cría”.
En cuanto a la posibilidad de adiestrar a un gato, Jhon sostiene que sí es posible enseñarles lo que no deben hacer. Recomienda métodos benignos, como utilizar juguetes con muelle que sorprendan al gato cuando sube a lugares no permitidos, o emplear una pistola de agua sin que el animal asocie la acción con la persona. Advierte que “los gatos no perdonan, y cuando se dan cuenta de que una persona les provoca ansiedad o les hace daño, mantienen las distancias”.
Finalmente, el experto aconseja a los dueños que reconozcan la sociabilidad limitada de los mínimos en comparación con los perros. Muchas personas asumen que tener dos “peludos” será el doble de divertido, pero los felinos pueden no compartir esa visión.
El mensaje principal es actuar con cautela al introducir un nuevo gato en el hogar y estar preparados para aceptar que la convivencia puede no funcionar como se espera.
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