Desde su llegada al Zoológico Nacional del Smithsonian en octubre pasado, los pandas gigantes Bao Li y Qing Bao son la fascinación y objeto de observación constantes por parte del equipo especializado del Hábitat de Pandas Gigantes de la Familia David M. Rubenstein.
A lo largo de siete meses, los cuidadores del recinto ubicado en Washington, Estados Unidos, estudian el comportamiento de estos osos panda con detalle, registrando sus rutinas, preferencias, signos de bienestar y señales de adaptación, ya que esta etapa es fundamental no solo para garantizar su salud física y emocional, sino también para comprender las dinámicas sociales y biológicas que surgen conforme alcanzan la adolescencia estos animales.
Y es que a diferencia de otras especies sociales, los pandas gigantes llevan una vida solitaria en estado silvestre, y únicamente se reúnen durante el periodo reproductivo. A pesar de ello, los investigadores notaron un comportamiento inusual, ya que esta dupla buscaba compartir vocalizaciones y algo de contacto físico a pesar de ser demasiado jóvenes.
Un amor a distancia

El comportamiento natural de los pandas se replica en el zoológico, por lo que los recintos de Bao Li y Qing Bao están separados por puertas de seguridad y mallas que permiten la visibilidad, el intercambio de olores y la comunicación vocal sin contacto físico directo. Bao es el macho de este par y tres años y medio, mientras que Qing es la hembra con cinco años de edad.
Durante el otoño e invierno, Qing Bao permanecía distante, enfocada en trepar árboles, jugar en solitario y descansar. Sin embargo, a partir de marzo su actitud comenzó a transformarse y mostró mayor inquietud por la ventana de su “vecino”. Según un comunicado del zoológico, ella marcó más intensamente su territorio y buscó ocasionalmente la interacción con sus cuidadores. Paralelamente, Bao Li también exhibió comportamientos que recordaban a los de su abuelo Tian Tian en épocas de celo.
La transformación en el comportamiento de ambos pandas no pasó desapercibida. Aún cuando Qing Bao es tradicionalmente más reservada, comenzó a moverse con mayor energía, a interactuar con sus juguetes de manera más efusiva y a marcar distintas zonas de su hábitat con secreciones odoríferas. Además de que estos son indicadores de cambios hormonales, también funcionan como una forma de comunicación. Los cuidadores de estos pandas enfatizaron que el marcaje de olor, producido por una glándula ubicada debajo de la cola, contiene información clave sobre el estado físico y reproductivo de cada individuo.
Bao Li, por su parte, demostró un patrón similar, pues patrullaba activamente su recinto, trepaba árboles, exploraba intensamente los rastros dejados por Qing Bao y emitía vocalizaciones con mayor frecuencia. Uno de los aspectos más llamativos de este lapso fue la forma en que ambos pandas comenzaron a interactuar a través de las ventanas de malla. A finales de abril, Qing Bao sorprendió a sus cuidadores acercándose por iniciativa propia al límite que la separa de Bao Li. Emitió balidos y gorjeos—sonidos característicos de los pandas durante el celo—y permitió que su compañero la olfateara a través de la malla.
La respuesta de Bao Li fue inmediata y entusiasta. Desde aquel momento, los dos jóvenes pasaron la mayor parte del tiempo en las zonas cercanas a las ventanas de saludo, compartiendo vocalizaciones, posturas corporales sincronizadas y actitudes que evidencian un fuerte interés mutuo. Para estimular aún más esta interacción positiva, los cuidadores colocaron alimento y bambú cerca de las mallas, lo cual permitió que pudieran verse mientras comían. Todos los comportamientos en conjunto “son considerados excelentes indicadores del desarrollo emocional y reproductivo saludable de ambos pandas”, se detalla en el comunicado.
El amor debe esperar, una promesa para el futuro

El equipo veterinario no solo realizó el monitoreo de su comportamiento, sino que buscó una explicación endocrinóloga rigurosa para saber qué ocurría con las hormonas de estos pandas. Cada mañana, antes de que salgan a sus hábitats exteriores, se recolectan muestras de orina fresca del suelo utilizando jeringas especiales, las cuales se dividen, etiquetan cuidadosamente y se conservan en un congelador antes de ser enviadas al laboratorio de endocrinología ubicado en el campus de Front Royal, Virginia. Allí, los científicos analizan los niveles hormonales que permiten anticipar el estado reproductivo de cada individuo.
En el caso de las hembras, como Qing Bao, se presta especial atención a los niveles de estrógeno, que aumentan considerablemente durante el celo y alcanzan su punto máximo justo antes de la ovulación. En los machos, como Bao Li, se monitorea el incremento de testosterona. El 30 de abril, tras observar el notable cambio en el comportamiento de la hembra, se envió una muestra de orina al laboratorio y los resultados confirmaron lo sospechado: sus niveles de estrógeno estaban elevados, lo que confirmó que Qing Bao entró oficialmente en su primera etapa de celo.
Sin embargo, el zoológico confirmó que el hecho de que ambos pandas mostraran señales de maduración no implica que estén listos para reproducirse. Los machos, en particular, suelen alcanzar la madurez reproductiva entre los cinco y siete años, y aunque las hembras pueden ovular antes, sus primeros celos no necesariamente conllevan fertilidad inmediata. A partir del 6 de mayo, se observó una disminución en el interés mutuo, lo cual indica que Qing Bao superó su pico hormonal y ambos regresan paulatinamente a sus rutinas individuales.
Los especialistas comentaron que, si bien aún son demasiado jóvenes para procrear, la conexión positiva entre ambos, su bienestar general y la respuesta instintiva que han demostrado ante los estímulos naturales son señales alentadoras. En los próximos años, el equipo del zoológico continuará observando su desarrollo con atención, guiándolos cuidadosamente en su crecimiento y preparándolos, si las condiciones lo permiten, para una posible contribución al futuro de su especie.
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