
En la sociedad romana, según el artículo “Perros de guerra, el soldado más fiel y más antiguo” publicado por National Geographic, los caninos no solo desempeñaban funciones prácticas como guardianes o cazadores, sino que también eran considerados miembros queridos de la familia. Esta relación especial queda reflejada en las inscripciones funerarias que se les dedicaban tras su muerte, evidenciando el profundo vínculo afectivo entre humanos y perros.
Según el periódico español El Debate, arqueólogos han encontrado grabados en lápidas con mensajes conmovedores que, tras más de dos mil años, continúan reflejando el amor y respeto que los romanos sentían por sus mascotas. Frases como “Nunca ladró sin razón” o “Patricus, nunca más me darás mil besos” son claros testimonios de ese vínculo profundo y duradero.
Estos epitafios son un recordatorio de que el amor por los animales no es una moda moderna, sino un sentimiento que ha trascendido el tiempo y las civilizaciones, uniendo a humanos y animales a lo largo de la historia.
Testimonios históricos del vínculo entre romanos y sus perros

La evidencia más antigua y significativa del afecto entre los romanos y sus caninos, de acuerdo al periódico español El Debate, se encuentra en una lápida de mármol blanco del siglo II d.C., conservada en la iglesia de Santa María de Amalfi, en Salerno, Italia. Esta lápida, conocida como CIL X 659, está dedicada a un can llamado Patrice, que murió a los 15 años.
La inscripción revela un profundo cariño y respeto: “Ya no me darás mil besos, ni serás capaz de echarte afectuosamente alrededor de mi cuello” y “Tú eras un buen perro, y con enorme pena he elegido para ti esta tumba”. Estas palabras expresan la tristeza por la pérdida y la importancia que Patrice tenía en la vida de su dueño, quien lo consideraba un miembro más de la familia.
La galería de Arte, Lighting Mind, muestra los mosaicos de Pompeya, con su famoso “Cave Canem” (cuidado con el perro). Estos diseños muestran cómo los caninos no solamente tenían funciones como guardianes en la guerra para los romanos, sino que también eran queridos.
Un caso destacado es la inscripción dedicada a Aeolis, una perra alegre, encontrada en Gallicano nel Lazio, cerca de Roma, y fechada en el siglo II d.C. En ella se lee: “He aquí la tumba de Aeolis, la pequeña perra alegre, cuya pérdida por un destino fugaz me dolió más allá de toda medida”, palabras que reflejan el profundo dolor y el gran afecto que su dueño sentía por ella.
Otro ejemplo procede de Oderzo, en la región del Véneto, donde se conserva una inscripción dedicada a Aminnaracus, un perro que vivió en Roma y falleció a los 18 años. Aunque el texto está incompleto, queda claro que el canino fue muy querido y que su dueño lamentó profundamente su partida.
En Recina, región de Piceno, se encontró una lápida dedicada a un canino con un mensaje grabado “nunca ladró inadecuadamente. Este epitafio, aunque fragmentario, muestra cómo los romanos valoraban el buen comportamiento y la lealtad de sus canes.
Un caso especial es el de Myia, una perra cuyo epitafio fue hallado en la región de Aquitania, Francia, y que actualmente se conserva en el museo de Jaconins, según informa el diario español Libertad Digital.
En su artículo titulado “Así se despedían los romanos de sus mascotas: ‘Tú eras un buen perro’”, se destaca el emotivo texto que su dueño escribió para despedirse de su fiel compañera: “¡Qué dulce y amable eras! Mientras vivías, solías acostarte sobre mi regazo, siempre compartiendo sueño y cama”. Este epitafio no solo refleja el profundo cariño hacia Myia, sino también la importancia que las mascotas tenían en la vida cotidiana y emocional de sus dueños romanos.
La relevancia social y emocional de los collares y epitafíos en los perros<b> </b>

Según el artículo “Perros y collares en la Antigua Roma”, publicado por la Enciclopedia de Historia Mundial, los caninos ocupaban un lugar fundamental en la vida de los romanos, no sólo como guardianes sino también como compañeros leales, destacando la doble función que estos animales desempeñaban en la sociedad romana.
La relación especial entre los romanos y sus canes queda reflejada en la presencia de collares decorativos y epitafios dedicados a estos animales, que demuestran el reconocimiento y la importancia que se les otorgaba como miembros queridos de la familia. Estos objetos no solo tenían una función práctica, sino que también simbolizaban el estatus y el cariño que sus dueños sentían por ellos.
Los collares, elaborados con materiales nobles y frecuentemente adornados con inscripciones, son una muestra tangible del aprecio y la estima hacia los caninos. Más allá de su utilidad, estos adornos reflejan el valor emocional y social que los caninos tenían en la vida cotidiana romana, consolidando su papel como compañeros leales y respetados dentro del hogar.
Además, los epitafios con mensajes emotivos dedicados a los perros , evidencian que el amor y la lealtad hacia estos animales iban más allá de su función práctica, consolidándolos como miembros queridos y respetados dentro del hogar romano.
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