“Gordy”, el elefante marino de dos toneladas que se ganó el cariño de todo un país por descansar tranquilo en las calles

La madrugada del martes 27 de mayo, los residentes de Gordon’s Bay, en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), despertaron con la inusual escena de un elefante marino descansando tranquilamente, a pesar de encontrarse casi a un kilómetro de la costa.

Esta especie acuática se trataba de un macho joven de aproximadamente dos toneladas que, por razones aún desconocidas, se desvió de su hábitat natural y terminó en una zona residencial.

La llamada de alerta se recibió a las 6:20 horas de la mañana y 40 minutos después, el personal de la SPCA del Cabo de Buena Esperanza ya estaba en el lugar para evaluar la situación. Lo que siguió fue una operación de rescate que se prolongó por casi nueve horas e involucró a múltiples organismos con los que se buscaba garantizar la seguridad del animal y de los residentes.

Los elefantes marinos del sur (Mirounga leonina) son la especie de foca más grande del mundo y habitan principalmente en regiones subantárticas. Aunque en ocasiones algunos ejemplares, especialmente machos jóvenes, aparecen en las costas sudafricanas para mudar piel o descansar, no es común que se adentren tanto en tierra firme.

“Los animales salvajes no siempre siguen el guion, y el viaje inesperado de esta foca a una zona residencial generó una verdadera preocupación”, explicó Belinda Abraham, portavoz de la SPCA del Cabo de Buena Esperanza. “Con tantos factores en juego —el tráfico, los curiosos y un enorme mamífero marino vulnerable—, fue necesaria una rápida coordinación y un enfoque claro para mantener la seguridad de todos”.

El elefante marino, que fue apodado cariñosamente “Gordy” por encontrarse en la Bahía de Gordon, no presentaba heridas visibles, sin embargo, su presencia en un entorno urbano representaba riesgos considerables. Con el apoyo de la Policía Estatal de Sudáfrica (SAPS), los Servicios de Tráfico, el Servicio de Seguridad y el Servicio de Ambulancias Médicas de Gordon’s Bay, se procedió a asegurar la zona y redirigir el tránsito. La operación también contó con la colaboración de la Unidad de Gestión Costera y Marina de Ciudad del Cabo, SANParks, el Acuario Two Oceans, Shark Spotters y el Departamento de Silvicultura, Pesca y Medio Ambiente (DFFE).

Personal de la SPCA supervisó en todo momento el bienestar animal. Un veterinario especializado en fauna silvestre procedió a sedarlo cuidadosamente para facilitar su traslado. Posteriormente, el elefante marino fue cargado en un remolque especial para fauna de gran tamaño y transportado de manera segura hasta Koggel Bay, donde monitorearon su recuperación completa de la sedación. Tiempo después, el veterinario dio el visto bueno, y el equipo se retiró una vez que confirmaron que el animal había retomado su rumbo hacia el mar sin mayores complicaciones.

Días después de su incorporación al mar, “Gordy” fue visto nuevamente, esta vez en la Base Naval de Simon’s Town, tras cruzar una significativa distancia nadando por la bahía de False Bay.

La SPCA confirmó que, aunque el elefante marino regresó a tierra firme, actualmente se encuentra en una zona segura, sin riesgos inmediatos para su integridad. Las autoridades aseguran que su estado de salud sigue bajo vigilancia, y se actuará en consecuencia si fuera necesario.

El elefante marino del sur (Mirounga leonina) es el pinnípedo más grande del planeta y uno de los mamíferos más impresionantes en términos de adaptación marina. Su distribución se extiende por el océano Austral, incluyendo las costas de Argentina y Chile, la Antártida, las islas Georgias del Sur, las Kerguelen, y el sur de Australia y Tasmania.

De acuerdo con Ocean Wide Expeditions, los machos adultos pueden alcanzar entre 4.5 y 6.5 metros de longitud y pesar hasta 4 mil kilogramos (4 toneladas), aunque existen registros de ejemplares excepcionales que superan los 6 mil kilogramos. En contraste, las hembras son considerablemente más pequeñas, midiendo hasta tres metros y con un peso de entre 700 y 900 kilogramos, lo que evidencia un notable dimorfismo sexual: los machos pueden ser hasta 10 veces más pesados que las hembras, la diferencia más extrema entre sexos en cualquier especie de mamífero.

Los machos tienen una característica “trompa corta” de unos 30 centímetros ( probóscide colgante) que inflan durante la temporada de apareamiento para emitir sonidos y disuadir a sus competidores. Su cuerpo es robusto, con una cabeza voluminosa, ojos grandes adaptados a la visión en aguas profundas, y extremidades posteriores modificadas en forma de aletas palmeadas que facilitan la natación. El pelaje varía entre tonos marrón y gris, mientras que las crías nacen con un pelaje negro uniforme.

Pasan cerca del 90% de su vida en el agua y son migradores extremos: se ha documentado que recorren más de 33 mil kilómetros al año. Sus inmersiones suelen alcanzar profundidades de entre 400 y mil metros durante aproximadamente 20 minutos, aunque algunos registros han superado los 2 mil 100 metros de profundidad y los 90 minutos de duración. No utilizan ecolocalización como otros mamíferos marinos, sino que dependen de su aguda visión y sus vibrisas —bigotes sensitivos— para localizar presas como calamares, peces, tiburones, moluscos, crustáceos y krill.

Ocean Wide Expedition agrega que su ciclo vital se divide en dos etapas terrestres —muda y reproducción— y dos marinas —alimentación y migración—. Se reproducen entre agosto y octubre, cuando los machos adultos establecen harenes que pueden incluir hasta 150 hembras. La gestación dura alrededor de 10 meses y, por lo general, dan a luz una sola cría al año. Durante estas etapas en tierra, forman densas colonias reproductivas en islas subantárticas y regiones costeras como la Península Valdés, en Argentina.

De acuerdo con National Geographic, su fisiología presenta adaptaciones notables al entorno extremo poseen una gruesa capa de grasa para aislarse del frío y una circulación sanguínea especializada para conservar el calor. Cuentan con una cantidad de sangre significativamente mayor que la de un mamífero terrestre del mismo tamaño, así como una alta concentración de hemoglobina, lo que les permite almacenar grandes cantidades de oxígeno. Antes de sumergirse, exhalan para reducir el riesgo de enfermedad por descompresión, disminuyen su ritmo cardíaco y limitan el flujo sanguíneo a los órganos vitales.

Aunque su estado de conservación se clasifica como de “preocupación menor”, enfrentan amenazas crecientes como la interferencia humana en las colonias reproductivas, el cambio climático y la interacción con las pesquerías industriales.