Es inevitable: el chisme le encanta a todo el mundo. No importa si no conoces a los involucrados, si el hecho central de la conversación no te incumbe ni te afecta, a las personas nos gusta escuchar historias y de hecho, está comprobado por la ciencia.
Según la definición de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), un chisme es una “noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”. Es decir, se entiende como esa conversación informal que puede girar en torno a hechos ciertos o inventados sobre personas ausentes. Más allá del aspecto social, el chisme construye lazos, refuerza alianzas y despierta interés en asuntos que muchas veces no tienen trascendencia práctica.
Yuval Noah Harari, en su libro Sapiens: de animales a dioses señala que el chisme fue una herramienta evolutiva esencial para las primeras sociedades humanas. De acuerdo con la investigadora emérita de la UNAM, Herminia Pasantes, antes de que existiera la escritura, los rumores eran el modo más efectivo de conocer quién era confiable, quién representaba un riesgo o quién tenía habilidades valiosas para la comunidad. Asimismo, señala que esta necesidad de compartir información sobre otros fue clave en la organización de los grupos humanos.
Según estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México, el gusto por el chisme está vinculado al “circuito de recompensa” del cerebro, que incluye estructuras como el núcleo accumbens y el área tegmental ventral. Estas regiones, al ser activadas por información socialmente significativa —aunque irrelevante— liberan dopamina y serotonina, neurotransmisores relacionados con el placer. Sin embargo, algunos comportamientos cotidianos de nuestras mascotas, como asomarse por la ventana, seguirnos a todos lados o quedarse cerca cuando hablamos por teléfono, nos hacen pensar que tal vez no somos los únicos interesados en enterarnos de todo. ¿Podría ser que los perros y los gatos también sean “chismosos”?
¿Pueden los perros y los gatos ser “chismosos”?

La idea de que los animales domésticos sienten interés por el chisme puede parecer una simple proyección humana, pero no deja de ser un tema intrigante. Quienes tienen mascotas son testigos de cómo el animal corre hacia la puerta cuando escucha una voz extraña, se asoma constantemente a la ventana como si quisiera enterarse de lo que ocurre en la calle, o se sientan en lugares altos desde los que pueden observar todos los movimientos en casa.
De acuerdo con Gary M. Landsberg, médico de la Clínica especializada en Comportamiento Veterinario del Norte de Toronto, esta aparente “curiosidad por el chisme” no tiene que ver con el tipo de interacción social propia de los humanos, sino con su interés natural por el entorno. En el caso de los perros, su comportamiento puede responder a diversas razones: buscan estimulación visual, defienden su territorio, se aburren o intentan socializar pasivamente. El acto de observar por la ventana, por ejemplo, les permite mantenerse alertas ante cualquier cambio, ya que están biológicamente programados para proteger a su grupo social —en este caso, su familia humana—. Un estudio conjunto de las Universidades de Lincoln, Sussex y la Universidad Jean Monnet determinó que los perros no solo escuchan activamente cuando los humanos les hablan, sino que también son capaces de identificar contenido relevante, incluso cuando este se encuentra en un flujo de palabras irrelevantes y es pronunciado en un tono monótono.
Por su parte, los gatos muestran un interés particular por las interacciones humanas. Un estudio de la Universidad Paris Nanterre, realizado en 2022, demostró que los gatos domésticos son capaces de distinguir cuándo se les habla directamente y cuándo no. En el experimento, los gatos reaccionaron con mayor atención cuando sus dueños usaban una voz suave y afectuosa dirigida a ellos, en comparación con una voz neutral utilizada para hablar con otros adultos. Esto sugiere que los gatos no solo reconocen las voces de sus dueños, sino también las intenciones comunicativas detrás del tono.
Sin embargo, tanto en perros como en gatos, la motivación que subyace a esta conducta no es el deseo de “enterarse de los chismes”, sino otra más profunda y biológicamente significativa.
¿Chisme o instinto de alerta?

La verdadera explicación detrás del supuesto “gusto por el chisme” en perros y gatos está en un fenómeno conocido como escucha clandestina o eavesdropping. Este es un término utilizado en etología —la ciencia que estudia el comportamiento animal—para describir la capacidad de ciertos animales para captar y utilizar información que no está dirigida a ellos, pero que les resulta útil para su supervivencia o adaptación al entorno.
Según la divulgadora científica Lucía Hernández, el eavesdropping se ha visto en diversas especies, incluidos insectos, aves y mamíferos, ya que se trata de una estrategia evolutiva. Si un perro observa una interacción entre dos humanos y percibe tensión, puede interpretarlo como una señal para mantenerse alerta o para intervenir emocionalmente si su vínculo con uno de los participantes así lo motiva. Los gatos, en cambio, pueden observar una rutina doméstica y anticipar lo que sucederá: si alguien se pone los zapatos y cierra una puerta, el felino puede predecir que saldrá y decidir si se esconde, se acerca o simplemente observa.
Esta capacidad de observación no implica una comprensión cognitiva del contenido del mensaje, pero sí un aprovechamiento de las señales del entorno. En el caso de los perros, su fuerte apego emocional hacia los humanos los hace especialmente sensibles a las señales no verbales y vocales. Por eso, cuando detectan una conversación animada, una llamada telefónica o un cambio en el tono de voz, pueden reaccionar como si entendieran más de lo que realmente comprenden.
Además, tanto perros como gatos son expertos en aprender por observación. Si notan que ciertas palabras o acciones preceden a una experiencia gratificante (como salir a pasear o recibir comida), las memorizarán y responderán con entusiasmo en el futuro. De ahí que muchas personas crean que sus mascotas “entienden todo”.
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